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28 de Enero de 2018

Testimonios de ex alumnos del San Ignacio de El Bosque hunden aún más al sacerdote Guzmán por abusos

Detalles de los retiros al Cajón del Maipo y las confesiones que realizaban en su oficina, dan cuenta de la actitud del religioso con los jóvenes.

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José Miguel Viñuela fue uno de los primeros en destapar las conductas de abuso que cometía el sacerdote Jaime Guzmán Astaburuaga, quien actualmente cumple una condena canónica por abusos sexuales contra alumnos del colegio San Ignacio de El Bosque, donde estuvo entre 1984 y 1994.

Esta vez, en el diario La Tercera, nuevos testimonios siguen surgiendo a raíz de lo ocurrido esos años. Uno de ellos es Sebastián Errázuriz, quien contó al matutino que “en 1992 o 1993” participó de uno de los famosos retiros que realizaba el religioso al Cajón del Maipo. Una tarde, yacía en su cama cuando Guzmán ingresó a la habitación y le tocó el trasero.

Rápidamente reaccionó y le hizo una llave, exigiendo que no volviera a realizar eso. “No me gusta, no lo vuelva a hacer nunca más“, lo encaró, a lo que el sacerdote solo atinó a sobarse la muñeca y salir del lugar.

A eso se suma lo ocurrido con Sebastián Milos en 1989, quien aparece en una de las fotografías desnudo junto a Guzmán, tapando sus genitales con una hoja de parra. En las clases de religión, según confesó, el cura preguntaba: “¿Y cómo está la pajita? ¿Cómo están las chinas?”. Esto solo generaba risas entre los estudiantes, puesto que en ese entonces era considerado “el cura buena onda. Era el cura que hacía las misas entretenidas, el que hablaba de igual a igual con los alumnos, el que iba a los campamentos, el cura taquillero”.

Fue Milos, precisamente, quien entregó detalles de los paseos al Cajón del Maipo. La primera parada siempre era el Jumbo de Bilbao, donde compraban plátanos con manjar, longanizas y salchichas. “Todo era muy sexualizado”, recuerda. Las dinámicas en dichos retiros, también lo eran. “La masturbación era el tema principal”, asegura, agregando que “en mi grupo siempre la conversación partía en torno al desarrollo sexual. Que si te habían salido pelitos, que la pajita“.

Antonio, quien quiso mantener su identidad en reserva, relata que Guzmán les mostraba fotos de alumnos más grandes y decía “Miren, chiquillos, no se preocupen, ustedes están en pleno desarrollo. No tienen pelos en el pubis, pero miren a este cabro de cuarto”.

Manuel, quien al igual que Antonio no quiso revelar su verdadera identidad, tenía como guía espiritual al sacerdote, quien al momento de confesarlo le preguntaba: “¿Y cómo está mi torito? ¿Cómo le gusta la masturbación?”, mientras le tocaba los genitales.

“En vez de hacer un examen de conciencia, de la vida diaria, pasaba esto. Y aunque él te tocaba y te abrazaba, uno no decía nada, porque no estábamos acostumbrados a desafiar a la autoridad“, dice.

A su relato, se suma lo de Antonio, quien precisó que las confesiones se llevaban a cabo en su oficina y siempre terminaban con un abrazo bien apretado de parte de él, un agarrón en el trasero y un beso que era casi en la boca. “Usted se me va a portar bien, porque si no lo voy a agarrar de acá”, le afirmaba Guzmán, mientras le agarraba los genitales.

Fue una actitud abusiva, se aprovechó de la relación afectiva que había. Era mi guía espiritual. Le contaba todas mis cosas, mis dolores, si tenía algún problema. Afectivamente, era muy importante, porque era una especie de protector. Ese día perdí a una persona importante, porque se aprovechó”, sostuvo.

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