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4 de Abril de 2013

No tengo alas, pero aprendí a volar en bicicleta

Pedalear es para mí una sensación mágica. Siempre me pareció un imposible, y ahora, mi bicicleta, mi querida Lola es parte de mí, y aunque aún no me atrevo a ir muy lejos (como a mi trabajo) la extraño todos los días...

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Por Pamela Sanhueza, ex alumna Escuela BiciMujer de Macleta

La primera vez que quise escribir sobre mi experiencia y la bicicleta, lo primero que se me vino a la mente fue el cambio de andar con rueditas a los 7 años (pinchar, intentar un par de veces más y rendirme) al descubrir a las Macletas y la esperanza de aprender, rodeada de mujeres como yo, con los mimos temores de adulta.

Ahora, después de 6 o 7 meses de ese primer intento de relatar mi historia creo que ya no quiero escribir sobre ese cambio, hace solo un par de días cumplí un año de mi primer pedaleo, sí, mi primer pedaleo sin rueditas, fue a los 30 años. Nunca pensé que fuese posible, la adrenalina me hacía tiritar, no me importaba haber perdido mi propio centro de masa, balancearme sin parar, andar de forma ondulante, qué importaban… estaba pedaleando! todas gritamos, unas saltaron, otras aplaudieron, la alegría era de todas!.

El domingo, último día de mis vacaciones, hace dos días, anduve por primera vez, en casi un año, en una bicicleta que no es mi Lola, la extrañé un montón, ella es liviana y elegante, la que arrendé el domingo era viejita y mal cuidada, sentí pena por ella. Y a pesar de su condición reafirmó lo que siento cada vez que me subo a mi Lola: Yo siento que vuelo. Sí, que vuelo: Los pájaros vuelan en el aire, ésa es su destreza; los animales marinos también vuelan pero en el agua… Los humanos podemos aprender a volar… en bicicleta, es nuestra habilidad, fruto también de nuestra propia inteligencia.

Hace muy poco me junté con una amiga de la universidad que me contó que tampoco sabía y que encontraba increíble hacerlo a esta edad, le dije que si se animaba le podía enseñar en mi bici con las mismas técnicas de mis queridas macletas -ella no pudo asistir a las escuelas por una cuestión de tiempo y un poco de miedo- finalmente aceptó el reto, sin nada que perder, solo ganarle a sus propios miedos, tal como cada ex alumna macletuda.

Ella había aprendido muy pequeña a andar, tan pequeña que después lo olvidó, su último intento fue a los 12 años y sin éxito. En el primer día de práctica partió trabajando su equilibrio, luego el control del manubrio, hasta que se atrevió a usar los pedales, y al primer intento anduvo! Su cuerpo no tambaleó como las que nunca habíamos  aprendido, giró sin problemas. ¡Ella lo sabía! Solo venció sus miedos, yo saltaba de alegría, pero no por haberle ayudado, sino por ella, por su logro, por poder atreverse a sentir que vuela en la bicicleta, por hacerlo aunque mi Lola es aro 26 y ella necesitara una aro 24 y quizás de un marco un poco más pequeño, por hacerlo a sus 28 años.

Pedalear es para mí una sensación mágica. Siempre me pareció un imposible, y ahora, mi bicicleta, mi querida Lola es parte de mí, y aunque aún no me atrevo a ir muy lejos (como a mi trabajo) la extraño todos los días, miro desde las micros a cada ciclista, su concentración, su relajo; y pienso en lo felices que deben llegar a sus trabajos por la mañana y en el cansancio satisfactorio que deben tener en la noche al llegar a su casa. Finalmente en bicicleta el tiempo de viaje es el mismo y no solo ejercitas tu cuerpo y a la vez te relajas, trabajas también tu mente, te concentras y te sientes libre, porque vuelas.

Espero pronto a atreverme a hacerlo.

Por ahora espero con ansias el fin de semana:  me pongo mi casco,  mis guantes, llevo mi bolsito y mi agua y pedaleo por la calle donde mi Lola es mi mejor compañera.

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