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15 de Enero de 2011

"Nómadas por Colombia", parte II

En un pequeño bus, algo así como la micro amarilla más fea que estuvo en Santiago, viajamos a Neiva, ciudad ubicada en el departamento de El Huila al sur de Colombia.

 

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En un pequeño bus, algo así como la micro amarilla más fea que estuvo en Santiago, viajamos a Neiva, ciudad ubicada en el departamento de El Huila al sur de Colombia.

 

Ilusamente creímos que el viaje tardaría unas cuatro o cinco horas, como nos habían dicho, sin embargo por la congestión de año nuevo y la vía alternativa que tomó el chofer, que nos condujo entre acantilados y el río Bogotá, que según muchos es el más contaminado del mundo, el viaje terminó durando ¡ocho horas!

 

El río contiene una espuma blanca que se queda pegada en las plantas y rocas, produciendo un olor asqueroso en varios kilómetros a la redonda. Esto no impide que personas de bajos recursos vivan en la rivera, que mantienen carteles que dicen: “Se prohíbe el paso a la rivera del río”.

 

Las largas ocho horas de viaje fueron sumamente “cómodas y agradables” gracias a dos niños que nos interrogaron todo el camino. Ya en Neiva comprobamos la característica más conocida de la ciudad: ser zona caliente. Esto no es sólo por su condición climática sofocante, sino también por ser una zona de constantes enfrentamientos de la guerrilla, los que conocimos directamente las primeras noches, ya que a pocas cuadras de donde nos hospedábamos hubo un atentado que hizo explotar los vidrios de muchas casas del sector, y todo por una bomba de sonido puesta cerca del cuartel de la policía.

 

Más allá de lo anterior y aprovechando las riquezas de El Huila, teníamos mucho por conocer. La ciudad Rivera que está a minutos de Neiva nos entregó  termas y paisajes muy verdes para recorrer, los que disfrutamos tanto de noche como de día.

 

También es muy recomendado ir a San Agustín, pueblo que tiene ruinas y atractivos arqueológicos. Pero no sólo eso, ya que puedes tomar una taza del mejor café del mundo, debido que en El Huila están las productoras del mejor café, a pesar de no estar en el conocido eje cafetero.

 

Los siguientes días nos seguimos sorprendiendo por la amabilidad de los colombianos, que mediante un primo que nos hospedaba en Neiva, nos invitaron a jugar un partido de fútbol. Claramente no estábamos preparados para esto, pero de igual forma hicimos un espectáculo, por nuestras vestimentas de “guachacas”, según algunos.

 

Ya el último día en Neiva, cansados del calor, decidimos ir a conocer pequeños pueblos aledaños a la ciudad. Conocimos la represa “Betania”, construida por chilenos, la cual trae a muchos turistas por su impacto ambiental y lo que genera el embalse.

 

Luego de recorrer varios pueblos, probar varias comidas típicas y acompañadas de las siempre infaltable frías cervezas, Javier nos invitó a irnos de fiesta por los bares de la ciudad, donde se baila mucha salsa y reggaetón, siempre al tono de la tradicional agua ardiente y los “shots” de ron que son típicos en Colombia.

 

Ya de madrugada tomamos un bus a Armenia, ciudad del eje cafetero de Colombia, que está más al norte que Bogotá. Pero debido al “carrete” de la noche anterior, el inicio del viaje se nos hizo sumamente difícil y nuevamente la mala suerte de los buses nos pasó la cuenta, debido a que el viaje que inicialmente duraba cinco horas, se transformó en un viaje de 14 horas. Esto porque los militares nos bajaron del bus para revisarnos, cual sospechosos de un crimen. Sin embargo son medidas para evitar el traslado de drogas y armas.

 

Luego el bus quedo en pana, lo que significó esperar en medio de la nada a que otro bus nos recogiera, lo que produjo que la gente se impacientaría y armara una “revolución” en el camino, dejando a personas encargadas de cuidar el bus para que así nadie entrara a robar, mientras otros buscaban respuestas de la empresa. Nuevamente el sentido comunitario del colombiano se hizo presente, y logramos que viniera otro bus a recogernos, todo gracias a la unión de los pasajeros y a la correcta organización.

 

El bus nos dejó en Armenia, ciudad que estaba vacía y sin ningún lugar para poder hospedarnos, por lo que decidimos irnos a otra ciudad de inmediato, y qué mejor que ir a la fiesta de remate del Carnaval de Manizales.

 

Llegando a las 9 de la noche a la zona rosa de Manizales, donde se ubica la hostal “The pit stop Hostel”, epicentro del carrete carnavalero, nos preparamos para la fiesta. El carnaval o feria de Manizales era pura “rumba”, fiestas en las calles y en los bares, cada una con distintos estilos y diferentes ambientes.

 

Toda la zona rosa plagada de extranjeros, vestidos especialmente para despedir un carnaval que demostraba haber sido uno de los mejores.

 

Ya “prendidos”, entramos al bar del hostal, donde había una fiesta electrónica a cargo de un gran DJ, luego cruzamos la calle y había otra fiesta de rock con bandas en vivo tocando Led Zeppelin, AC/DC, Soda Stereo, entre otros. Pero al rato nos fuimos a otro lugar que nos ofrecía salsa, reggaetón y ritmos tropicales. Todo en un sólo lugar.

 

La fiesta acabó entrada la mañana del día lunes, y nosotros recién empezábamos a conocer el eje cafetero de esta Colombia, que promete mucho y cumple más. 

 

 

Francisco Sepúlveda es estudiante de tercer año de Derecho en la Universidad Diego Portales. Junto a Ignacio Silva, ha comenzado un viaje de dos meses por Colombia para descubrir el corazón y alma de ese país. 

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