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13 de Febrero de 2018

“Un combo directo a mi nariz mientras decía ‘sale hueona'”: crudo relato de cantante Felicia Morales por violencia en el pololeo

La ex músico de Gepe y Javiera Mena aseguró haber sido golpeada y violentada psicológicamente por años en una relación que tuvo con un productor.

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La cantante chilena Felicia Morales -quien integró la banda de Gepe y luego de Javiera Mena- denunció haber sido víctima de violencia física y psicológica durante una relación de cinco años que tuvo con un productor musical de la escena, a quien nombró como “X” en un relato que publicó en su blog personal.

La chelista detalló que durante este pololeo vivió dos episodios de violencia con golpes en su cara incluidos, además de muchos otros de violencia sicológica que, en su momento, no advirtió, así tampoco como su círculo cercano.

Éste es su crudo relato:

“Esto es algo que quisiera jamás haber tenido que escribir pero es parte de mi historia y siento que contarla, además de ayudarme a cerrar, sanar y a entender el por qué de muchas decisiones y acciones que tomé, puede ayudar a más personas que se encuentren en una situación similar y no vean o no sepan cómo salir.

Me llamo Felicia Morales, tengo 34 años, soy ingeniera en sonido, músico, peluquera y en el año 2012 comencé una relación amorosa con X, productor musical e ingeniero en sonido. Estuvimos juntos más de 5 años. Nosotros habíamos sido amigos durante 4 años, hablábamos casi todos los días por chat y yo sentía mucha confianza con él. Conversábamos sobre cosas cotidianas y también nuestros problemas de pareja ya que ambos estábamos pololeando con otras personas en ese tiempo. Sentí tanta confianza con él que le mostré unas maquetas que grabé con mi cello en casa, las había grabado 2 ó 3 años antes y las escondí por vergüenza. Él me dijo que podíamos hacer un EP con eso y así nació FeliciaEP. Grabamos en su estudio y en las sesiones de grabación sentí cierta intención de acercamiento de su parte. Días después, para mi cumpleaños número 29 y por whatsapp, él se me declaró. Yo tuve muchas dudas sobre qué hacer, habíamos sido amigos muchos años, sabía de algunas situaciones complicadas que había tenido con sus novias anteriores y era sabido por todos que tenía muy mal genio, pero en ese tiempo yo estaba soltera y el mostró TANTO interés en mí, que dejé que todo fluyera. Fue todo extremadamente intenso, él venía a mi casa en la madrugada a tocar el timbre y a decirme muchas cosas románticas, prometerme el cielo y la tierra, me contó cosas que “jamás había contado a sus ex novias ya que conmigo no quería tener secretos y quería partir todo limpio”. Esas cosas eran bien íntimas de él, sobre todo cosas sexuales que habría preferido no saber pero en el fondo él quería hacerme su cómplice y que sintiera que estaba realmente comprometido con nuestra nueva relación. Nunca antes alguien había estado tan decidido a estar conmigo ni me había hecho sentir así, por lo que cedí en todo.

El primer mes de relación fue ultra intenso pero puso problemas para que atendiera a 2 chicos que eran clientes de mi peluquería, diciendo que le daba celos que yo estuviera sola con ellos compartiendo algo tan íntimo (¿un corte de pelo?) y que por favor no los atendiera. Yo no hice caso, se enteró y se enfureció, me trató pésimo, no quiso hablar conmigo durante horas, terminó conmigo, me dijo que nunca más iba a poder confiar en mí, que yo era lo peor y sólo después que yo le pidiera disculpas mucho rato, llorando, me perdonó y seguimos nuestra relación.

Pasados unos meses desde el inicio de nuestra relación, cuando él se molestaba, empezaba a tirar cosas sobre la cama, generalmente los controles remotos o el celular y pegaba golpes encima y yo, como no estaba acostumbrada a ese tipo de reacciones, lo único que atinaba a hacer era tomar todas mis cosas, fuera la hora que fuera, 1 AM o 3 AM, e irme de su casa. Si no habían taxis volvía caminando a mi casa pero prefería irme. Las peleas se armaban por cualquier cosa y agarraban vuelo. Cuando esto pasaba en mi casa, él hacía lo mismo y se iba dando un gran portazo sin importar la hora.

En ese tiempo yo era parte de las bandas de Fakuta y Gepe. Salieron viajes a los que él, de sorpresa y muy romántico, llegó. Nuestro primer viaje fue a Buenos Aires, nos quedamos en el hotel Savoy (por la canción de Virus) y luego me acompañó a Brasil con Gepe. Se me hacía complicado porque yo iba a trabajar y él quería estar siempre conmigo. Una de las últimas veces que pudo viajar conmigo fue a México a un festival Vive Latino. Arrendamos una pieza en el mismo hotel del festival y cuando supo que era difícil conseguir entradas para poder ir a los shows, hizo una pataleta de niño sobre la cama. Yo me acerqué a decirle que estábamos en México y que no conocía a mucha gente pero iba a hacer lo posible por conseguir una entrada y al acercarme a hacerle cariño, tiró un golpe con el puño, un combo directo hacia atrás que llegó directo a mi nariz mientras dijo “SALE HUEONA”. Yo no podía creer lo que había pasado, lloré como nunca antes, fui al baño, salió sangre de mi encía, él en ningún momento se movió de la cama para ver si estaba bien, seguía enojado, amurrado. No sabía el número de habitación del resto de la banda para ir ahí y refugiarme. Luego de un rato empecé a sentir culpa (sí, culpa yo) porque él había ido hasta México a verme y yo estaba pensando en contar de este golpe y dejarlo, ¿cómo podía hacerle eso?. Así que callé, me quedé en la habitación. Él se durmió en la cama y yo sentada en una silla y al día siguiente hicimos como si nada hubiera pasado. Nunca se disculpó. No me quedó ninguna marca porque se me hinchó la boca/nariz por dentro, sólo me dolía pero me veía igual que siempre. Nadie notó nada. Terminado el festival fuimos unos días a Cancún. Él ahí se portó increíble conmigo.

Llegó el momento en que no pudo seguir viajando más conmigo y comenzó a controlarme muchísimo por whatsapp mientras estaba de gira: “dónde estás, a qué hora prueban sonido, qué ropa te vas a poner, con quién hablaste, quien te joteó, adónde vas a ir, a qué hora vuelves, mándame una foto”, etc. Si yo no volvía al hotel a la hora que había dicho, él se molestaba y me hacía sentir como una suelta por querer salir con la banda a tomar una cerveza al bar. Pasé muchas de esas giras llorando encerrada en la habitación. Me decía “esa banda donde estás tocando es pésima, esos hueones no son tus amigos, para qué te vas de viaje con ellos, tu no estás para ser acompañante de nadie, deberías tocar sola, ser tú la protagonista, no te pescan, no les caes bien”. Luego cuando volvía, me hacía sentir culpable por dejar mi casa y mis gatos solos y en especial por dejarlo solo a él: “estoy pololeando solo, esto no tiene sentido” hasta que llegó el momento del ultimátum: o sigues tocando con Gepe o sigues pololeando conmigo. Lo dijo textual. Yo, con todo el caos mental, desesperación y angustia, lo elegí a él. Frente a la banda inventé que me molestaban otras cosas y que no podía seguir tocando con ellos por eso, pero no era así, la verdad era que ya no podía con la angustia que me hacía sentir en los viajes. En mi mente lavada la única forma de sacarme esa angustia y dejar de sufrir era dejar la banda y no dejarlo a él. Él, orgulloso, contó a varios amigos que yo lo había elegido a él en vez de a mi trabajo.

Tuve algunos momentos de lucidez y le comenté a mi amiga F sobre los escándalos que X me hacía en las giras y también de ese ultimátum. Ella se impactó pero no opinó nada. Pensó que habíamos decidido eso en conjunto porque queríamos viajar y estar más tiempo juntos, nos veía muy enamorados y jamás pensó en el nivel de angustia que yo estaba sintiendo

Tomar esa decisión ha sido de lo más difícil de mi vida, yo quería seguir tocando, no quería dejar la banda, era lo que más me gustaba hacer. Me dolió tanto que me enfermé físicamente. Somaticé todo. Ahí fue cuando nos fuimos de viaje a Río de Janeiro. El patrón era el mismo siempre: una situación horrenda, traumática, casi insoportable para mí y luego un viaje “feliz”.

Él postuló un fondo de la música para mi primer disco largo, fondo que gané. No guardo buenos recuerdos ni de la composición, ni de la grabación de ese disco ya que todo siempre fue bajo mucha presión, trabajábamos en ritmos distintos y nos acomodaban horarios distintos, habían muchas discusiones y para evitar más peleas, le delegué todas las decisiones: la mezcla, masterización del disco, todo. Él me hizo sentir que, pese a que eran mis composiciones, los arreglos que él sugería arreglaban 1000% mis temas, y que sin esos arreglos mis temas no eran nada, por lo que sentí que ese disco era suyo más que mío.

Tocamos muchas veces con banda y varias veces los dos juntos, solos. Tocamos en Chile y México. Él se encargaba de todo lo técnico y a veces, cuando estaba sobrepasada por el trabajo, ensayos y otros, me ayudaba a responder mis entrevistas. Yo apreciaba eso porque me quitaba mucho peso de encima, cumplía un rol como de asistente, pero por cualquier cosa que yo no hiciera o me equivocara, me lo sacaba todo en cara, esa era su especialidad. Siempre que hacía algo, lo ponía en evidencia, uno quedaba sin poder decir nada y eso lo hacía con sus amigos también, no sólo conmigo.

Una vez, el año 2015, ya no recuerdo por qué, discutimos muy feo y yo quise irme de su casa como lo hacía siempre. Él bloqueó la salida de su pieza, había bebido mucho y comenzó a decirme cosas muy hirientes. Hubo zamarreo, yo quería irme y él no me dejaba, me sujetaba los brazos muy fuerte, manoteé como pude hasta que todo se detuvo con un gran golpe de él en mi mentón. Segundo combo. Esta vez estaba su compañero de departamento en la pieza del lado. Años después me confesó que escuchó todo y no dijo nada. “Nadie sabe cómo actuar en esas situaciones”. Volví a casa muy deprimida y desesperada, pensando que de verdad ahora sí era el fin, saqué una foto de mi cara y la envié a dos amigas para que me ayudaran a hacer algo, que alguien me dijera algo, pero al poco rato me arrepentí e inventé que había sido todo mi culpa y que ya nos habíamos disculpado, que era un hecho aislado y seguí con él. Esa foto existe, la tengo pero me da mucha pena verla y no voy a publicarla aquí. Amigos cercanos sí la han visto.

Los años que siguieron fueron de dejar la música, trabajar mucho en la peluquería para juntar dinero y viajar juntos. Discutíamos mucho, incluso ya como chiste, siempre, por cualquier cosa y frente a cualquiera. Se transformó en nuestra forma de comunicarnos normalmente. Viajamos mucho. Fuimos a Europa, Estados Unidos, Asia, muchísimas ciudades hermosas y esos eran los momentos más tranquilos de nuestra relación. Era bastante paciente con mis vitrineos y paseos pero no recuerdo momentos de verdadero cariño o amor, complicidad, de compartir juntos de la mano alguna experiencia, un paisaje juntos y felices. Sólo hay emociones mías, momentos muy puntuales personales que me llegaron de una forma especial y que guardo en alguna parte de mi corazón. Recuerdo estar llorando mientras aterrizábamos en Japón porque él se había enojado por algo. Recuerdo haber llorado en Harajuku, lugar al que soñaba ir desde adolescente pero ese día, él estaba mal genio y no quería tomarse fotos conmigo en los purikura ni esperar a que yo me tomara fotos. Odiaba que le sacara fotos. Odiaba salir en cualquier foto siempre y todos nuestros amigos lo sabían. Me hacía borrar su cara siempre con emojis, recortarlo o cualquier cosa para no aparecer. Al llegar de vuelta de esos viajes, nos juntábamos con amigos para comentar las experiencias y él siempre hablaba en singular: “fui a esta ciudad, tomé este tren, comí en este restaurante, vi a esta banda en primera fila”. Nunca hubo un plural, era como si yo no hubiera estado nunca a su lado en los viajes, como si hubiera viajado solo. Se lo hacía notar pero decía “ay, que le pones color”. Eso me daba mucha pena.

Claro que hubo momentos lindos, sino no habría seguido con él. Siempre después de situaciones fuertes venía una compensación en que sentía que estaba todo bien, que yo estaba exagerando, en realidad no discutíamos tanto y que de verdad sí nos queríamos. Hizo que me enganchara de él de una forma que nunca nadie antes lo había hecho, desconociendo yo en ese momento que él estaba relegándome a un lugar muy secundario de mi propia vida. Disfrutábamos mucho de ver series juntos y en general nuestros panoramas eran simples y tranquilos como armar rompecabezas, pasar tiempo en casa con los gatos y comer algo rico. Los primeros años, me hacía regalos grandes y muy pensados en mí (equipos de sonido con parlantes, discos, joyas caras) pero cada año iba siendo más descariñado para esas fechas importantes. Poniendo las cosas en la balanza, el porcentaje de angustia, llantos y pena era muy superior al de felicidad.

Con los años se fue poniendo cada vez más exigente conmigo. Me ponía horarios exactos de llegada a su casa. Si llegaba 5 minutos tarde, ya estaba con la cara larga y enojado. ¿Cómo no podía ser puntual? Hacia el final de nuestra relación no me dejaba ver el celular ni el computador si estaba con él, se molestaba si no tenía su cena hecha, pese a que yo a veces terminaba de trabajar a las 22:00 estando todo el día de pie. Le empezó a molestar mucho que viera más de una vez a la semana a mi mamá, entre otras cosas. Me sentía angustiada a diario pero intentaba cumplir con todos sus requerimientos por miedo a que se enojara. Engordé muchísimo. A veces intentaba hacer dieta y le pedía que me ayudara y no cenara en mi casa pero el traía su comida para comer frente a mi, pese a que le decía que por favor no lo hiciera.

El último año nos distanciamos mucho. Nos veíamos muy poco por incompatibilidad de horarios de trabajo pero siempre me escribía por chat al menos 2 veces al día, me enviaba corazones y me llamaba siempre a las 2-3 PM. Yo lo tomaba como un signo de preocupación y de que estaba pensando en mí, siempre. Empezó a tener amigos muy jóvenes de bandas nuevas que grababa en su estudio pero eran tan jóvenes que sentí que yo no tenía nada en común con ellos como para que pudieran ser amigos míos también.

Los últimos meses no tengo claro qué pasó pero me empezó a molestar mucho todo lo que hacía. No dejé que se me acercara ni quise acercarme a él más, me empezó a causar muchísimo rechazo y no entendía por qué. Perdí la paciencia con todo y fui muy pesada. Eso duró hasta que un día 8 de noviembre del 2017, entró a mi casa en la noche y desde la escalera me gritó “quiero terminar”. Yo de verdad no me lo esperaba. Me desesperé, me gritó mucho, me dijo cosas muy hirientes “no siento nada por ti, nuestra relación no es nada, no tenemos ni siquiera amigos en común, una relación no es sólo ver series”. Con 9 años de conocernos me parecía que teníamos todo en común. Estábamos haciendo un proyecto grande en conjunto. Estábamos esperando el resultado de un Fondart para hacer mi segundo disco juntos (que gané y del cual claramente saqué de mi equipo de trabajo). Compartíamos todo excepto vivir bajo el mismo techo, hecho que siempre sentí que era una medida de autoprotección. Reconozco que ese día lo garabateé mucho, lo eché de mi casa, nos devolvimos las llaves de cada uno y esa fue la última vez que lo vi, abajo en mi escalera, muy afligido, en la oscuridad. Nunca voy a olvidar esa cara.

Al día siguiente me envió un correo explicando todo. Dijo estar pasando por la crisis de los 40, que siempre había estado pololeando y que ahora sentía que tenía que estar solo, ver si quería ir a vivir afuera y que esto no podía hacerlo acompañado. Yo sentí que era un correo sincero y respondí en la mejor de las ondas, deseándole lo mejor en su búsqueda. Por mi comportamiento con él en el último tiempo me di cuenta que ya no estaba enamorada de él, sentía muy en el fondo que yo merecía algo mejor y la angustia extrema diaria me estaba enfermando, de hecho se me caía mucho el pelo. Él llamó a una de mis amigas para victimizarse e intentar ponerla de su lado. Le contó su versión de los hechos y entremedio le dijo que yo soy quien soy ahora gracias a él, que antes de estar con él yo era sólo una simple mesera y que gracias a él ahora tenía discos y una peluquería propia. Le dijo que fue un 7 conmigo, el mejor pololo del mundo y que lo dio todo por mi en estos 5 años. Siempre negó cualquier tipo de violencia, a varias personas.

Al par de días fui a buscar todas mis cosas a su casa. En un acto de amor extremo, le había prestado todos mis instrumentos, incluyendo un teclado Rhodes que me regaló mi papá. Cuando llegué a buscar mis cosas, todas tenían mucha tierra encima, estaba todo muy sucio. Me molestó el descuido con mis cosas. Al regresar a casa, limpiar todo y poner mis instrumentos en sus nuevas ubicaciones me sentí en paz y tranquila. Tenía todo de vuelta y mi refugio estaba completo.

Jamás pensé en volver con él. Nunca le envié algún mensaje, lo bloqueé de todo lo que pude, bloqueé incluso a personas que asociaba con él y para mí siempre ese fue el fin de la relación, sin vuelta atrás. No lo contacté nunca de ninguna forma.

Unos días después empecé a sentirme mal, muy mal y no entendí por qué. Me sentí tan mal que fue necesario buscar ayuda. Pedí hora donde mi psicólogo de antes y fue ahí donde poco a poco empecé a ver toda la violencia que había estado viviendo durante esos 5 años. Yo seguía justificando los golpes, culpándome a mí por esos episodios pero con mi psicólogo dejé de sentirme merecedora de tanta violencia. Empecé a darme cuenta de la cantidad de cosas que normalicé, el trato diario que me daba frente a otros (una vez que terminamos, algunos amigos me comentaron que siempre les extrañó que me tratara de forma tan despectiva), muchas situaciones que me dolieron bastante en su momento y omití para poder seguir en la relación. Me sentí tan mal de ver esto tantos años tarde, que salió una invitación inesperada en el momento preciso y fui a pasar el año nuevo a México con varios amigos. Fue la mejor decisión que pude tomar, volví renovada y en otra onda hasta que me enteré que en realidad X estuvo a lo más 1/2 hora solo y ya tenía una nueva novia, 15 años menor que él. Fue un golpe bajo pero era bastante esperable según su “crisis de los 40”. X es de esas personas que no pueden estar nunca solos porque se aburren. Esto ya no era asunto mío, lo sé.

X dejó de saludar a todos los amigos que teníamos en común. Los ignoró de un día para otro y nadie supo por qué, ya que no dio pie a poder conversar algo con ellos.

Conversando con mi círculo cercano de amigos, sentí que lo mejor era de a poco ir contando mi historia de violencia a gente cercana y lentamente el círculo se fue abriendo, la gente me fue contando cosas de él que jamás pensé, hasta que un día apareció D, quien me escribió muy insistente y dijo que necesitaba venir a mi casa a hablar conmigo.

D vino al par de días y me contó que durante nuestros 5 años de pololeo, ella y X tuvieron una especie de relación por chat, donde el tono de las conversaciones siempre era sexual y calentón. Él le había pedido fotos desnuda varias veces y ella era algo así como su confidente. Él le contó que hablaba con otras niñas por chat y que se las joteaba. También le contó que le gustaban varias amigas mías y fantaseaba con ellas. Supe muchas cosas nuevas de X ese día, de su comportamiento con ex parejas, más historias violentas y además que él llevaba una vida paralela online, cosa que jamás sospeché y que me impactó y decepcionó mucho saber.

Comenté lo de las cyber-relaciones con mis amigas cercanas y de a poco les empezaron a aparecer recuerdos:

“recuerdo la vez que X me preguntó sobre mi vida sexual con mi pololo, sobre la frecuencia sexual que teníamos”. Otra amiga recordó lo mismo.

“recuerdo una vez que X me preguntó sobre el tamaño de los penes de los hombres con los que había tenido sexo”.

“recuerdo que 3 veces X me mandó fotos de penes, seguidos por links de videos porno porque yo estaba soltera”.

Todo siempre en la onda “chiste”, pero hicieron sentir muy incómodas a todas.

Recordé una situación puntual con una músico muy bacán que de un momento a otro despidió a X de su banda por correo y él vino muy afectado a contarme esto. “La odiamos” le dije sin dudar, la bloqueé de todo y nunca más la saludamos ya que jamás cuestioné su versión. Hace unos días recordé esa situación y quise llamarla para disculparme por mi actuar en esos años y saber qué había pasado: X se le insinuó varias veces, le mandó gifs y links de videos porno por chat, haciéndola sentir muy incómoda. Ella tenía un novio en ese tiempo y jamás le dio alguna señal o confianza para que hiciera eso.

Supe que en el año 2015, durante una junta con una amiga suya que estaba en una situación muy complicada y en medio de una gran borrachera de ambos, me fue infiel de hecho. No sólo hizo cosas por internet sino también en persona.

Ella me contó que tenía una fijación con los senos de las mujeres, que le comentaba que “sus tetas eran ricas” y le hacía comentarios sobre las pechugas de otras niñas, todas músicas de la escena.

Tres niñas lesbianas me contaron que X les hablaba mucho en persona y por chat, pidiendo que hicieran tríos con sus parejas, que él se excitaba mucho con la idea de las lesbianas y una de ellas me contó que le pedía detalles de cuando intimaba con su novia, situación que la hacía sentir pésimo. No fueron un par de veces que hizo estas propuestas y preguntas sino muchas veces.

Esa fue la gota que rebalsó el vaso.

Hizo esto con gente cercana a mi círculo, gente que en cualquier momento podía contarme algo pero que por alguna razón nadie hizo. Lamento tanto que nadie se haya atrevido a decirme algo. “Estabas demasiado cegada”, me dijeron. Me da impotencia que ahora se hayan reivindicado los derechos de las mujeres, se nos de tribuna para contar cosas como esta y que en esos años ninguna de estas mujeres haya tenido el valor y la solidaridad de contarme lo que pasaba frente a mi nariz, lo que pudo haberme ahorrado 1, 2, 3 años de dolor.

El rumor empezó a correr y al parecer X se vio acorralado e hizo que su mamá llamara a mi mamá, hecho bastante curioso considerando que X tiene casi 40 años y su mamá tuvo que interceder por él. Se enteró de muchas cosas que no sabía de su hijo. Esto ya ha pasado dos veces, X pide que su mamá llame a mi mamá y quiere que nos juntemos en persona. Yo no quiero verlo nunca más en mi vida, si es posible.

Le escribí un correo, me costó mucho hacerlo. Hice una lista de casi toda la información que recibí (lamentablemente no actualizada porque a cada rato me llega más información y peor) y plasmé ahí todo lo que sentía. Le dije que seguiría contando mi historia. Se lo envié con mucho dolor. No sé si lo leyó ya que como era de esperar, no recibí respuesta alguna.

Eso ha sido lo más duro de todo: darme cuenta que estuve 5 años con alguien que no conocí, que estuve enamorada hasta las patas de alguien que no existía. Él es un farsante, estuve tan engañada que hasta meses después de terminar incluso ponía las manos al fuego por él y en realidad X había jugado conmigo todo el tiempo que pololeamos, me engañó con su amiga y quizás cuantas otras chicas más. Estuvo hablando cosas sexuales con muchas mujeres por chat durante toda nuestra relación, refugiado tras la pantalla de un computador que más encima yo le regalé con todo el amor del mundo. Tal vez esto sea algo común entre la gente más joven o en relaciones abiertas pero no eran los términos en los que partimos nuestro pololeo, por lo que lo siento como una gran traición. Conmigo siempre fue normal, nunca noté nada raro. Yo confiaba 100% en él, jamás revisé su correo ni su celular, jamás supe sus claves ni él las mías, no soy así en mis relaciones y nadie debería ser así en realidad. No hay manera de explicar la decepción, dolor y tristeza que sentí.

Pasó lo esperado, al verse el amenazado, X inventó una historia completamente opuesta a la mía, dejándome como una loca despechada histérica, justificando todo su actuar. Incluyó detalles muy sin importancia pero contó todo, todo al revés y con eso hizo sentir muy comprometido a su nuevo y joven círculo de amigos y a su mamá, quienes le creen todo 100% como era de esperar y lo apoyan porque están cegados, igual que yo al inicio.

Escribo esto porque es mi verdad, viví 5 años de violencia psicológica grave, dos veces golpes fuertes en la cara y esta persona está tranquila en su casa con su historia inventada, trabaja aún con bandas que se abanderan por el feminismo y sigue hablando con quizás cuántas mujeres por internet, engañando a todos, haciéndose la víctima y el encantador. Siento que esto no debiera seguir pasando. Las personas así no cambian. A veces una puede pensar “esto no me lo va a hacer a mi” o “yo voy a hacer que cambie” y no, eso no pasa NUNCA, menos en alguien adulto como él. Ya tiene antecedentes anteriores y lo más probable es que siga haciendo lo mismo con todas las mujeres que elija.

Esta no es la primera ruptura amorosa que tengo. Este no es el primer pololo que tengo. Me duele contar esta historia. Esto no es un chisme ni caza de brujas, es algo serio y puse una denuncia (RUC: 1800150000-3). Me duele haber sido tan ciega y tonta. No sé quién inventaría algo así por despecho sin ser cierto. Aquí hay testimonios de muchas mujeres distintas que la verdad no sé si en algún momento darán la cara o no, pero yo ya no puedo callar. Esto es MUY doloroso. Los que me conocen, en persona o por mis videos, sabrán que lo que escribo aquí es cierto.

Muchos se preguntarán por qué no lo dejé al primer golpe, incluso al primer intento de controlar mi vida en todo sentido, pero la gente que no ha vivido una relación violenta no sabe lo que es, cómo desde el primer día te enganchan y te quedas atrapada, sientes que una persona te mira como nunca nadie lo hizo antes, te ponen en un altar con un amor tan intenso, incomparable y que con el tiempo, lentamente cambia sin que te des cuenta. No saben la dependencia que se crea, el nivel de baja autoestima que queda en que piensas que no puedes hacer nada sin el otro, que no eres capaz de valerte por ti misma sola, entre miles de otras cosas. Con decir que pensé en rechazar el Fondart que gané porque sentí que DE VERDAD no podía hacer mi disco sola, sin él. Es algo muy complejo de explicar y no es el punto de este relato.

No tengo la menor duda de que X seguirá haciendo lo mismo, repite los mismos patrones. Ya lo está haciendo de nuevo. Ya engañó a su nuevo entorno y debe estar buscando nuevas niñas para hablarles de sexo y sacarles información privada y pedirles fotos.
Sólo espero que las siguientes chicas sean más astutas que yo y al primer signo extraño que vean o sientan, corran. Sino sufrirán lo que yo estoy sufriendo y lo que con certeza sé que sufrieron todas sus ex parejas.

Para mi esto ha sido una dolorosa lección pero de tanta suciedad, saqué algo en limpio: a partir de ahora enfrento mi vida de forma positiva, con la certeza de que esto nunca volveré a permitirlo ni a vivirlo”.

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