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17 de Enero de 2018

Claudio Naranjo: “Es un crimen internacional cobrarle a los estudiantes. Eso es para dominarlos y tenerlos sometidos”

En conversación con El Dínamo, el destacado psicoterapeuta chileno profundiza en su visión respecto a la educación y entrega su opinión respecto a las reformas educacionales impulsadas por el gobierno.

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Su participación en la versión del año pasado del Congreso del Futuro fue todo un suceso. Su intervención fue una de las más comentadas y los videos de sus entrevistas en YouTube suman miles de reproducciones a la fecha.

Por eso, la charla magistral del psiquiatra chileno Claudio Naranjo (85) en la versión de este año del encuentro de ciencias y humanidades fue una de las más esperadas y masivas.

En su exposición, Naranjo nuevamente hizo un análisis crítico de la educación. Mencionó que, a su juicio, somos víctimas de “una educación que embrutece, que es un regalo podrido”, principalmente porque es paternalista, castra la libertad y su único objetivo es aprobar exámenes.

En conversación con El Dínamo, Naranjo profundizó algunas de sus principales ideas respecto a la situación de la educación en nuestro país.

– En su intervención dijo que tener una educación inclusiva es “darle mierda a todos”. Sin embargo, la inclusión es uno de los conceptos centrales de la reforma educacional, ¿qué opinión le merecen esas reformas?

– Se insiste en la inclusión como una cosa más, pero sin insistir en nuestra formación más profunda: qué es la educación y para qué es. Respeto a la Presidenta Bachelet por su fe en la Unesco, pero no comparto su fe en la Unesco. Es una mujer bien intencionada pero creo que quienes manejan a la Unesco no son ya bienintencionados.

– Y respecto a la gratuidad, ¿qué le parece esa medida?

– A mí me parece un crimen internacional este invento de cobrarle a los estudiantes, eso es para dominar a los estudiantes, para tenerlos sometidos, y se les ha ocurrido a gente que no es de este o de tal otro país, es una medida internacional. Es un problema en Estados Unidos y son pocos los países que se han salvado. México, por ejemplo. Debería ser gratuita la educación, no debería ser un negocio del Estado ni una herramienta para someter desde el endeudamiento y crear inseguridad, porque genera mucho daño sicológico.

– En el mismo ámbito del dinero, ¿le parece que muchas veces las salidas profesionales de los jóvenes están determinadas por cuánto dinero van a ganar siendo profesionales?

– Me parece terrible, porque no sólo de pan vive el hombre. La vida es más misteriosa que los negocios, pero es un mal muy profundo del mundo moderno. Jesucristo, ya que está el Papa por acá, parecía como demasiado enojado con los mercaderes que sacó a latigazos del templo, parecería que se le pasó la mano, pero hoy se le puede dar toda la razón en insistir que no pase un rico por el ojo de una aguja. Es cierto que milita el dinero contra lo humano, aumenta la producción y nos encandilamos con eso, como si importase más en la vida el aumento de la producción. Pero hay pueblos más primitivos que lo pasan mejor y que son más sabios en su manera de vivir.

– Y en esa evolución desde un estado primitivo, ¿en qué situación cree que está Chile?

– Mediocre. Es un país mediocre, gris. Hay países que tienen más lustre, Brasil por ejemplo, es más original, más vivo, la belleza de su música popular lo refleja; México es un país más grande de alma, con mucho espíritu artístico, que viene de la gente que es más artista. Chile mediocriza, es un país apático. Se pierde el sentido de la vida. La gente que se pregunta por el sentido de la vida en realidad busca una respuesta intelectual, pero las personas no tienen sentido de la vida porque no están viviendo. O porque se tienen vidas falsas, vidas siguiendo un mecanismo o falsos valores.

– Uno de los seminarios para profesores organizados por su fundación precisamente se llama “De la queja a la creatividad”…

– Sí, se está realizando en este momento, algunos de estos encuentros. Precisamente eso yo lo monté en España para crear una red de educadores que se den cuenta de lo monstruosa que es la educación para que haya dentro del mundo de la educación una voz discordante, porque si no son los educadores los que arreglan la educación no sé quién es, los gobiernos no parecen interesarse en darle marcha atrás a esa iniciativa, que debe venir de alguna trasnacional.

– ¿Cómo cree que se va a desarrollar el tema de la educación en el próximo gobierno de Sebastián Piñera?

– Yo tengo esperanzas de que Piñera, que es muy inteligente, opte, aproveche esta idea de que Chile podría ser un país ilustre solamente con interesarse en esa iniciativa de un cambio en la educación, para tener una educación que sea para los humanos y no para la información.

– ¿Qué espacio le damos a la emoción en la educación por sobre la razón?

– Hay dos aspectos de la vida emocional en los cuales debería interesarse la educación. Uno es la bondad, el que seamos más generosos, compasivos, más solidarios. Todas las emociones positivas son formas del amor. Y con respecto a las emociones negativas, que es lo que la Iglesia llama los pecados, el orgullo, la envidia, esas emociones requerirían neutralidad. Hay una capacidad que a veces es la conciencia misma, que es como un espacio vacío que permite las cosas, pero no se pelea con lo que está pasando. Se necesita algo así como la aceptación para no ser tan reactivo, para poder tener no sólo pasiones sino que “dispasión”.

– Muchas veces esas emociones se intentan neutralizar con la medicación de los niños

– Eso no debería hacerse, se debería lograr esa neutralidad a través de la meditación, lo que ahora llaman el mindfullness.

– ¿Qué opinión le merece que algunos padres defienden que ellos pueden educar mejor a sus hijos en temas valóricos y están en contra de algunas medidas implementadas en los colegios?

– Yo no diría que tengo una visión panorámica de eso. Yo una vez estaba dando una conferencia en la Universidad de Brasilia y me preguntaron los profesores “y usted, ¿no toma en cuenta la voluntad de los padres?” y yo me sorprendí porque yo creí que los padres eran personas que no querían que se les acostumbrara a los niños a vender el alma al diablo, que verían con buenos ojos una educación que conecte con la vida y no con estos falsos valores. Y me dijeron “no, los padres no entienden”. Yo no puedo decir que tengo un juicio general. Yo creo que debe haber padres que muy sanamente quieren la transmisión de valores familiares o valores simplemente, que la escuela no transmite, que las escuelas a veces se vuelven cárceles y hasta despiertan el terrorismo de parte de los jóvenes. Debe haber padres de todo tipo. Debe haber padres que creen hacerlo mejor que la institución y otros también que quieren lo básico para sus hijos, que sepan escribir y sumar y restar y que no pierdan el tiempo en sutilezas, que son estas cosas que nosotros vemos como vida interior. Pero creo que, en general, debe haber una educación conjunta de alumnos y de padres en ciertos asuntos relativos a la vida familiar y emocional, y profesores y padres.

– Su charla del año pasado causó mucho impacto por sus palabras respecto a la educación, ¿cree que se ha producido algún cambio o que ha habido algún despertar de la conciencia, que es el tema de este congreso?

– En la institución educativa no lo sé, no estoy lo suficientemente informado. Viajo por muchas partes y tengo que conformarme con una mirada más general. Veo las monstruosidad claramente, pero los progresos no los veo con tanta claridad, son más sutiles. Pero yo creo en un progreso de la conciencia que es generalizado en el mundo, independiente de las instituciones. Yo creo que están retrasadas las instituciones, pero la gente va percatándose más. Así como cuando la gente ve una película vieja y se ríe porque ya parece un poco vergonzoso cómo pensaban hace tres décadas atrás, o cómo sentían. Además, la gente se está volviendo más antipolítica, creo que eso es bueno, que se den cuenta de la monstruosidad que es el desarrollo de lo político, que es un arte de no hacerle caso a lo que quiere la gente, la política es un arte de gobernar contra la gente.

¿Tiene esperanza en el progreso de Chile?

– Espero, no pondría mis manos al fuego (risas). Estoy interesado, sí, y si puedo colaborar en algo, aunque ya estoy demasiado viejo para meterme muy de cerca. El hecho que se me haya tratado tan bien… Chile no era un país que me hiciera mucho caso hasta hace poco, me hacían más caso en Brasil, en Argentina y en Europa. Ahora está cambiando. La gente me ve en YouTube, seguramente, se conoce más mi pensamiento, pero mis libros todavía no son fáciles de conseguir en Chile.

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