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19 de Noviembre de 2010

"La Nueva Derecha tiene más sabor a vino tinto que a Chardonnay", por Marcelo Brunet

Nueva derecha es, sin dudas, el concepto de moda. Apreciamos el nacimiento de una derecha joven, orgullosa de sus banderas, dispuesta a convertirse en mayoría social. ¿Cuánto de espejismo hay en ella y cuánto hay de realidad? Veamos.

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Nueva derecha es, sin dudas, el concepto de moda. Apreciamos el nacimiento de una derecha joven, orgullosa de sus banderas, dispuesta a convertirse en mayoría social. ¿Cuánto de espejismo hay en ella y cuánto hay de realidad? Veamos.

La nueva derecha se contrapone a la antigua derecha terrateniente, oligárquica, sin doctrina propia. Que defendía intereses antes que posiciones. Que, como bien la definía Arellano, “representó los intereses y miedos de una parte de la sociedad chilena que estaba en desacuerdo con la forma en que se estaban desarrollando los cambios en el país” (1) más que una doctrina propia o un relato coherente.

Sin embargo, no es posible, a mi juicio, encontrar las raíces de esta “nueva derecha” en sus antecedentes franceses, como algunos han pretendido. No es la “novelle droite” de De Benoist (2), basada en una antinomia al Gramnscismo, ni la de Guy Sorman.

No, la nueva derecha tiene más sabor a vino tinto que a Chardonnay, y suena más cercana a cantar “El pueblo unido” de Quilapayún que a una nueva versión de la Marsellesa. ¿Qué hace a la actual generación de derecha sentir que representa un sentimiento nuevo, una idea de gobierno nueva?

A mi juicio, hay tres hechos que permiten establecer su nacimiento en estos días:

  1. La nueva derecha se plasma y se encarna con la llegada por la vía democrática a la presidencia de Sebastián Piñera. La necesidad de renovar a la antigua derecha había sido esbozada hace años. De alguna manera fue ejecutada por la UDI en los años 80s por su Departamento Poblacional (3). Pero fue necesario que la nueva generación de derecha se fundara sobre la ética del poder. Cuando, como en Chile, las dirigencias son cultas y serias, la estadía en el gobierno hace responsable a quienes lo ejercen.
  2. La nueva derecha representa un quiebre del “accidente pinochetista”. Sin dudas, hablar de “nueva derecha” con la figura del ex comandante en jefe y ex gobernante de facto era imposible. Su sola presencia motivaba la diada “dictadura-democracia”. La derecha que, siguiendo la lógica latinoamericana y europeísta de ceder a la tentación del militarismo es hoy reemplazada por un movimiento con vocación de mayorías.
  3. La pérdida de influencia de la Iglesia Católica como actor preponderante en la política nacional, genera un espacio en la que las ideas de derecha vuelven –como siempre debió ocurrir- a sustentarse por sí mismas más que por su cercanía al clero. 

De este modo, y sólo a modo enunciativo –en parte porque desarrollarlas daría para un desarrollo mucho más extensivo que el que permite una columna y en parte porque es un proceso en plena definición- a mi modo de ver las cuatro columnas sobre las que se funda esta nueva generación son las siguientes:

 

  • Un movimiento basado en la dignidad humana. Como consecuencia de esto, un movimiento que no tiene miramientos en fomentar la cultura de los derechos humanos y condenar sus trasgresiones, sea que éstas se produjeran en Chile durante el gobierno militar o en Cuba o China.
  • Un movimiento políticamente laico. No es que sus miembros sean necesariamente agnósticos o ateos: simplemente, aceptan la idea de separación de iglesias y Estado en forma correcta. 
  • Un movimiento sustentado en la movilidad social. En la lógica del emprendimiento por sobre la del igualitarismo. Basada en la supremacía de la meritocracia por sobre la pretensión de la uniformidad igualitaria estatista.
  • Un movimiento con vocación de mayorías. Esta nueva generación de derechas no tiene los complejos de sus antecesoras: no es un movimiento de cuadros, de defensa de interés. Ni siquiera es concebible como un movimiento meramente electoral: la nueva derecha está llamada a ser un movimiento social, que altere esa errada percepción de que Chile es un país ideológicamente de izquierdas.

 

En suma, la nueva derecha es, sin dudas, el relato que extrañábamos –pero que intuíamos- significaba la asunción al poder de esta nueva generación: a diferencia de la Concertación, que se construyó como oposición al pinochetismo, la actual derecha gobernante no es una mera reacción a la Concertación la que la une, sino una doctrina moderna, capaz de dar buen gobierno a Chile, con eficacia, con modernidad… como el pueblo de Chile lo merece y necesita.

 

(1) Arellano G., Juan Carlos. EL PARTIDO NACIONAL EN CHILE: SU ROL EN EL CONFLICTO POLÍTICO (1966-1973) Atenea N° 499- I Sem. 2009: 157-174
(2) BENOIST, A.: La nueva derecha. Planeta. Barcelona, 1982. p.220
(3) Sin dudas el capital electoral que transformó a la UDI en el principal partido electoral del país surge en ese movimiento, pero es discutible que sus ideas, plasmadas en su declaración de principios, se impusieran doctrinariamente en el electorado que vota por ellos.

NOTA SOBRE EL AUTOR: Marcelo Brunet Bruce es abogado y licenciado en Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Profesor de Teoría Constitucional y Derecho Constitucional. Es autor de “Manual de Derecho Político, Sociedad y Estado”y de variadas publicaciones científicas en el ámbito del derecho público.@marcelobrunet en twitter.

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