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9 de Agosto de 2018

Torturada en dictadura por condenados en libertad condicional: “Los mismos que hoy están libres mataron a mi esposo”

Tres de los torturadores de Nicza Báez Mondaca quedaron en libertad tras un dictámen de la Corte Suprema. "La última vez que vi a Alonso, estaba amarrado a una silla, no tenía uñas en los pies y su cara era un amasijo informe por los golpes", cuenta a El Dínamo, junto con señalar: "Quedo con la sensación de que la justicia que durante tantos años hemos reclamado, no es nada más que un espejismo".

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El 14 de noviembre de 1975 cambió para siempre la vida de Nicza Báez Mondaca. Ese día, junto a su esposo Alonso Lazo Rojas, ex militante del MIR de 24 años, que fue detenida en Copiapó. 42 años después de sobrevivir a las torturas, la mujer que hoy radicad en Francia, debe enfrentar un nuevo capítulo de esta historia: la libertad de sus captores.

El 31 de julio de 2018, la Corte Suprema ordenó la libertad de cinco internos de Punta Peuco condenados por violaciones a los derechos humanos. Entre ellos estaban Hernán Portillo Aranda, José Quintanilla Fernández y Felipe González Astorga, torturadores de Nicza, reconocida como una de las víctimas de la dictadura en el Informe Valech.

Según el archivo, el episodio se habían iniciado días antes de su detención, cuando el domicilio donde arrendaban una pieza en Chañarcillo 171, fue allanado por nueve civiles quienes dijeron estar en búsqueda de “Rosario”. Al día siguiente, nuevamente el domicilio fue allanado, esta vez por civiles y carabineros. Luego de estos incidentes, Lazo Rojas y Báez Mondaca solicitaron alojamiento en una casa ubicada en la calle Juan Martínez N°321.

Cuando el matrimonio llevaba allí dos días, llegaron seis civiles -entre ellos un militar que usaba una boina negra- bajo la identificación de “Servicio de Inteligencia Militar“, momento en el que los trasladaron al Regimiento de Infantería Motorizada N°23 “Copiapó”.

La pareja fue separada en el lugar. Posteriormente -según lo declaró Báez- los juntaron y los llevaron hasta el 2° piso donde los vendaron, interrogaron y castigaron. Este fue el último contacto que tuvo con su marido.

“La última vez que vi a mi esposo Alonso, porque pude sacarme la venda, estaba amarrado a una silla, descalzo, no tenía uñas en los pies, su cara era un amasijo informe por lo hinchada que la tenía con los golpes. Sangraba de la boca y de la cabeza y esta caía sobre su pecho, la camisa turquesa con pequeños lunares blancos estaba abierta y sus pantalones destrozados” cuenta la mujer desde Francia a El Dínamo.

Según Nicza, “Portillo el fue el último que vio con vida a Alonso y cuando los otros criminales se fueron a descansar este siguió golpeandolo bestialmente. Posteriormente, los mismos que hoy están libres, lo mataron, aunque todavía lo nieguen“.

Un informe de Gendarmería reveló la poca conciencia que tienen los condenados en el caso de sus delitos. Por ejemplo, de Hernán Portillo Aranda (66) dice que “minimiza su responsabilidad, sin lograr evidenciar el carácter ilícito de sus acciones”; de José Quintanilla Fernández (66) afirma que “minimiza su participación en el delito por el que cumple condena, negando toda responsabilidad al respecto y realizando un análisis meramente descriptivo de situaciones, sin profundizar y solo en la perspectiva de liberarse de toda culpa”; y de de Felipe González Astorga (79) se asegura que “niega toda responsabilidad en los hechos por los que cumple condena, refiriendo que solo se limitó a cumplir órdenes”.

Para Báez Mondaca, su experiencia de cómo actuaron demuestra que “nunca tuvieron conciencia ni tampoco arrepentimiento. De quien es capaz de comportarse así con otro ser humano, además indefenso, no podemos esperar ni conciencia ni arrepentimiento“.

“Quedo con la sensación de que la justicia que durante tantos años hemos reclamado, no es nada más que un espejismo y que incluso la medida de lo posible con la que se pretendió llevarla a cabo no es nada más que una farsa orquestada por los poderes del Estado” agrega la mujer.

En esa línea, Nicza envía un crudo mensaje a las autoridades chilenas: “pueden satisfacer torcidamente el texto escrito de la ley, incluso violándolo, pero si lo hacen como hoy, jamás podrán decir que han servido a la Justicia“.

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