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28 de Marzo de 2011

Paul Epstein: “Reemplazar contaminación CO2 por nuclear no es una buena idea”

Su último paper, “Full Cost Accounting for the life cycle of coal” -publicado en el Annals of the New York Academy of Sciences- causó un enorme revuelo. Paul Epstein, columnista en The Huffington Post, Boston Globe, Washington Post y el New York Times- daba cuenta de los verdaderos "costos hundidos" -o irrecuperables- de la generación eléctrica a carbón, los cuales representarían entre dos a tres veces lo que se termina pagando por la energía generada a través de esa fuente.  

 

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Su último paper, “Full Cost Accounting for the life cycle of coal” -publicado en el Annals of the New York Academy of Sciences- causó un enorme revuelo. Paul Epstein, columnista en The Huffington Post, Boston Globe, Washington Post y el New York Times- daba cuenta de los verdaderos “costos hundidos” -o irrecuperables- de la generación eléctrica a carbón, los cuales representarían entre dos a tres veces lo que se termina pagando por la energía generada a través de esa fuente.  

 

Actualmente, Epstein es profesor de la Escuela de Medicina de Harvard y ha estado trabajando en múltiples proyectos que estudian los efectos en la salud del cambio climático. Es parte del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de las Naciones Unidas, y de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, además de haber trabajado, entre otros, para la NASA. Desde la década pasada asesora a grandes reaseguradoras como Swiss Re y Munich Re, en la cuantificación de costos de eventos extremos. A continuación, una entrevista que le otorgó a nuestro columnista y especialista en ingeniería ambiental, Marcelo Mena. 

 

– ¿Por qué cree que su estudio sobre los verdaderos costos del carbón causó tanto revuelo? ¿Había muchos que la gente había pasado por alto?

 

– Eso está más que claro. Esta vez, miramos todas las etapas relacionadas con la generación eléctrica de carbón y lo que se destaca es la suma de efectos para la salud tanto por los problemas de contaminación atmosférica en las zonas donde se extrae el carbón como donde se quema. Además, incorporamos los costos debidos al cambio climático. Y creo que nos quedamos cortos, porque no consideramos costos a la salud indirectos, como tener que tener que quedarse en casa con un hijo enfermo u otros similares.

 

-¿Y cuáles son los puntos más destacados de estos “costos hundido”?

 

-Claramente, el efecto a la salud por contaminación atmosférica es el efecto más potente en Estados Unidos. Esto es por la exposición a PM, NO2, SO2 que están causando un aumento de muertes importante en este país. En zonas carboníferas, con extracción superficial, ese efecto es aún mayor. El polvo de la extracción tiene silicio, que se relaciona con problemas de silicosis en zonas donde hay minería subterránea, además de la movilización de muchos metales pesados y compuestos cancerígenos. Estos últimos se almacenan en tranques de relave que están muy mal diseñados y expuestos a accidentes, y que permanentemente han contaminado fuentes de agua potable.

 

– Muchas veces, se esgrime el argumento de que estas zonas carboníferas gozan de mucha actividad económica y de trabajos dependientes de la extracción. En ese sentido, regular el CO2, o ponerle cota al consumo de carbón causaría la pérdida de empleos en esas zonas. ¿Qué piensa al respecto?

 

– La extracción de carbón superficial emplea muchas menos personas que la minería subterránea. Por ejemplo, menos del 1% de la población de West Virginia, de donde viene gran parte del carbón de EE.UU. trabaja en el carbón. En la zona se han perdido, no ganado, 40.000 puestos de trabajos  Existe un grupo llamado MACED que ha mirado el estado de Kentucky como ejemplo en términos netos. Se han dado cuenta que el carbón significa una pérdida de 115 millones de dólares al año. Entonces,  no trae desarrollo a la región, sino que pobreza.  De hecho, ha causado que mucha gente haya emigrado de la zona, ya que los impactos de las explosiones o acopios en los valles los ha dejado expuestos también a inundaciones por los cambios en la hidrología local. Es una actividad de gran impacto en términos de paisaje, agriculcura, contaminación, calidad de agua, y bienestar general. Es un desastre. Hemos visto eso mismo en zonas de Pennsylvania donde terminaron las operaciones mineras, pero que ahora son inhabitables y han quedado abandonadas.

 

– Entonces, el argumento de los trabajos generados es una falacia, ya que se crean algunos, pero en desmedro de otros…

 

– Pero no sólo un tipo de trabajo versus otro, sino que pocos trabajos generados frenta a muchos perdidos.

 

– Otra idea que se defiende es que el petróleo y el gas natural no ofrecen reservas probadas para el largo plazo, mientras que el carbón tiene para más de 200 años. ¿Cuáles fueron las conclusiones a las que llegaron en el estudio sobre este punto?

 

– La última información del USGS de lo económicamente factible de extraer -sin tener que subir mucho los costos- está en el orden de décadas. Entonces, a quienes proponen un futuro usando carbón sin emisiones, con la captura y almacenamiento del CO2, les digo que hay que ver para cuántos años más tenemos recursos baratos para extraer.

 

– ¿En ese sentido, cree que hay esfuerzos reales para capturar el CO2 de las termoeléctricas, o es un volador de luces para aplazar regulaciones de las termos a carbón?

 

– Es que al final tampoco vale la pena, porque es caro y riesgoso. El costo requiere comprimir el CO2, infraestrucura subterránea, tubería para transportarlo a lugares de almacenamiento, y costear el lugar donde se dejará.  Se está evaluando la posibilidad de trasladar las emisiones bajo pozos petroleros o carboníferos, o dejar el CO2 en aquíferos salinos. Hay que evaluar la pérdida energética por estos procesos ya que se aumentaría en 25 a 40% el consumo de carbón para lograr la misma energía. Esto  también amplificaría entonces los costos de contaminación de aguas, transporte, y extracción que abordamos anteriormente.  Al final, los efectos se amplifican. Tirar el CO2 en los acuífero también podría cambiar el pH de esa agua, causar fracturas, y derrames. Y esos derrames serían en concentraciones peligrosas para la vida. También se podrían permear metales pesados a las aguas subterráneas. Estas conclusiones ya se derivan de un informe del IPCC sobre el tema del año 2005.

 

Todos estos impactos y costos están siendo evaluados por los que regulan, por las empresas privadas, por los bancos que financian estos proyectos, y por las empresas de seguro, que son las que pagan la cuenta muchas veces.

 

-¿Qué puede hacer un gobierno para tratar de sincerar los costos del carbón y así nivelar la cancha con las Energías Renovables No Convencionales (ERNC)?

 

-Es una buena pregunta, pero personalmente no quiero subir el precio del carbón. Sabiendo el costo real del carbón nos da pie para invertir en transformar nuestra matriz energética. Esto sería con una grilla inteligente en generación distribuida, energías renovables, autos eléctricos, y apoyo a ciudades saludables. Se trata de que los gobiernos aporten fondos para apalancar costos, y apoyar al sector privado para saltos cuantitativos en reducción de CO2.

 

-Chile tiene emisiones por persona de 5 tons/año. Con nuestra carbonización de la matriz se cree que estaremos entre 15 a 20 tons/año. El argumento de no reducir CO2 es que aportamos poco, que los países desarrollados son los principales culpables de las emisiones, y que justamente ellos lograron el desarrollo quemando energía barata. ¿Cree que los países en desarrollo deberían dismunir sus emisiones?

 

-Aunque no todos sean culpables de las emisiones, todos pueden ser parte de la solución, especialmente con el esquema de financiamiento internacional de proyectos que se está viendo. Lo importante es implementar un línea de transmisión que permita la incorporación de energías renovables, junto con invertir en eficiencia energética, que es más rentable que cualquier tipo de generación nueva.  No reducir CO2 vuelve vulnerables a los países ya que los glaciares se podrían reducir, afectando la generación hidroeléctrica en zonas como Chile. Tu país puede ser parte de la solución, y aunque con financiamiento internacional es más facil, existen muchas opciones rentables económicamente para reducir CO2.

 

– La cuento que en Chile -quizás por no tener un lobby petrolero-, un 98% de la ciudadanía cree en el cambio climático y un 80% piensa que se debe al hombre. Hay políticos de todos los sectores llamando a reducir las emisiones. Incluso existen propuestas de “net metering” y porcentajes de ERNC en la matriz que han venido de senadores de derecha. Pero, por otro lado, tenemos la aprobación de centrales termoeléctricas y de extracción de carbón en la Patagonia. Es decir, hay aspectos positivos y negativos, pero, en términos generales, hay razones para sentirnos esperanzados en comparación con Estados Unidos en términos de cambio climático. Allí, por ejemplo, existen diputados que quieren incluso derogar la norma de eficiencia energética que prohibe las incadescentes actuales, lo que me parece algo completamente irracional. El argumento es que hasta cuándo el gobierno se mete en nuestras vidas, al punto de elegir el tipo de iluminación que tenemos… 

 

– Parece que Chile ha entendido algunas cosas y está más avanzado que Estados Unidos.

 

Ahora en Chile se discute sobre la energía nuclear. El Ministro de Energía de Estados Unidos fue consultado sobre este tema y dijo que entre el carbón y la energía nuclear prefiere esta última, sin dudas. ¿Qué piensa usted de esta elección?

 

-Ninguna de las dos. La energía nuclear trae consigo una serie de aspectos y costos que hay que considerar. La seguridad de la energía nuclear está en entredicho especialmente en zonas sísmicas, viendo el caso del terremoto de Japón. El cambio climático causará eventos extremos que pueden afectar la energía nuclear. Por ejemplo, de dónde se sacará el agua para las turbinas si el cambio climático conlleva sequías. En USA, tenemos 104 centrales nucleares con 44 de ellas en zonas donde hay problemas de agua, por sobreuso de aguas subterráneas. Y también está el problema de mover material radioactivo con la amenaza del terrorismo. La minería del uranio también tiene sus efectos. Y el almacenamiento de los desechos no ha sido bien abordado por nadie. Todo esto traer costos. Al final no hay cómo sea bueno tener energía nuclear. Reemplazar contaminación por CO2 por contaminación nuclear no es una buena solución.

 

Le agradecemos esta conversación. Está cada vez más claro que frente a una economía de mercado si no miramos estas externalidades cuantificadas en hasta 29 centavos /KWh (casi duplicando el costo de energía eléctrica) estamos haciendo trampa.  Si analizamos esto en el contexto local se podría estimar que la generación eléctrica a carbón en su estado actual en Chile tiene costos en salud que bordean los 4 centavos por /KWh, lo que representa un 20% más de lo que pagamos actualmente. Bajo ese prisma energías más “caras” se vuelven más baratas, como el caso de la energía eólica, o la energía termoeléctrica de gas natural.

 

El desafío es cómo incorporar esta información al “mercado” energético. Mercado que el gobierno no quiere distorsionar con subvenciones, mientras no duda en subvencionar la bencina por “situaciones anormales de precio”.

 

 

 Marcelo Mena
es ingeniero civil en bioquímica de la Universidad Católica de
Valparaíso, es profesor de la escuela de Ingeniería Ambiental de la
UNAB. Obtuvo su MS y PhD en Ingeniería Ambiental de la Universidad de
Iowa y postdoctorado en el MIT. El año 2010 ganó la posición Fulbright
Scholar in Residence para trabajar en California State University en
Fresno.
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