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12 de Octubre de 2016

Autor de "Fuego en cárcel de San Miguel": "Murieron hacinados y quisieron sepultarlos en fosa común"

El olvido del Estado con las familias de los fallecidos en el incendio, los problemas del sistema carcelario en Chile y las circunstancias que provocaron la mayor tragedia carcelaria de la historia chilena. En este libro del periodista y escritor Diego González, se aborda por primera vez en profundidad el problema penitenciario de nuestro país, a partir de algo que pese a ser un verdadero trauma, “queda la sensación de que nadie escucha, de que a nadie le importa, de que a la sociedad tampoco le interesa”.

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Cuando fue inaugurada la cárcel de San Miguel por el dictador Augusto Pinochet junto a su prima y entonces ministra de Justicia, Mónica Madariaga, en 1982, él manifestó que este tipo de edificio iba a ayudar al pueblo a “acceder a la justicia”. “¿Y morir quemado es parte de esa Justica?”.

Esa es una de las premisas que movieron al escritor y periodista Diego González, quien se abocó en un proyecto de varios años, que culminaron en la publicación de su libro “Fuego en la cárcel de San Miguel”.

El incendio del mencionado recinto penal en diciembre de 2010 provocó la muerte de 81 personas. La indignación de los familiares no cesó, y los llevó a participar y asistir, pese a sus pocos recursos, en un extensísimo juicio, que concluyó sin culpables más allá del Estado.

La situación de este penal, y el juicio que concluyó con la absolución de los funcionarios de gendarmería que tenían –directa y administrativamente- responsabilidad en el penal, muestra la tónica que, para González, ha mantenido el sistema penitenciario chileno.

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“Hace poco vimos cómo dos reos murieron en la Penitenciaría, una cárcel que fue fundada alrededor de 1847, y que siempre tuvo este tipo de problemas. El hacinamiento, la violencia y los problemas de infraestructura comienzan ahí en el siglo XIX, cuando el Estado se propone que la cárcel fuera un lugar para moldear a los hombres para volverlos trabajadores, pero que al contrario sirvió para desarrollar lo que hoy conocemos como la cultura carcelaria. Cuando revisas la historia, que es algo que está en el libro, te das cuenta que la gran medida de Chile contra los infractores de la ley ha sido encierro, cárcel. Es algo que evolucionó durante todo el siglo XX hasta el día de hoy. No ha sido interrumpido. Pero ese encierro ha sido muy descuidado, transformándose hoy en un gran problema. Por eso en Chile debería existir un cambio cultural importante sobre el tema penitenciario, con la forma en que se castiga a quienes infringen las leyes”, relata el autor a El Dínamo, a horas del lanzamiento del libro en el Museo de la memoria.

El libro no sólo relata la situación de las familias y las historias de los protagonistas de esta historia atroz. Se recorre el proceso penal, con los problemas que tuvo el Ministerio Público para llevar adelante esta causa gigantesca, que terminó con los acusados todos absueltos, pero también se hace cargo de la tradición carcelaria de nuestro país, sistema instaurado por Diego Portales. Incluso, menciona el autor, que las críticas que se le hace hoy al sistema es que “lo que pasa dentro de estos sistemas de castigo es que las ideas se encuentran y se oponen a las de la sociedad que les rodea. Esa es una crítica del argentino Domingo Faustino Sarmiento que estuvo exiliado en Chile. Entonces la cárcel era dónde las ideas de los delincuentes comunes comenzaron a perfeccionarse, que es lo vemos hoy. O sea algunos, los más avezados, van a la cárcel a ‘hacer’ años. Hay una valoración social detrás de ellos”.

– Situaciones como la riña que tuvo lugar en la ex Penitenciaría de Santiago son “normales”…

– Totalmente. Los presos siempre se matan entre ellos. Quizás el mejor ejemplo es la muerte del Indio Juan, este pistolero que fue asesinado en la misma cárcel de San Miguel. Murió a los pocos días de haber sido condenado, apuñalado adentro. Casos así hay muchos, últimamente resuenan más porque el tema “cárcel” está apareciendo de diferentes formas en los medios. Ahora existen teleseries y reality shows que ‘muestran’, muy entrecomillas, cómo son las cosas dentro. Antes existían los libros y las investigaciones que abordaban el tema, pero nunca de forma tan gráfica como ahora, que se convirtió en contenido para la tele. Ahora está este nuevo reality show del Canal 13 en que mandan al flojo de la familia a que vea cómo son las cárceles por dentro. Si te fijas es una mirada distorsionada de la cárcel, muy vacía porque está totalmente separada de la realidad de las cosas, porque esos niñitos difícilmente van a  terminar presos. Los que van a la cárcel son otros. Si una persona quiere dedicarse a carretear toda la vida, qué tiene que ver eso con la cárcel. Lo mismo con Alerta Máxima, son programas que no ayudan a sensibilizar y a entender. Son shows. Contenido determinado para entretener. Las cosas están muy separadas de lo que son y se fueron convirtiendo en puro espectáculo.

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“El Estado es el responsable”

Las familias de los muertos de ese penal no contaban con muchos recursos. Y pese a que, tal y como se resolvió en el juicio, el Estado es el gran responsable de la cárcel, según González “no se comportó como tal. Eso se ve en cómo el tema pasa por las familias que fueron abandonadas tras un juicio que duró casi cuatro años. Eso naturalmente genera una indignación y vergüenza mayúsculas. Sus familias también y para ellos salir a pedir justicia a un organismo que no tiene cara y que además los terminó por ignorar fue súper difícil. Hay un agotamiento también, porque queda la sensación de que nadie escucha, de que a nadie le importa, de que a la sociedad tampoco le interesa”.

Y como si todo el proceso en sí no fuese lo suficientemente atroz, la tragedia aún no es superada por estas familias. Si bien pueden avecinarse múltiples sentencias en juicios civiles que pueden favorecer a las familias, al haberse establecido que el Estado esta responsable, en el texto se menciona un conflicto aún no resuelto respecto de quién se hará cargo del pago de los nichos donde se encuentran los cuerpos de los fallecidos en el incendio.

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El autor (en la foto, tomada por Nicolás Castro) hace presente que “los contratos firmados entre la Funeraria Hogar de Cristo y el Ministerio de Justicia por las sepulturas de los 81 de San Miguel caducó. Luego de casi seis años las familias de los 81 nuevamente se ven enfrentadas a la burocracia del Estado, porque, los contratos se firmaron el mismo día del incendio y tenían duración de cinco años. Y mira, en un principio el Ministerio quiso sepultarlos a todos en una fosa común… o sea, murieron hacinados y la insensibilidad con que trataron el tema fue brutal. Hoy nuevamente esto es tema porque los contratos vencieron, y las familias, muchas, dicen que ellos no deberían pagar, o sea, mínimo, es un tema delicado, debería haber un mínimo de respeto, y ahí ves que de la autoridades no hay respuesta. Porque nuevamente, en este caso los cuerpos de las personas fallecidas, pueden caer a un pozo de olvido”.

– O sea no se ha aprendido nada…

– No es tan así. Pese a todo, Chile no se ha olvidado de los presos. Hay varias organizaciones que han surgido en el último tiempo como ONG Leasur o la ONG 81 razones que es de César Pizarro, hermano de uno de los muertos de San Miguel. Él se preocupa, trabaja, el hombre está ahí con recursos limitados, pero pendiente de que las cosas mejoren. Ahora, el Estado y los gobiernos tienen en casi total abandono el tema. Piensa que en los últimos meses Gendarmería ha sido noticia por la pensión de la señora Myriam Olate, que es vergonzosa, pero no ha sido noticia por los temas de violencia, precariedad o de reinserción. Nadie habla del aumento de la población encarcelada en el país. En Chile cada vez hay más presos. Una estadística grande dice que en el 2000 eran cerca de 30 mil los privados de libertad, tras la reforma procesal penal esa cifra, en 2010, era de más de 50 mil. Eso de la puerta giratoria nunca fue así, esa frase fue una herramienta política. Chile es una de los países que más encarcela en el mundo y la cárcel en Chile no ha funcionado. Lleva más de 150 años operando casi de la misma forma y no se plantea cambios importantes. Seguimos viviendo en una forma extraña de la ley del ojo por ojo, que determina a los privados de libertad a convivir sobre la ley del más fuerte. Eso pasa dentro del encierro, es un fenómeno cultural y es algo que tiene que cambiar.  

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