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9 de Diciembre de 2010

"¡¡Mira la cara de mi papá!!", por Salustio Madrigal.

- Puedo ir con mis amigas y con el Mati?- Pero no he hablado con sus papás, no sé…..¿Qué es esto?

 

Yo muy pocas veces antes hablaba con los papás de los compañeros de Eliza para cuestiones de “permisos”. Más bien, casi nunca. Y andar acarreando tres niños el sábado no sé si era lo mejor. La vi negra.

 

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– Puedo ir con mis amigas y con el Mati?- Pero no he hablado con sus papás, no sé…..¿Qué es esto?

 

Yo muy pocas veces antes hablaba con los papás de los compañeros de Eliza para cuestiones de “permisos”. Más bien, casi nunca. Y andar acarreando tres niños el sábado no sé si era lo mejor. La vi negra.

 

Además, la noche del viernes había zafado porque la Eliza había ido a un Pijama Party de mujeres. Así que tome la agenda y quedé con alguna amiga. Como me habían avisado el mismo día, tenía que ser alguna amiga de más confianza, de las que te atreves a llamar horas antes, y lo más probable es que resulte

La pasé a buscar y los clásicos diez minutos de algunas recriminaciones. “Claro, yo siempre dispuesta la weona, apuesto que no me vas a llamar en varias semanas después que salgamos…”.

 

Y cómo el chiste se me vino a la cabeza, “aquí, de tirar ni hablar”. Igual me divertía con ella, y tenía buen declive para el tinto. En mi defensa, diré que le tenía paciencia porque transmitía más que el Twitter. Y cuando fui a recoger a mi hija al día siguiente, tipo doce del día, lo tenían todo arreglado. Todo.

 

– No se preocupe tío, ya hablé con mi Mamá, quiere que la llame- Ya dame el número. Aló… ejem, hola soy el papá de la Eliza. Quieren estar juntas… si, si. No hay problemas, yo la paso a dejar. Lo mismo con el otro niño. Concluido el trámite, llegó  la pregunta de rigor- ¿podemos ir a Fantasilandia?

 

Si la última vez que había ido a Fantasilandia fui en micro. Tenía quince años y fuimos en un grupo con amigas del Villa María Academy, cagados de calor. No creo que ellas hubiesen cruzado la plaza Italia a esa altura de sus vidas.

 

Llegamos y era distinto. Unos juegos la raja, buenas lucas invertidas. -Vamos al boomerang-, gritó un de los niños histéricamente- Allá partimos. Me subí en el último carro. Ellos uno adelante. Todavía tenía la cabeza llena con los gritos en el auto, con “Don Omar” y “Daddy Yankee” a todo chancho. Si cuando llegó el turno de Justin Bieber fue como escuchar un mantra de relajación

 

Y arrancó el boomerang. Casi me muero. Al primer loop entré en pánico. “Acá me cago” pensé, el copete y la comida me daba vueltas en la guata. Al final sube una pendiente de 90 grados y quedó detenido unos segundos; luego, cae en picada. ¡Y yo era el primero pero de espalda¡ La Eliza miró mi cara y codeó a sus amigitos: – ¡¡Mira la cara de mi papá!!

 

Cuando bajamos fui el objetivo de su diversión. Ver mi cara en juegos extremos sería el centro de su felicidad del sábado. Y partimos al Barco Pirata. Llegué a ofrecerle plata al infeliz que manejaba eso con tal de pararlo. “Para mierda” grité. Nada. Aún más, le puso más intensidad.Bajamos, yo vomitando, y se atreve a decirme-jefe: “¿y?” – “Sale conchetu…”  

 

Los extorsioné con lo que quisieran comer con tal de irnos de ese infierno, hamburguesas, papas fritas, helados, la cochinada que quisieran. Lo logré.

 

Esa noche nos acostamos temprano después de que el taxi hizo el recorrido de rigor repartiendo cabros ajenos. Claramente le caí bien a sus amigitos. Se acurrucó “papito te amo”, esa frase me llenó, hasta me calló su lagrimita. “Yo también”. Ahora a dormir.

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