Secciones El Dínamo

cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad
24 de Septiembre de 2018

Dramático relato de joven sobre cómo operó el arzobispo de Puerto Montt tras denunciar a un cura por abuso sexual

Cristián Caro sólo ofreció realizar un juicio canónico, en vez de hacer una denuncia ante la justicia civil. Además reunió a las víctimas con el agresor, para que se pidieran disculpas.

Por
abuso sexual
Compartir

Cuando Magdalena -nombre fictio- tenía 16 años, fue víctima de abuso sexual por parte de Víctor Guerrero Díaz, sacerdote cercano a su familia, que además era jefe de sus padres y guía espiritual.

“Abusaba de mi en la parroquia y en nuestra casa. Como mis papás trabajaban en Calbuco, él tenía claridad de cuales eran nuestros horarios, sabía cuando estábamos sola con mis hermanas (…) fueron abusos físicos -tocaciones y violaciones-  y psicológicos”, relató al diario El Llanquihue.

Las agresiones se mantuvieron a lo largo de un año. Sin contar nada a a nadie, la joven se fue a estudiar a Valdivia al año siguiente, ciudad a la que llegó Guerrero a visitar. “Me sentía sucia, avergonzada… él tenía esa habilidad de hacerte sentir que todo era responsabilidad tuya. Yo aún me cuestiono porqué no grité, por qué no pataleé, porque no hablé. Es súper difícil”, contó.

Sin embargo, la joven de ahora 33 años decidió hablar con su familia y contar los sistemáticos episodios que sufrió luego que se enterara que el sacerdote se había ofrecido a llevar a su hermana menor del colegio a la casa.

Su hermana mayor también había pasado por algo similar. Cuando les contaron a sus padres, les creyeron pero estaban schokeados. Así y todo fueron a hablar con el arzobispo de Puerto Montt, Cristian Caro, quien los recibió.

“No nos dio opciones. Solo le ofreció a mis papás hacer un juicio canónico. No les planteó hacer una denuncia en la justicia, los amenazó que no podían hablar nada. En un momento el arzobispo nos juntó a todos, donde quería que nos abrazáramos y nos disculpáramos. Como cuando las mamás abuenan a sus hijos. Fue terrible”, relató Magdalena.

En esa oportunidad, Guerrero se justificó y el arzobispo también diciendo que estaba estresado, y se les dijo que iba a quedar suspendido de sus funciones de forma momentánea. Luego el sacerdote confesó el delito y en 2004 fue marginado temporalmente de la iglesia. En el documento, se expone que Caro, tras hablar con el Nuncio Apostólico, los directivos de la Conferencia Episcopal y otras entidades, se suspendía a Guerrero.

Sin embargo, tras 15 meses fuera de su cargo, el sacerdote volvió a sus funciones pastorales, dado que, según lo indica un documento reservado, tras un acompañamiento espiritual y psicológico, había dado claras muestras de “arrepentimiento”.

De vuelta a su vida pastoral, Guerrero, quien era el tutor del padre de la víctima para ser diácono, ofició la ceremonia junto a Caro donde víctimas y victimario se volvieron a ver. En 2008, el sacerdote fue nombrado por sus superiores como el encargado de la administración del Colegio Inmaculada Concepción de Puerto Varas, otorgándole un puesto de relevancia en la zona.

Fue en 2013 cuando Magdalena encaró a su agresor, luego de saber que estaba trabajando con niños. “Le dije que si no renunciaba, yo iba a hacer público todo. Renunció al sacerdocio sólo porque lo amenacé”. Efectivamente, Guerrero renunció, según dice una carta, de manera “consciente, libre y  voluntariamente, dejar el ministerio sacerdotal”, agregando que “solicita que se haga encarecidamente con prontitud”.

Léenos en Google News

Notas relacionadas

Deja tu comentario

Lo más reciente

Más noticias de País