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10 de Julio de 2012

Controvertidas cajas para abandonar guaguas resurgen en Europa

Al facilitarle a la madre el deshacerse de su hijo, dicen los críticos de la iniciativa, éstas se sienten menos inclinadas a buscar la ayuda en ese momento de trauma emocional e incluso de riesgo físico, quienes las apoyan, señalan que es una alternativa para madres desesperadas.

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En medio de una tranquila calle de un suburbio de Berlín, un  simple cartel con una flecha apunta hacia un sendero que se abre paso entre los árboles. El cartel dice “Babywiege” (cuna en castellano).  Al final del camino hay una caja de acero inoxidable con una manija. Dentro hay un espacio de 50 centímetros de alto por  50 de ancho y 70 de largo, similar a una incubadora a 37 grados Celsius, donde se ubican un par de pequeñas mantas prolijamente dobladas para abrigar al recién nacido. Confortabilidad a toda prueba

La cálida temperatura del contenedor es tranquilizadora. En su interior también hay una carta con indicaciones de qué hacer si uno cambia de opinión.

Alrededor de dos veces al año, alguien -posiblemente una mujer- camina por esta recluida senda que conduce a la parte trasera del Hospital Waldfriede para dejar allí a un bebé nacido tal vez en secreto y pocas horas antes. Esta persona -posiblemente su madre- se marcha luego de allí. Ya no volverá a ver al recién nacido. Cuando éste crezca, no sabrá quién fue su madre. El proceso es secreto y anónimo. Nadie sabe quién dejó allí al bebé.

¿Una ayuda?

El anonimato es precisamente el punto que critican aquellos que están en contra de este sistema que data del medioevo y que volvió a implementarse en los últimos 10 años. Podrían ser padres inescrupulosos o incluso proxenetas que presionan a las madres para deshacerse del niño, dicen los críticos.

Según dijo Kevin Browne, psicólogo de la Universidad de Nottingham, en el Reino Unido, “una serie de estudios en Hungría muestra que no son necesariamente las madres las que abandonan a sus hijos en estas cajas, pueden ser parientes, proxenetas, padrastros o los padres”. “Por eso, la gran pregunta es si estas cunas están protegiendo los derechos de la mujer y si la madre del bebé está de acuerdo en que se lo dejé allí”, dice Browne.

A juicio de  Browne “este sistema es tan anónimo, tan alejado de la posibilidad de dar ayuda psicológica, que genera una situación dañina para la madre y para el hijo”.

Al facilitarle a la madre el deshacerse de su hijo, dicen los críticos de la iniciativa, éstas se sienten menos inclinadas a buscar la ayuda que necesitan en ese momento de trauma emocional e incluso de riesgo físico.

Éste es un argumento que rechazan los impulsores del proyecto. Según ellos, les están ofreciendo a las madres desesperadas una manera segura de abandonar a sus hijos no deseados. Si no existiese esta posibilidad, dicen, muchas dejarían a sus bebés muertos de frío a la intemperie.

Por casos como estos la iniciativa está ganando impulso para extenderse por Europa Central y del Este, desde los estados bálticos hasta Alemania, Austria, Polonia, la República Checa y Rumania.

En una de las cunas instaladas en Hamburgo, han dejado 42 bebés en los últimos 10 años. De las 17 madres contactadas por los organizadores del sistema, 14 volvieron por sus niños.

Steffani Wolpert, una de las mujeres a cargo del sistema en Hamburgo, cree que esto es mejor que nada.

“En 1999 cinco bebés fueron abandonados. Tres de ellos fueron hallados muertos”.

“Reflexionamos sobre esta situación, por qué pasó y hallamos una nueva manera para que estos niños sobrevivan”, explica.

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