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28 de Noviembre de 2010

"El Nene", por José Tohá M. desde Washington

"A 36 años de su muerte, el 15 de noviembre, la Corte de Apelaciones ordenó la reconstitución de los momentos finales de la vida de mi padre y la exhumación de su cuerpo con el objeto de determinar finalmente la razón de su muerte. 

 


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“A 36 años de su muerte, el 15 de noviembre, la Corte de Apelaciones ordenó la reconstitución de los momentos finales de la vida de mi padre y la exhumación de su cuerpo con el objeto de determinar finalmente la razón de su muerte. 

 


Ya sea por su estrecha amistad con Salvador Allende, por su trabajo como director del diario La Ultima Hora o por la labor que desempeñó como Ministro del Interior y Defensa; José Tohá es conocido por muchos por su trayectoria política. Sin embargo, como hijo, la imagen pública de mi padre está íntimamente ligada a los recuerdo personales que conservo de él. Me es casi imposible separarlas. 

 

Las historias que me han contado sus amigos, mis tíos y mi madre, sólo refuerzan la imagen de un personaje intachable y de inusual nobleza. Entiendo la importancia y los alcances políticos e históricos de lograr verdad y justicia en el caso de José Tohá. Pero al mismo tiempo, esa lucha, a veces, opaca la búsqueda de verdad y justicia para el padre, el marido, el tío y el hermano. Para mí y mi familia, ésta es también una lucha íntima. Es una lucha por un ser que amamos, admiramos y extrañamos todos los días. No sólo perdimos un político sobresaliente, también un ser humano único e irreemplazable. No sólo murió José Tohá, también lo hizo “el Nene”, como lo llamaban sus padres y hermanos.

 

Aquel 11 de septiembre 1973, cuando mi padre partió a La Moneda por ultima vez, yo recién tenia 5 años. Su muerte, 7 meses después, dejó un vacío que me acompaña desde que tengo memoria. A pesar del inagotable optimismo con el que me crió mi madre, su ausencia me define como persona. 

 

Una de las imágenes más vividas que conservo, es la de mi padre y yo sentados en el patio de la casa mientras él se peinaba antes de partir a La Moneda. Me mostraba cómo había que ponerse el limón en el pelo para mantenerlo fijo. Cuando terminaba de peinarse, exprimía el limón en mi mano y yo lo imitaba haciendo lo mismo con su peineta. 

 

Recuerdo que eran días asoleados y que sentía su cariñosa sonrisa al verme copiar su diario ritual. Inclinaba su cabeza hacia un lado al mirarme. Es un recuerdo muy simple, de un momento cotidiano de un padre con su hijo. Nada muy especial seguramente, pero para mí es uno de los grandes tesoros que guardo, una imagen del padre que me fue arrebatado antes de tiempo. 

 

Es duro pensar en los tantos momentos sencillos que no tuve junto a él.  A pesar de esta inmensa pérdida, y gracias al modo en que mi madre nos crió, no conservo ni la más mínima sensación de odio o rencor. Pero lo que sí me resulta evidente, es que este gran hombre, de singular empatía, nobleza y sensibilidad, no me ha acompañado estos últimos 36 años. No sólo perdimos un inigualable político, también se le quitó la vida a un muy buen padre, marido, tío, hijo, hermano y amigo. 

 

A 37 años del golpe de estado, sé que para muchos es fácil validar el olvido. También me consta que otros pocos piensan que usamos los DD.HH. como un instrumento político. Pero la dura verdad no permite interpretaciones.

 

Como José Tohá, en Chile al menos 2.115 personas murieron como resultado de la violación a sus derechos humanos. Decenas de miles de hijas, hijos, esposas, esposos, hermanos, padres y amigos perdieron a un ser amado bajo inhumanas e injustas condiciones.

 

Querámoslo o no, la dictadura dejó una herida histórica y una humana. Las secuelas del daño al país las descifrarán los historiadores. La herida humana nos toca a nosotros los chilenos curarla con verdad y justicia. Esta herida sigue abierta y lo seguirá estando ya que muchos continuamos esperando la vuelta a casa de nuestros padres, esposos e hijos. Sin la verdad, seguiremos esperando”.

 

 

 José Tohá M. es arquitecto y Magister en Arquitectura y Urbanismo de The Catholic University of America en Estados Unidos. Reside en Washington, DC donde es socio fundador de Grupo7, un estudio de arquitectura con oficinas en Washington y Santiago. 

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