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19 de Agosto de 2014

Ciudades de Papel

Poco sirve ser unos de los países en Latinoamérica, con mayor cobertura de territorio regulado, si es que nuestra Planificación urbana queda reducida a coloridos planos, que permiten crecimiento inmobiliario, mientras que la inversión pública se ve entrampada en la burocracia del sistema nacional de inversiones.

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Este año, las catástrofes ambientales han colocado en evidencia  las limitaciones de las herramientas de la planificación urbana de Chile, para resolver los problemas del crecimiento de nuestras urbes, de manera equilibrada.

Los impactos en las ciudades de los eventos medioambientales, dejan en evidencia que el crecimiento urbano se ha sostenido en algunos sectores del País, sin la inversión en infraestructura pública necesaria, para solucionar los efectos que las mismas transformaciones urbanas producen. Dichas Inversiones se relacionan a aspectos tan relevantes como los servicios básicos de urbanización, colectores de aguas lluvias, mantención de áreas verdes y redes viales. Por este motivo, los impactos urbanos de los eventos naturales se verán amplificados en el futuro, si es que esta tendencia no se revierte.

Prueba de lo anterior, es el rápido colapso que generaron las lluvias, durante el mes de Junio de este año, en varias ciudades del País, inundándose con velocidad los centros urbanos. Como es sabido, la expansión de la urbanización produce la impermeabilización del suelo, lo que sumado a la eliminación de los bosques, termina alterando el comportamiento de las aguas lluvias en las áreas urbanas. Esto no sería problema si la inversión en colectores de aguas lluvias y parques urbanos se materializara de manera paralela al crecimiento.

Este escenario obliga a colocar el foco en los Planes Reguladores Comunales y Metropolitanos, que establecen  las bases y limitaciones a la capacidad de crecimiento urbano.  Esta condición estrictamente regulatoria de dichos instrumentos, los hace estar desvinculados de la inversión pública, tan necesaria, a la hora de mitigar los impactos del crecimiento, que estos mismos Instrumentos permiten.

Lo anterior implica que el desarrollo urbano de los últimos años, ha sido conducido en gran medida, por instrumentos y herramientas administrativas, elaborados en base a  situaciones idealizadas  y no en función de la realidad existente en el territorio. A modo de ejemplo concreto, está  el caso de los Estudios de Capacidad Vial,  que modelan el crecimiento urbano, incorporando en sus cálculos, vías que nunca se construyen. Esta situación hoy hace crisis.

La transformación experimentada por la sociedad Chilena, a través de la masificación del consumo, ha generalizado la demanda por calidad de vida en las ciudades, agudizando los problemas relacionados al déficit de infraestructura. Dicho déficit, termina compactando la oferta de suelo frente a las nuevas demandas, lo cual estratifica socialmente el acceso a los barrios con mejores atributos, acelerando la ocupación precaria de las periferias y saturando la urbanización existente.

Poco sirve ser unos de los países en Latinoamérica, con mayor cobertura de territorio regulado, si es que nuestra Planificación urbana queda reducida a coloridos planos, que permiten crecimiento  inmobiliario, mientras que las obras de infraestructura se ve entrampada en la burocracia del sistema nacional de inversiones.  La Ley de Aportes al Espacio Público, es un avance realista, pero no es suficiente. Llego la hora de asociar el crecimiento permitido por los planes reguladores a la materialización de infraestructura de conectividad, servicios básicos y esparcimiento. Es importante pensarlo; el papel ya no aguanta más.

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