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27 de Noviembre de 2014

Parques para la vida diaria

Aún quedan grandes desafíos que enfrentar, tales como la representatividad de los ecosistemas terrestres, los beneficios a las comunidades aledañas, la cobertura y representatividad de ecosistemas marinos, así como el manejo efectivo que permita que estos no sean solo “parques de papel”.

Por Rodrigo Catalán
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Rodrigo Catalán es Ingeniero Forestal de la Universidad de Chile, actualmente se desempeña como director de Conservación de WWF Chile. Ha desarrollado diversos proyectos en el tema de plantaciones forestales y sustentabilidad.

“Parques, poblaciones y el planeta: soluciones inspiradoras” fue el leitmotiv del último Congreso Mundial de Parques, que tuvo a Sidney (Australia) por sede y que culminó hace algunos días.

La conjunción de estos tres conceptos como lema no es casual, sino que responde a la potente interacción que existe entre ellos y que, no obstante, en muchas ocasiones se desconoce o es pasada por alto.

Es evidente que los parques son fundamentales para la conservación de la naturaleza, pero no queda tan claro para la comunidad en general lo importantes que igualmente son para la vida diaria de los seres humanos. Esto, gracias a la entrega de servicios ecosistémicos clave, que no solo contribuyen al entorno inmediato de estas áreas protegidas, sino que lo hacen a nivel planetario, tales como la regulación del clima y la provisión de agua. Recientemente, por ejemplo, un estudio publicado en la revista Nature mostró que 33 de las ciudades más pobladas de la Tierra obtienen al menos la mitad de sus recursos hídricos desde áreas protegidas. Es decir, si ellas no existieran o sufrieran un deterioro relevante, la vida en estas urbes se vería dramáticamente afectada.

Sin duda, el recién celebrado Congreso Mundial de Parques entrega la oportunidad perfecta para revisar cómo está la relación de los chilenos con nuestras áreas protegidas. Al respecto, es imposible no reconocer el avance que ha experimentado la superficie protegida a nivel nacional, particularmente en el ámbito terrestre. Hoy Chile posee 36 Parques Nacionales, 49 Reservas Nacionales y 15 Monumentos Naturales, unidades pertenecientes al Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Estado (SNASPE) y que en conjunto cubren unos 14,5 millones de hectáreas, que representan el 19% del territorio continental del país. A estas positivas cifras debe sumarse el aporte de las áreas protegidas privadas e indígenas, con una superficie aproximada de 1,6 millones de ha.

No obstante, aún quedan grandes desafíos que enfrentar, tales como la representatividad de los ecosistemas terrestres, los beneficios a las comunidades aledañas, la cobertura y representatividad de ecosistemas marinos, así como el manejo efectivo que permita que estos no sean solo “parques de papel”.

Una nueva institucionalidad debe asumir estos retos y encaminar los esfuerzos para que Chile pueda cumplir sus compromisos internacionales, por el bien de todos los habitantes de este país. Esto es lo que hace tan relevante, por ejemplo, la creación del Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, proyecto de ley que aún se discute en el Congreso. Esta iniciativa les dará soporte legal a los parques terrestres y marinos en Chile, aspecto fundamental frente a la gran presión que actualmente ejercen sobre ellos proyectos energéticos y de industrias extractivas.

Otro tema urgente tiene que ver con la representatividad de las áreas marinas protegidas, que actualmente es menor al 5%, lejos aún de la cifra comprometida ante la Convención sobre Diversidad Biológica (CBD) en las llamadas Metas de Aichi, que establece que al 2020 al menos el 10% de las zonas marinas y costeras de importancia para la diversidad biológica y los servicios ecosistémicos debe estar protegido.

En resumen, mientras el mundo destaca el valor que tiene para la gente y el planeta el conservar la biodiversidad, en Chile aún discutimos la creación de un servicio de áreas protegidas, nuestros ecosistemas marinos no están adecuadamente protegidos y las comunidades indígenas y los privados no ven reconocidas ni incentivadas sus iniciativas de conservación. Todo lo anterior resulta de suma urgencia para un país como el nuestro, si quiere alcanzar un desarrollo sustentable en el cual nuestro patrimonio natural terrestre y marino esté resguardado para el beneficio actual y futuro de nuestra gente y nuestro planeta.

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