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13 de Septiembre de 2012

Recta final

Después de casi un año, me acerco a la recta final de un proceso muy significativo que me llevó por caminos inexplorados. La enfermedad y la sanidad, dos caras de una misma moneda.

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Después de casi un año, me acerco a la recta final de un proceso muy significativo que me llevó por caminos inexplorados. La enfermedad y la sanidad, dos caras de una misma moneda. La enfermedad y sanidad del cuerpo y para darle sentido a la experiencia decidí también ocuparme de la enfermedad y sanidad del alma. Ambas tareas las comencé con todo el entusiasmo y optimismo que me fue posible en ese momento. De a poco fui descubriendo que no eran tarea fácil y además que el éxito no está garantizado. A pesar de ello decidí que valía la pena intentarlo.

Este proceso ha dado paso a muchas reflexiones algunas de las cuales he compartido con ustedes en mis columnas anteriores. Hoy les quiero contar sobre una de ellas que está relacionada con el poder de sanación que tiene el amor sobre los que estamos enfermos. Cuán importante se vuelve el afecto, la ternura y la cercanía de los seres queridos, cuanto valoramos el apoyo y la solidaridad de los que nos rodean. Es puro amor en acción.

Llamados, mails, visitas, invitaciones, risas, buen humor, regalos, compañía, celebraciones, abrazos, etc. Todos gestos que hablan de empatía, cariño, incondicionalidad, generosidad, amistad, desprendimiento, compromiso, solidaridad y amor. Gestos que me emocionan y que valoro profundamente cada vez que se producen y que me han llevado a considerarlos de la máxima importancia en mi proceso de sanación.

Es un círculo virtuoso, un enfermo querido y acompañado contribuye a una actitud positiva que es de gran ayuda en los tratamientos médicos. Agradezco a los que están conmigo incondicionalmente y que nunca han soltado mi mano. Agradezco a los que busqué y encontré, dispuestos para mí. Agradezco a aquellos de los que me alejé, que lo comprendieron y que me esperan al final de este camino. Agradezco a aquellos con los que uno se encuentra en la vida, los que llamamos “conocidos” y que estuvieron como si nos uniera una gran amistad. Cuando se habla de que vivimos en un mundo donde prima el egoísmo, el individualismo y el materialismo, he vivido muestras de lo contrario. ¡Tenemos esperanzas señores!

Empatizo también con aquellos que no estuvieron, yo también he formado parte de ellos alguna vez. La enfermedad, el dolor, no son áreas donde nos manejemos muy bien. Debemos aprender a hacerlo, todos alguna vez nos enfrentaremos a ellos y sería bueno que tuviéremos algún grado de cercanía, finalmente también son parte de nuestras vidas. Pero para eso hay que enfrentarlos y vivirlos, y veremos la gran cantidad de enseñanzas que hay en ellos, entre otras la oportunidad de descubrirnos.

“Al final, lo que queda es abrazarse, confiar en el otro, amar y dejarse amar en medio de la balacera que es la vida”,  Fito Páez.

 

 

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