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28 de Mayo de 2015

Las razones de por qué deberías ver "La Once", el premiado documental sobre un grupo de abuelas que toman té

Seis amigas que se reúnen una vez al mes desde hace 60 años. Esa es la historia del documental que se estrena el próximo 4 de junio en las salas de cine, que busca mostrar el paso del tiempo y el intento de estas mujeres de avanzada edad que se enfrentan a un mundo que les resulta ajeno. "Están en un momento de la vida en que no necesitan guardar ninguna apariencia, se asumen como son", dice la realizadora

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La idea era grabar hasta el último encuentro. Pero Maite Alberdi, la directora, nunca supo cuándo iba a pasar. Y así estuvo cinco años registrando cada mes la once de un grupo de mujeres que bordean las 8 décadas, entre ellas su abuela Teresa. En ese íntimo espacio, de vez en cuando una de las amigas le dice al resto: “¿Se dan cuenta que el grupo está cada vez más mermado?”. Lo que da cuenta de la proximidad de la muerte y las enfermedades que las amenazan, temas que se abordan con toques de humor negro. “¿Qué tiene de trágico si es tan parte de la vida?”, plantea Maite Alberdi, directora audiovisual de la Universidad Católica -y autora de “El Salvavidas”-, que ahora estrena su segundo documental. El mismo que ya ganó el Premio al Mejor Documental Iberoamericano en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, mientras que en el Festival Internacional de Cine de Miami obtuvo el premio del público. Mientras prepara su próxima obra -un documental sobre los adultos con síndrome de down titulada “Los niños”- habla sobre el documental que cuya avant premiere realizará en exclusiva junto a El Dínamo, este martes 02 de junio a las 21:00 hrs y para la que pueden participar por invitaciones dobles escribiendo en los comentarios.

-El documental comenzó cuando tu abuela te dijo que no podía ir al estreno de tu primera película porque tenía programada una once con sus amigas. ¿Qué impresión te dio eso?

-Lo que me hizo click fue la importancia del rito que hay y que ellas por mucho tiempo no han transado y que es un evento importante del mes. Gracias a que no han transado se han seguido juntando por 60 años con ese nivel de importancia. Me hizo click eso y entender que es una amistad donde ellas no se parecen tanto. Son amigas porque han estado siempre, no solo porque fueron compañeras en el colegio cuando chicas, sino que eso siguió.

Maite Alberdi

-¿Cuál era tu intención de grabar una vez al mes durante cinco años?

-Cuando empecé no sabía cuánto tiempo iba a grabar. La idea del registro era grabar hasta el último encuentro de ellas, que yo no sabía cuándo iba a ser. Y el último encuentro de la película es realmente el último encuentro que tienen, que es cuando se muere mi abuela. Ahí ellas deciden no seguir juntándose en ese orden porque el grupo no va a ser exactamente el mismo. Obvio que se ven, pero en otras circunstancias ahora. Era mostrar el fin de una rutina, el fin de una vida de alguna manera.

-¿Y por qué ellas deciden que esa iba a ser la última once?

-Es que yo creo que no fue una decisión consciente, nunca lo explicitaron. De ahí simplemente no volvieron a preguntar dónde se hacía la próxima, no volvieron a organizarse para una vez la mes. Creo que también es una demostración de la fidelidad de la amistad, decir ‘si falta una no va a ser lo mismo, así que para qué nos vamos a seguir juntando. Hagamos otras cosas’. Y sí las hacen, van a varios eventos, pero no al té mensual con la rutina en la casa de cada una porque eran seis y ahora son tres. Siento que sería una tortura también para ellas, yo creo que cuando faltan personas lo más terrible es enfrentarse a los mismos lugares, espacios  y situaciones sin las personas.

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-En la película conversan sobre temas actuales, el rol de la mujer, sexo, los gays. ¿Cómo se enfrentan estas mujeres a un mundo que les es más ajeno?

-La gracia de ellas es que han estado constantemente tratando de adaptarse, aprender cómo cambia el mundo. La gracia de la película es ver cómo no les resulta. Por mucho que traten de entender el matrimonio homosexual, no lo hacen porque las criaron de una manera y ahí uno ve el peso de la crianza. Y tratar de cambiar esa opinión lo veo un poco inviable. La película también propone un entendimiento de ese grupo, por qué piensan como piensan de manera tan retrógrada.

-Es como si fuera el único espacio que tienen para decir sus opiniones reales, donde no van a ser desacreditadas. 

-Es el único espacio donde no tienen censura y de decir todas esas cosas políticamente incorrectas que los nietos no les permitirían, los hijos y la sociedad tampoco. Un espacio de confianza para opinar abiertamente de manera radical.

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-¿La sociedad suprime el pensamiento de las generaciones más antiguas?

-No lo suprime, pero se critica de manera muy fácil lo retrógrado de ese pensamiento. Nadie se pregunta por qué piensan como piensan. Se dice: ‘Son viejas fachas, son viejas conservadoras’. Ya, pero por qué o por qué las vamos a hacer cambiar de opinión, cuál es el sentido de exigirles algo que no son.

-¿Importa lo que diga una señora de 80 años?

-Yo creo a los medios no. ¿A quién le importa la opinión de la abuelita? No tiene un rol social trascendente, pero creo que ayuda a entender de dónde venimos, cómo fuimos criados los nietos o los hijos. Sí, evolucionó el pensamiento, pero esa es la base. Hay una herencia también de ese conservadurismo y radicalidad social.

-¿Al ser más viejo hay más libertad para decir lo que realmente piensan, permitirse decir cosas políticamente incorrectas más que los jóvenes?

-Totalmente. Están a una edad en que ellas también asumen que se pueden decir todo a la cara sin ningún problema tanto en términos políticos como en términos amistosos. Algo así como si me cayó mal algo de la otra se lo digo sin problema y no me lo voy a guardar. Vienen de vuelta también, están en un momento de la vida en que no necesitan guardar ninguna apariencia, se asumen como son. ¿Dónde más van a opinar si no es en la mesa con sus amigas? La opinión pública de ellas en entre cuatro paredes.

 

-¿Cuál fue el comentario que te sorprendió más?

-Tenían una postura política muy radical con las que yo estaba en contra. Pero es un tema que no me metí, que no retraté porque a mí me parecían insoportables. Uno las puede querer pese a su radicalidad, pero traté de evitar mostrar esa realidad. Yo misma censuré comentarios que me parecen que hubiesen sido muy polémicos para el espectador. Como ‘el dólar estaba tan barato en dictadura, viajábamos tanto, lo pasábamos tan bien’. Qué naif, como que uno dice que eran medio inconscientes con lo que estaba pasando. Quería que uno viera de dónde vienen, por qué piensan así, qué les enseñaron en el colegio, en la casa.

-¿Ellas se daban cuenta de lo retrógrado que podían ser sus opiniones? Tu abuela al parecer sí.

-Mi abuela sí, pero también siento que cuando tú estás con personas que piensan tan distinto tú te pones más extremo de lo que eres. Mi abuela tenía una postura más liberal cuando estaba con ellas por llevarle la contra y se iba a un extremo y las otras al otro. No es que se den cuenta que son retrógradas, sino que lo que están opinando es lo que les parece correcto.

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-Una de las que eran viudas dijo que cuando murió su marido no le había afectado mucho y daba a entender que se sentía mejor sin él. ¿Qué te dice eso de la mujer abnegada?

-En esa declaración hay una demostración de decir todo abiertamente. Ella no estaba teniendo un buen matrimonion y a muchas personas les puede pasar. Más que abnegada, es que no era feliz. Ahora la gente se separa más libremente de lo que ella podría haberlo hecho. Quizás su salida a eso fue la viudez. Ellas no se planteaban el divorcio como opción. Y esa es la pregunta que hacen, qué prefieres: ser viuda o engañada. No se preguntan divorciada, no está dentro de su vocabulario. También es heavy pensar que la salida para una generación entera haya sido la viudez antes que la separación. Quizás ellas nunca se plantearon que podían vivir muchas vidas, sino que es era un compromiso que se cumplía hasta el final.

-¿Se hizo intencionalmente la ruptura de la asociación tercera edad junto con tristeza o abandono?

-No era una película para nada del abandono. Ese era el tono, porque ellas tampoco hablaban mucho de enfermedades en la mesa, trataban de evitar temas dolorosos. Era un momento para pasarlo bien y obviamente la película está planteada en esos términos, es una comedia. En la película se ve a estas señoras que viven solas y viven bien, que es lo que a mí me interesaba: una nueva manera de vivir la vejez donde tienen mil cosas que hacer y están llenas de actividades pasándolo bien. Veo la agenda de ellas y me canso.

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-Hay mucha contraste entre la vitalidad de algunas y las enfermedades que amenazaban a otras. ¿Cómo se resolvió eso?

-Hubo una época en que decían que la que hablara de enfermedades tenía que poner luca en la mesa. Se preguntaban cómo estaba la enfermedad de la otra, pero de pasadita. Siento que se evitaba eso si estaban todo el mes con los achaques y el doctor. Cuando ellas lo tratan lo hacen con bastante humor negro que también es el tono de la película. Ya no les queda otra que reírse también.

-Y con respecto a la muerte ¿qué tratamiento le quisiste dar? No es algo trágico en la película.

-En el contexto personal, para mí, la muerte de ellas era una tragedia, pero en el contexto de la película no lo es. ¿Cómo va a ser una tragedia que una persona se muera a los ochentaitantos habiendo vivido bien hasta el último día? ¿Qué tiene de trágico si es tan parte de la vida? Aunque sí es algo melancólica porque uno dice ‘bueno, así se va la vida’. Hay un cuestionamiento por lo efímero de la vida.

-Antes los adultos mayores eran considerados como fuente de sabiduría. Con la brecha generacional actual ¿se les da ese carácter todavía?

-Yo creo que no. Ahora hay una reivindicación heavy en el discurso de la juventud de lo nuevo. El nuevo político, el nuevo artista. Y esos discursos son más validados que el de la experiencia. Ahí hay un cambio grande: a quién se le da la voz.

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