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5 de Mayo de 2014

[Fotos] ¿Qué tal?: Artista que bailó con un gallo atado al pene es culpado de exhibicionismo en Francia

En septiembre de 2013, Steve Cohen apareció en la plaza de Trocandero con plataformas y vestido con guantes rojos y corpiño y tanga blancos. En la cabeza lucía una corona de plumas de faisán y, atado a su sexo con un cordel, llevaba al ave con la que ensayó una suerte de coreografía.

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El Tribunal Correccional de París declaró este lunes como culpable de exhibicionismo sexual al artista sudafricano Steve Cohen, que en 2013 bailó con un gallo atado a su pene en la turística Plaza de Trocadero de París.

Pese a que Justicia gala admitió que hubo infracción, Cohen, de 51 años, fue eximido de cumplir pena debido a que nadie interpuso una denuncia contra él y a que no llegó a llevar a cabo ningún acto explícitamente sexual, consigna 20 minutos.

Los hechos ocurrieron el pasado 10 de septiembre de 2013, cuando, alrededor de las 09.30 de la mañana, el artista apareció en la plaza alzado sobre unas plataformas y vestido con guantes rojos y corpiño y tanga blancos. En la cabeza lucía una corona elaborada a partir de plumas de faisán y, atado a su sexo con un cordel, llevaba un gallo con el que ensayó una suerte de coreografía ante la gente, turistas en su mayoría.

Según informa limelightmagazine.com, tras la curiosa perfomance de Cohen, titulada como “Coq/Cock” (gallo), la policía detuvo al artista y lo interrogó por nueve horas. El ave resultó ilesa y fue sacada del país tras su “actuación”.

Cohen, instalado en Francia desde hace 10 años, aseguró el pasado 24 de marzo ante el Tribunal que su actuación fue meramente una “expresión artística” que “nada tenía que ver con la sexualidad”.

“Si me condenan, será una pena para Francia”, agregó el artista y a renglón seguido precisó que su baile estaba relacionado “con la identidad de género y no con el sexo”, y pretendía “reivindicar la identidad masculina, blanca, judía y homosexual”.

No obligó a nadie a mirarlo

Poir su parte, la abogada de Cohen, Agnès Tricoire, alegó que su cliente “no obligó a nadie” a presenciar el espectáculo, que transcurrió en un “espacio abierto” donde la gente que no quería verlo “simplemente se alejaba”.

“Nninguna de las personas que asistió a la performance se quejó, ni siquiera unas monjas que pasaban por allí”, sentenció.

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