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19 de Diciembre de 2014

Joven chilena declara la guerra al piropo y al acoso sexual callejero

Una de las demandas más polémicas de la organización gira entorno a la sanción del piropo, algo que según la joven, "forma parte de la cultura y la idiosincrasia chilena".

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El anhelo por frenar “el acoso callejero” empujó a María Francisca Valenzuela, una socióloga chilena de 24 años, a crear una organización para la visibilización y erradicación de “tipos de violencia silenciada como el piropo, el agarrón o el exhibicionismo”.

“Nuestro objetivo es que la población reconozca el acoso sexual callejero como un problema generalizado y que, en consecuencia, se generen políticas públicas responsables en torno a la temática”, apuntó Valenzuela, presidenta del Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC).

La joven, que hoy lidera un equipo de 50 voluntarios, impulsó el proyecto este año tras constatar que no existía ninguna organización que tratara lo que ella consideraba “un tema grave”.

Según Valenzuela, acoso sexual callejero es el nombre con el que se identifican “un conjunto de prácticas de connotación sexual directa o indirecta que ocurren en los espacios públicos hacia personas que no dan su consentimiento”.

Ello engloba prácticas como los piropos de connotación sexual directa, silbidos, ruidos, bocinazos, exhibicionismo, masturbación pública, presión de genitales o tocamientos, ya sea en los transportes públicos como en la calle.

Unas prácticas hasta ahora no incluidas en la legislación chilena, para las que la organización demanda “su tipificación como un tipo de violencia denunciable”.

Una de las demandas más polémicas de la organización gira entorno a la sanción del piropo, algo que según la joven, “forma parte de la cultura y la idiosincrasia chilena”.

Al respecto, apuntó que éste “constituye una práctica que genera desigualdad e inseguridad en los espacios públicos y deja entender que un género tiene un derecho sobre el otro”.

La aceptación y deleite de algunas mujeres ante esta práctica es, según Valenzuela, uno de los motivos por los que esta petición ha agitado la opinión pública.

Para la joven, las mujeres que se sienten complacidas con el piropo son “víctimas que naturalizaron un tipo de imposición en el espacio público”.

A su juicio, “todos los piropos” tendrían que ser sancionables, pero sus demandas actuales sólo consideran punibles los que son “de carácter sexual directo, ofensivos o explícitamente agresivos”, el resto espera que puedan ser erradicados con un cambio educativo y cultural, pues “los espacios públicos hay que vivirlos de forma igualitaria”.

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