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7 de Diciembre de 2016

Carta abierta a mi vecino racista: el texto que todos deberían leer en medio del debate por extranjeros

Yasna Mussa, quien vivió tres años en París, Francia, quiso dar cuenta de su experiencia en el extranjero para concientizar sobre el tema de la migración, que se ha tomado la agenda en los últimos días.

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Yasna Mussa es una chilena que hace un año regresó a nuestro país, luego de que en 2011 partiera a París, Francia, buscando nuevas oportunidades. A través de una carta que fue publicada en el sitio Noesnalaferia, quiso referirse al tema que se ha tomado la agenda noticiosa en los últimos días: los extranjeros en Chile.

“He escuchado sus descalificaciones racistas y su reciente patriotismo que surge en medio de este debate nacional sobre el tema migratorio. Por lo mismo, creo necesario contarle mi experiencia, considerando que cada un extranjero en Chile, hay tres chilenos viviendo en el extranjero”, comenzó la misiva.

Con motivo de “aprender, saciar mi curiosidad, conocer el mundo y, quizás, algún día, dedicarme a trabajar como reportera desde otros rincones“, la mujer decidió partir al viejo continente, donde tuvo que trabajar por primera vez en algo que no era lo que había estudiado: de niñera. Allí conoció a otras mujeres extranjeras en su misma situación, y que provenían de países como China, Marruecos, el Congo o México.

“Mientras los niños jugaban, nosotras nos contábamos la vida, nuestros sueños y aprovechamos de intercambiar datos de arriendo de habitación o de trabajos extras para ganar algo más de dinero y así subsistir en la tercera ciudad más cara de Europa. Ya sabe, eso que llaman solidaridad y empatía“, relató, dando cuenta que muchas de ellas habían llegado al país galo para realizar algún post-grado y que gran parte de ese grupo había ido a la universidad.

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El precario francés le impidió a Yasna conseguir un trabajo mejor, pero todos los días sintonizaba Radio Francia Internacional con el propósito de mejorar su vocabulario con el sueño de, algún día, trabajar en dicha emisora.

“Sin una red de apoyo, sin amigos de confianza o familiares, enfrentando un invierno duro y completamente ajeno para una ariqueña. Tuve que trabajar en cuanta oportunidad aparecía. Pegué afiches de festivales de cine, repartí publicidad, fui mesera y niñera de muchos niños y niñas durante tres años. Escribí cientos de cartas de motivación. Recorrí media ciudad repartiendo mi curriculum. Pegué anuncios en muchos muros ofreciendo clases de español. Me puse nerviosa y tartamuda en cada entrevista de trabajo en francés. Sé que en la mitad de ellas me rechazaron porque no pronuncié bien una palabra o porque algo en mi respuesta les pareció sospechoso”, consignó.

A pesar de las dificultades que tuvo que enfrentar, “conocí a mexicanas, colombianas, peruanos y muchos otros talentos excepcionales que salieron de su zona de confort con las ganas de buscar las oportunidades que en su país no encontraron. Asumieron el desafío de levantarse por la mañana sabiendo que tendrán que disculparse por no ser del país, por manejar otros códigos, por tener otro acento. Porque ser extranjero es apurarse para dar en algún gesto la prueba de que eres confiable, honesto, capaz. Es saber que todo te costará el doble o, a veces, el triple. Que aunque lo hayas elegido y no estés huyendo de guerras o condenas, nunca es fácil partir de cero, reconstruir tu historia, ganarle a la nostalgia, asumir que estás sola“.

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“He dedicado gran parte de mi trabajo de los últimos años ha cubrir migraciones, tanto forzadas como voluntarias, y sabe qué vecino, siempre me encuentro con historias excepcionales, cargadas de una valentía que ya se la quisieran la mitad de los chilenos. De gente que ha sabido salir adelante con su color de piel y su bolsillo en contra. De personas que perdieron todo en su país de origen y que nadie reconoce como víctimas, sino como meras amenazas que cometieron el pecado de querer salir porque en esa huida al menos existía la posibilidad de vivir“, sostiene.

A eso, agregó que “es probable que en el minuto 10 segundos que la televisión le dedica a hablarle de conflictos que ocurren en países que usted no ubica en el mapa, el colega periodista no alcanza a contarle el contexto y la historia de ese pueblo. A explicarle que usted tiene mucho más en común con ese migrante pobre que con Andrónico Luksic. Es probable, también, que luego haya visto 15 minutos de noticias que relacionan inmigración con delincuencia y prostitución”.

“Se ha preguntado vecino, cuántas haitianas, venezolanas o colombianas están hoy atendiendo mesas, mientras sueñan despiertas con ejercer lo que estudiaron en su tierra de origen. Cuántos otros, esperan que este país les ofrezca la oportunidad de estudiar por primera vez. Cuántos destinan la mitad de su salario para vivir con lo justo, porque deben enviar remesas a los hijos que dejaron a cargo de otros familiares, mientras ellos consiguen papeles y algo de estabilidad“, señaló, antes de concluir.

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