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3 de Junio de 2017

La autocrítica de Andrés Gómez-Lobos a casi tres meses de renunciar al Ministerio de Transportes

El ex secretario de Estado rompió el silencio tras dejar la cartera el pasado 14 de marzo por un tema netamente familiar.

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Visiblemente emocionado se le vio a Andrés Gómez-Lobos el pasado 14 de marzo, cuando se oficializó su renuncia al Ministerio de Transportes. Según explicó en aquella ocasión, su decisión se basaba netamente en un tema paternal: quería pasar más tiempo con su hijo, quien se había ido a vivir a La Serena con su madre.

En entrevista con revista Paula, el ex secretario de Estado contó que a la Presidenta Michelle Bachelet le explicó que “básicamente la situación era insostenible para mí y que tenía que dejar el Ministerio o dejar de ser padre por un año. Ella, muy empática, como madre, lo entendió de inmediato. Creo que valoró el esfuerzo que hice con mi hijo por seguir en el cargo. Estoy muy agradecido con ella por la comprensión y la confianza y por haberme permitido trabajar tres años con ella y por haber aceptado mi renuncia“.

Allí también se refirió a su gestión en la cartera, donde además tuvo una pésima evaluación de la ciudadanía, siendo catalogado como uno de los ministros con la menor aprobación del gabinete. Al respecto sostuvo que “Transportes es una cartera difícil al igual que Educación y Salud en el sentido de que cualquier ministro de Transportes va a estar mal evaluado siempre por motivos a los cuales les puedo dar un fundamento bien abstracto por razones estructurales”.

El sector Transportes se enfrenta a una situación dada que es que la congestión empeora todos los años y eso se traduce en que todos los años hay una pérdida de velocidad de los buses y, por lo tanto, una pérdida de la calidad del servicio. Es un servicio que se está deteriorando constantemente y requiere una energía para mantener lo que había el año pasado. Para mantener la misma velocidad de frecuencia del Transantiago hay que inyectar 90 nuevos buses a la flota cada año y eso tiene un costo. Es un sistema que, además, está desfinanciado no solo en Chile sino que en muchos países del mundo porque es un sector con muchas dificultades, en especial en ciudades altamente congestionadas como Santiago. Uno puede hacer inversiones para evitar que empeore como los corredores exclusivos y el Metro, pero eso toma tiempo y recursos”, precisó.

Sobre el sistema de transportes capitalino, se preguntó: “¿Qué otras alternativas hay a tener buses en la superficie? No hay muchas. ¿O acaso es una alternativa volver a las micros amarillas? Lo veo difícil porque no creo que podamos volver a tener conductores que trabajen más de 14 horas diarias. Tampoco veo posible volver a tener micros que en muchos casos eran camiones con chasis de micros y muy contaminantes. O volver a pagar en efectivo”.

“Reconozco que hay muchas dificultades pero el gran problema es la congestión. Si tuviéramos la congestión de hace 10 años, tendríamos una mejor calidad de servicio, los buses tendrían mayor frecuencia, irían menos llenos. De hecho, cuando en invierno hay restricción vehicular por contaminación, el sistema funciona mucho mejor“, agregó.

Aún así, realizó una autocrítica a su gestión como ministro y aseguró que le hubiera gustado “poder avanzar más en la transformación del Transantiago“. En ese sentido, insistió en que “uno está batallando contra la marea, contra la congestión que aumenta día a día, con restricciones financieras, con incomprensión de la ciudadanía y de muchos comentaristas. Por lo tanto, es difícil lograr consensos para avanzar“.

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