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4 de Agosto de 2014

Alto Maipo: la Belleza importa

A diferencia de Alto Maipo, o de Punta de Choros donde se paralizó Barrancones, el polo Quintero-Ventanas es un balneario popular cuyo paisaje ha sido destruido hace décadas por industrias contaminantes, afectando la salud de 45 mil habitantes y casi 100 mil veraneantes.

Por Iván Poduje
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La protesta al proyecto hidroeléctrico Alto Maipo refleja la enorme relevancia que ha adquirido la belleza del paisaje en las causas ambientales chilenas.

De otro modo no se explica la alta convocatoria que tuvo esta marcha, y la indiferencia que hemos visto respecto a las cuatro termoeléctricas que la misma empresa generadora ha instalado en Ventanas.

A diferencia de Alto Maipo, o de Punta de Choros donde se paralizó Barrancones, el polo Quintero-Ventanas es un balneario popular cuyo paisaje ha sido destruido hace décadas por industrias contaminantes, afectando la salud de 45 mil habitantes y casi 100 mil veraneantes.

Pese a ello la marcha convocada para rechazar una nueva central a fines del año pasado, tuvo escasa repercusión. No fue en la Alameda sino que en una solitaria calle de la zona. No atrajo a 70 organizaciones no gubernamentales, ni tuvo como promotores a grandes personalidades, artistas o líderes de opinión.

Lo mismo ocurrió en Coronel, Tocopilla, Huasco o Mejillones cuando se instalaron centrales con grandes chimeneas en áreas urbanas densamente pobladas, o en San Antonio donde se construyeron10 silos industriales de 30 metros de altura (11 pisos) en pleno centro cívico, sin motivar grandes titulares como en el fatídico mall de Castro.

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El común denominador en todos estos casos, ha sido el bajo ingreso de sus habitantes, la existencia de un paisaje poco atractivo, y la ausencia de cisnes, ballenas o delfines que salvar. En el fondo, la indiferencia se ha debido a su falta de belleza.

Quizás por esta misma razón, no hemos visto grandes marchas para protestar por la crítica contaminación del aire que afecta a 800 mil habitantes en el sur, incluyendo Coyhaique, que luego de movilizar a un país completo, se quedó sola alegando por las cinco emergencias ambientales que ha debido sufrir en cuatro meses.

Sería injusto culpar de esta indiferencia a todas las organizaciones ambientales. De hecho Oceana levantó el problema de las centrales termoeléctricas en ciudades de bajos ingresos, Terram ha publicado reportes sobre el drama de Coyhaique y Greenpeace ha organizado campañas para alertar la contaminación en pequeñas localidades alejadas del radar de las redes sociales.

El problema es más serio y estructural, y no es más que es otra muestra de la desigualdad que tanto afecta a Chile. La misma que explica porqué los vertederos, las cárceles o las autopistas elevadas se instalan siempre en comunas pobres, cuyo paisaje empeora luego de su construcción, afectando su economía o su calidad de vida de forma irreversible.

Este círculo vicioso debe terminar. El Estado debe implementar políticas de ordenamiento territorial que eviten que proyectos necesarios pero no deseados, se instalen solo en función de la emoción o indiferencia que genera su paisaje, o la influencia que ejercen autoridades locales y vecinos.

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