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10 de Junio de 2016

Pedro Carcuro desclasifica su encuentro con Ali y la anécdota más increíble de su paso por Chile

El periodista deportivo entrevistó en 1980 al recientemente fallecido mejor púgil de la historia previo a su pelea con Larry Holmes. Pero no fue el primer chileno en conversar con él, cuenta el comunicador: en 1979 Muhhamad Ali tuvo un fugaz y accidentado paso por el aeropuerto de Santiago que pocos conocen.

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Eran otros tiempos. Las peleas de boxeo atraían la atención de millones de espectadores alrededor del mundo y el nombre de un púgil afro norteamericano, que flotaba sobre el ring como una mariposa y picaba como una abeja noqueando rivales, se escuchaba en cada rincón del planeta. Él decía una y otra vez que no quería que lo llamaran por su nombre de esclavo, Cassius Clay, sino que por su nombre religioso: Muhammad Ali.

Eran las décadas de los 60′ y 70′ cuando el fallecido Muhammad Ali sacudía el mundo y se auto proclamaba “el rey”. Y en cierto modo lo era. Su negativa a enrolarse en el ejército para pelear en Vietnam porque “ningún vietcong lo había llamado nigger”, sus sanguinarias peleas con Joe Frazier (que pudieron costarle la vida) y su épico triunfo en Zaire frente a George Foreman, lo convirtieron en el último gran héroe del siglo XX.

Bien lo sabía Pedro Carcuro cuando en 1980 viajó a Estados Unidos a entrevistarlo. Era la semana previa a un combate trascendental en la historia de Ali. La pelea contra Larry Holmes en el Caesar´s Palace, en Las Vegas. En el equipo de TVN que viajó también estaba el camarógrafo, Julio Arrate, y el productor, Pedro Cárdenas.

El equipo siguió durante casi una semana a la leyenda del boxeo y pudieron ver de cerca su rutina de entrenamiento. En conversación con El Dínamo, Carcuro contó la impresión que tuvo al ver por primera vez a Ali.

“Yo soy más o menos alto, mido un metro ochenta y cinco. Y Ali era más alto que yo, entonces uno ya lo miraba hacia arriba. Te prometo que es cierto que me dio la impresión de enfrentarme al Empire State. De enfrentarme a una torre. Transmitía una cuestión de poder, la imagen de un tipo poderoso. Un poco como un personaje de cómic como Superman. Un Superman de verdad, con valores humanos”, cuenta.

“Él salía a correr temprano a los campos de golf que circundaban el Silver Palace, como a las cinco de la mañana. Terminaba, desayunaba y descansaba y posteriormente hacía dos o tres sesiones de entrenamiento más. Una hora o 45 minutos de gimnasio y luego sesiones de guantes. Nosotros estábamos siempre viéndolo, éramos su marca personal”.

Durante su seguimiento a Ali, Carcuro comenzó a hacer buenas migas con su entrenador histórico, Angelo Dundee. El hombre que acompañó a Ali desde que era un veinteañero Cassius Clay, el “bocón de Louisville“, resistido por la prensa y el público por su arrogancia y por quien nadie daba un peso la noche en que arrebató el título mundial a un experimentado y peligroso Sonny Liston. Ya habían pasado 16 años desde ese entonces.

“Dundee tenía sangre italiana y hablaba un poco de italiano. Y yo también hablaba un poco de inglés. Entonces entre italiano e inglés generamos una relación muy empática y él nos ayudó mucho a que Ali tuviera disposición para una entrevista“, cuenta Carcuro. La conversación fue después de uno de los entrenamientos del boxeador.

“Concurrimos a una pequeña sala con una mesita de por medio, donde él se sentó. Como efecto del entrenamiento y del calor que había en cualquier lugar, incluso con aire acondicionado, Muhammad transpiraba y se secaba a cada rato. Pero tuvo toda la disposición del mundo para aceptar este inglés chamullado de un periodista chileno y para aceptar todas las preguntas. Tuvo una onda fantásitca, que es la onda de los grandes. Los grandes son sencillos y son buenas personas. Generalmente son los mediocres los que se creen mucho más de lo que realmente son”, cuenta Carcuro.

De la conversación, que duró casi una hora, el periodista deportivo recuerda especialmente una de las respuestas.  “Yo le pregunté si Ali es Cassius Clay y él me dijo que no. Que el envoltorio es el mismo pero son dos seres humanos distintos. Es una respuesta que retrata el cambio como ser humano que generó al declararse musulmán, al declararse un defensor de los derechos de las minorías afroamericanas, al declararse un enemigo de la guerra de Vietnam. Refleja el traspaso de una vida a otra”.

Frente a las cámaras y en los entrenamientos, Ali pretendía seguir siendo el mismo tipo que en Zaire, seis años antes, arengaba a la gente para que gritará “Ali Bomayé” (Ali mátalo) y juraba que iba a tumbar a Foreman. El que se peleaba con un peluche de chimpancé para agitar la previa de su pelea contra Frazier. El que decía que había asesinado a una piedra, tumbado a un cocodrilo y que superaba la velocidad de la luz. En los 80′ Ali aún mantenía parte de ese sentido del espectáculo que lo hizo destacar. Aunque ya no tenía el mismo físico.

Durante un entrenamiento de Larry Holmes, Carcuro y su equipo descubrieron a Ali entrar escondido como un verdadero espía para observar los movimientos de su rival. “Entonces fuimos rápidamente a ponernos detrás de él. Y con esa simpatía y sentido del espectáculo que tenía, se dio cuenta que tenía a Julio detrás de él y empieza a hacer gestos. Y le empieza a hablar a la cámara y a decir ‘este (Holmes) no es nadie para mi’. ‘Le voy a dar un baile en la noche de la pelea’. Fue un momento muy divertido en el que él llenó la cámara con sus gestos, haciendo marañas. Era el Ali verdadero, el Ali total, divertido y simpático”.

La pelea con Holmes fue para muchos el último instante de la carrera de Ali. En ella, la leyenda del boxeo fue derrotado tras diez asaltos por el púgil siete años menor que estaba llegando al cima de su carrera. Para muchos expertos ese combate nunca debió haber sido permitido e incluso se ha dicho que Ali no volvió a ser el mismo después de esa derrota.

“Para esa pelea con Holmes donde yo lo vi entrenar durante cuatro o cinco días, él se preparó muy bien. Pero ya no le daba el cuero. Estaba frente al mejor peso completo de ese momento. Un poco repitiendo la historia de él frente a Foreman, pero con la diferencia de que ya habían pasado seis años, que no son pocos en la vida de un boxeador. Evidentemente fue una derrota dolorosa, demasiado elocuente y contundente“, recuerda Carcuro, quien transmitió el combate desde Chile y vio con tristeza cómo caía al piso “The Greatest”. El propio Holmes lloró amargamente después de haberle ganado a su ídolo.

pedro carcuro

Un año después, Ali hizo su última pelea en contra del jamaiquino Trevor Berbrick, trece años más joven, en la que también fue derrotado. Posteriormente los efectos de la enfermedad del Parkinson, que lo acompañó hasta su muerte el 4 de junio de 2016, empezaron a hacerse cada vez más visibles y estuvo durante años alejado de las cámaras. Ningún periodista chileno volvió a entrevistarlo. Pero antes de Carcuro, hubo otro personaje que pudo acceder a conversar con Muhammad Ali. Y la desconocida anécdota detrás de esa conversación, realizada en Santiago de Chile, fue desclasificada por completo por el eterno partner de Sergio Livingstone.

El desconocido paso por Santiago de Muhammad Ali

Fue en 1979 cuando Alí visitó Argentina para el 60 aniversario de la revista El Gráfico y donde incluso levantó la Copa Mundial ganada por los trasandinos el año anterior. Alí tenía historia con ese país: en 1970 protagonizó un duro combate con el púgil porteño Óscar Ringo Bonavena, quien seis años después murió asesinado en un cabaret. En su viaje de ida, el avión del boxeador hizo una breve escala en Santiago. Fue ahí donde ocurrió una de las anécdotas más increíbles de la historia del periodismo deportivo.

Carcuro desclasifica el hecho con todo detalle. “Esto ocurre un fin de semana. Yo no recuerdo si fue un sábado o un domingo en el año 79 en el que Ali viene en un vuelo desde Estados Unidos a Buenos Aires con escala en Santiago de Chile. Tardíamente le avisan al departamento de prensa y le toca al periodista que estaba de turno ir rajado hacia el aeropuerto de Pudahuel. En ese tiempo era muy fácil ir a la sala de tránsito de Pudahuel”, cuenta.

“Él niega siempre esta historia, así que es una infidencia. Pero él llegó al aeropuerto cuando el avión ya estaba carreteando para salir y despegar rumbo a Buenos Aires. Entonces él toma el teléfono, arriesgando el pellejo, y llama a la torre de control o al aeropuerto de Pudahuel diciendo que había una bomba en el avión. Ahí se activaron todas las alarmas y los brazos de seguridad y el avión tuvo que volver. Y así Ali se bajó y el periodista lo entrevistó. Fue un gran golpe periodístico. Él dice que no llamó. Pero yo creo que su capacidad periodística lo obligó a hacer esta trampa peligrosa, pero lo hizo. Está comprobado”, asegura Carcuro.

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