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25 de Mayo de 2020

Desde la gripe española al MERS: la historia del uso de plasma para enfrentar las pandemias

El ministro de Salud, Jaime Mañalich, expresó su rechazo a este tipo de tratamientos para enfrentar al coronavirus, a pesar de que su uso ha sido requerido en otras enfermedades infecciosas.

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El uso de plasma de pacientes recuperados de coronavirus ha sido parte del debate, especialmente luego que el ministro de Salud, Jaime Mañalich, expresara su rechazo al uso de este tipo de tratamientos por su eventual riesgo.

Aunque actualmente se están realizando pruebas experimentales (las que resultaron exitosas en el caso de un médico de San Antonio), este elemento como forma de mejorar el estado de salud de los contagiados ha sido usado en otras pandemias a lo largo de la historia, con cierto éxito comprobable.

En concreto, el “plasma convaleciente” se ocupó para tratar la devastadora gripe española de 1918, el SARS en 2003, la gripe H1N1 en 2009, la de MERS en 2012 y el ébola en 2014.

Estos casos han servido para que especialistas como el médico inmunólogo de la Universidad Johns Hopkins, Arturo Casadevall, afirmaran que las transfusiones son “lo único que tenemos en este momento que tiene buenas posibilidades de funcionar” antes del hallazgo de la vacuna.

Gripe española

La primera de las grandes pandemias de la historia reciente que fueron tratadas con el uso de plasma fue la llamada “gripe española” de 1918. La influenza, que tras el fin de la Primera Guerra Mundial avanzó de forma dramática en gran parte del mundo, no tenía vacuna ni forma de tratamiento rápido que permitiera su control.

Los pocos antecedentes existentes de aquella época señalan que se realizaron transfusiones a cerca de 1.700 pacientes. Aunque es difícil determinar su grado de éxito con los parámetros de la medicina actual, investigaciones recientes señalan que la mortalidad habría bajado en el 21% de los tratados.

Al igual que con el COVID-19, el tratamiento sirvió como una medida de “corto plazo”, ya que la pandemia recién se controló con la mutación del virus y la formación de anticuerpos en la mayoría de la población.

SARS, H1N1, ébola y MERS

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Unas bolsas con plasma. (Foto: PescediBabele /Wikimedia Commons)

Tras la gran pandemia de principio del siglo XX, el mundo conoció de otras enfermedades infecciosas que también fueron tratadas con plasma.

En 2003, China sufrió un brote importante de SARS (virus similar al COVID-19), el que que resultó altamente letal para los contagiados. Una publicación de la National Library of Medicine (NLM) señaló que Hong Kong aplicó el tratamiento a 80 pacientes, quienes tuvieron una mejoría en su pronóstico de recuperación.

Posteriormente el plasma se usó para las pandemias del H1N1 y el MERS, las que también se fueron controlando con medidas epidemiológicas y tratamientos rápidos con plasma.

Un caso evidente de los beneficios de las transfusiones fue lo ocurrido con la expansión del ébola en 2014. Un artículo publicado por  The Journal of Clinical Investigation aseguró que un estudio en 69 pacientes de Sierra Leona determinó que quienes recibieron el plasma de recuperados tuvieron una tasa de letalidad del 28%, frente al 44% del grupo que recibió el tratamiento normal.

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