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29 de Noviembre de 2014

Falcioni, muerto el perro… ¿se acaba la rabia?

"Recuperar la sintonía con el hincha es el fondo del problema. Volver a convocar a la gente de la UC para embarcarse todos en un solo proyecto, para volver todos a remar hacia el mismo lado".

Por Cristian Steffens Z.
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Cristian Steffens Z. es Periodista de profesión, Cruzado de nacimiento. Panelista en @Planeta_UC, todos los lunes a las 19:30 horas por Radio Sport Chile.

Fue tarde, pero llegó. Julio César Falcioni dejó de ser el técnico de la UC, y cómo él siempre lo adelantó, no fue por voluntad propia. Hubo que sacarlo con escribano, tal y como él dijo que tendría que ser cuando empezó a evidenciarse que su paso por Católica no sería lo esperado, y debe agradecer que su despido fue más tarde de lo debido.

Porque la situación ya era insostenible hace meses. Además de su mal rendimiento, escasamente superior al 30%, la indolencia ante la derrota de cada una de sus declaraciones fue la gota que rebasó el vaso entre los hinchas, y finalmente también entre los directores. ¿La diferencia entre unos y otros? Para los hinchas la paciencia se acabó con el mal rendimiento futbolístico, la eliminación de la Copa Sudamericana y la temprana marginación de la lucha por el título. Para los dirigentes, el fin llegó cuando las matemáticas demostraron que ya no había posibilidad alguna de lograr alguno de los objetivos del semestre, ni siquiera la liguilla, aunque para un club como la UC ése no debería ser un logro.

Fue tarde. Y tarde no sólo porque la decisión se tomó a dos fechas del final, sino porque la diferencia de criterios agrandó aún más una brecha que hace tiempo viene forjándose entre el hincha y los directivos del club. Y es cierto que la responsabilidad y los tiempos son distintos, que los dirigentes no pueden pensar sólo como hinchas y deben saber administrar el club según necesidades que la afición a veces ignora, pero sí es fundamental mantener una sintonía con quienes al final son el alma de un club: su gente.

Y el problema es que en este semestre parece haberse acabado cualquier atisbo de sintonía. Y eso no es causa necesariamente de los malos resultados, el detonante, no es otro que la indolencia ante la derrota. Porque el hincha de Católica puede aguantar que los resultados no se den, incluso que los títulos no lleguen, porque así ha sido nuestra historia, pero distinto es sentir que a quienes dirigen el club pareciera no importarles perder, y peor aún, permitir que el responsable prácticamente se riera en la cara de todos nosotros.

Porque el hincha de la UC no está acostumbrado a perder, y el día que así sea, parte del alma del club habrá también dejado de existir. Las humillaciones de este semestre eran innecesarias, la salida del técnico en el momento adecuado, cuando perder se hizo una constante y no se veía forma de salir, pudo haber evitado una derrota cómo la que tuvimos con la U, o la vergüenza de lo ocurrido ante Colo Colo en San Carlos. Aquí los dirigentes se equivocaron, no era necesario esperar tanto, si la decisión de sacar al técnico parecía inevitable desde mucho antes. Y ni hablar de las explicaciones públicas que no llegaron hasta el momento del despido.

Hoy la decisión está tomada, y ése al menos es un paso. La prioridad ahora es comenzar a planificar una nueva temporada que permita empezar a sanar las heridas de un semestre para el olvido. Para eso la responsabilidad principal es idear un proyecto deportivo, escoger a quién lo liderará, y además saber contratar a los pocos jugadores con quienes se reforzará un plantel golpeado y humillado. Pero ésa es la obligación de cualquier directiva. Ésta, tiene además una especial.

Recuperar la sintonía con el hincha es el fondo del problema. Volver a convocar a la gente de la UC para embarcarse todos en un solo proyecto, para volver todos a remar hacia el mismo lado. Para eso lo primero es saber escuchar a una hinchada que hace tiempo pide inclusión, que se abran las puertas del club y no sigan tomando las decisiones los mismos de siempre. Es evidente que las directrices no las podemos definir entre todos, pero al menos que la capacidad de decisión refleje la inversión y que el directorio represente la diversidad de un club donde ése es uno de sus máximos activos, pero que algunos han preferido olvidar.

Ésta vez no basta con pensar un proyecto ganador. Para volver a ganar hay que volver a convocar. Para conseguir éxitos es imperativo refundarse como un club más inclusivo y diverso. Para que se acabe la rabia, no basta con haber matado al perro.

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