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22 de Abril de 2015

Una nueva candidatura

Responsabilizar a todos es no responsabilizar a nadie y en este momento hay muchas listas de personas con nombres, apellidos y montos que han contribuido contundentemente a esa sensación.

Por Pablo Collada
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Pablo Collada es Master in Business Innovation, CEDIM, Campus México. Licenciado en Sociología, Universidad Nacional Autónoma de México. Director Ejecutivo de Ciudadano Inteligente

La presidenta Bachelet, en medio de una serie de planteamientos y preocupaciones sobre el clima político actual de Chile, confesó que “es obvio que yo nunca más seré candidata a nada con cargo de representación popular….”

Con ello, constata la realidad de una élite política que sin distinción partidista requiere tirar y reconstruir toda una serie de paradigmas respecto a cómo participar en los próximos comicios en el país. Los escándalos y debates ponen a la política chilena en una situación de replanteamiento irreversible. La presidenta, en estas últimas declaraciones, manifestó: “lo que a mí me preocupa más es cómo nosotros, todos, contribuimos a generar esta sensación de que todo es una porquería, que en toda cosa hay un arreglín, que todo es un chanchullo.”

Me temo que tendré que disentir con la señora Presidenta: no “todos” contribuimos. Responsabilizar a todos es no responsabilizar a nadie y en este momento hay muchas listas de personas con nombres, apellidos y montos que han contribuido contundentemente a esa sensación. Encima de todo, el riesgo de no sancionar tajantemente todas las irregularidades sería, en efecto, la mayor contribución a la noción de arreglines y chanchullos. Ahora resulta que la clase política es quien se hace la ofendida por una “sensación de que todo es una porquería.”

En un año el pueblo chileno será convocado nuevamente a las urnas y seguramente será en medio de un clima muy delicado, donde las confianzas han sido quebrantadas Si se le da la celeridad y urgencia correspondiente, será el primer round para poner a prueba una nueva ley de financiamiento electoral, y más allá de los aspectos legales, será la primera prueba para aquellos que sí estén dispuestos a contender por un cargo de representación popular.

Es entonces el momento de una nueva clase política capaz de ir más allá de la regulación y proponer campañas innovadoras, austeras, transparentes hasta el mayor detalle, y con la manifestación inequívoca de que es tiempo de hacer las cosas de manera distinta. Estoy seguro que la ciudadanía no únicamente lo agradecerá, sino que no aceptará ningún otro modelo. El liderazgo político está en juego hoy y requiere actores capaces de afrontar los retos actuales de desconfianza e ilegitimidad y plantear nuevas candidaturas, nuevas narrativas y una ética a prueba de acusaciones de que “todo es un chanchullo.”

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