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14 de Octubre de 2019

“Quería dejar de vivir ese sufrimiento”: Felipe Osiadacz rompe el silencio a meses de huir de Malasia

El joven aseguró que realizará charlas motivacionales y está escribiendo un libro, donde además de relatar su experiencia, busca denunciar el atropello de lo DD.HH. en el sistema carcelario de Malasia.

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Fue en abril pasado cuando Felipe Osiadacz huyó hacia nuestro país luego de pasar más de 15 meses detenido en Malasia por el asesinato de Yusaini Bin Ishak en el hall del hotel donde hospedaba. Pese a que ya se encuentran en Chile, el proceso judicial en su contra continúa adelante y esta es primera vez que hablan por la prensa.

En entrevista con T13 aseguró que “los primeros seis meses fueron aterradores. Una experiencia que no se la doy a nadie. Uno tenía que defecar en el piso, en una esquina, y después juntar agua y tirarlo para que se fuera por un conducto que se había hecho a golpes para que saliera, y si no, la gente dejaba las fecas ahí”.

Otro de los temas con los que tuvo que lidiar en la cárcel de alta seguridad Sungai Buloh fue la alimentación. “Imagínate que te daban todos los días un pescado que te hacía salía salir ronchas negras en el cuerpo. Yo muchas veces defequé sangre por meses, me daban espasmos en el estómago por lo mismo, porque agarraba los virus que estaban en el ambiente, en las bandejas, en la misma gente que repartía las comidas”, señaló Osiadacz.

“Tú tenías que comer el arroz con la mano porque no hay servicio. Tenías que tratar de comer el arroz que no tocaba la bandeja porque ésta, en el fondo, tenía un sarro negro que era resbaloso, como moho”, detalló.

Por otro lado, recordó que cuando se enteraron que la Fiscalía apelaría al caso, “le rogaba al universo que me llevara durante el sueño, quería dejar de vivir ese sufrimiento que estaba viviendo, tan intenso, tan fuerte, tan terrorífico, tan lamentable”.

Y es que en su estadía en la cárcel es algo que quiere olvidar. A La Tercera detalló que “una vez escuché gritos en otra celda, gritos muy fuertes, vi a muchos gendarmes corriendo de un lado para otro, ya que en la noche, para evitar motines, se llevaban las llaves a otro bloque. Corrían para buscar las llaves porque algo estaba pasando. Eso es una cosa que me gustaría destacar: si algo te pasaba en la noche, si te estabas muriendo por ejemplo, los gendarmes, aunque lo quisieran, no podrían entrar, porque no tenían las llaves”.

“Finalmente vi cómo sacaron a alguien muerto en una camilla. Se había suicidado. Otra vez, también en la noche, cuando llevaba apenas 3 días en Sungai Buloh, un myanmarino me robó una pasta para uno que me había comprado. Cuando el jefe de la pieza se enteró de que me habían robado fue donde esta persona y le pegó por cuarenta minutos, con patadas, combos, yo quedé helado. Jamás me esperé ver algo así”, añadió.

El momento más difícil de Felipe Osiadacz ocurrió cuando durante “seis meses que estuve encerrado en la pieza y que no me abrieron la puerta, ¡la mitad de un año no pudimos salir de una celda de 14 metros cuadrados! No teníamos ni permiso para salir 15 minutos a caminar ahí mismo en el block. Seis meses, éramos diez personas y el único espacio que tenía era donde cabía mi cuerpo. Estuve con ucranianos, chinos, nigerianos y malasios; hubo hartos conflictos. Podían estar dos horas discutiendo si la pared era blanca o café, por darte un ejemplo”.

Para sobrevivir, además de la lectura, “hice un mapamundi en la pieza que generó harto revuelo, era de un metro por uno y medio, con todas las islas y países del mundo. Cuando los gendarmes y los reos pasaban por ahí preguntaban “quién hizo eso”, estaban locos por el mapa, era muy detallado, incluso me pidieron replicarlo en otras celdas. En ese momento me fui haciendo conocido la gente me veía meditando, con libros todas las semanas. Leía un libro de 1.300 páginas en dos días y medio, en promedio creo que leía 10 horas diarias”.

Sobre la gestión que realizaron las autoriades chilenas, particularmente el cónsul Juan Mason, Felipe Osiadacz indicó que fue “excelente, se portó muy bien con nosotros y estoy muy agradecido por todo lo que hizo. Una vez, sin embargo, tuvimos un problema porque entró a verme en la cárcel con un Ipad, sin darse cuenta. Cuando lo noté le pregunté si podía grabar un video de feliz navidad para mi familia, lo cual quizás fue una imprudencia de mi parte. En menos de diez segundos les alcancé a decir que no se preocuparan y que estuvieran felices. Ni yo ni él nos percatamos de que en la sala había cámaras. Pronto llegaron los gendarmes y le dijeron a Juan Francisco que lo que tenía en sus manos era ilegal”.

“Me devolví a la celda pensando en que ojalá no le hicieron nada, pero en realidad era yo el que estaba en problemas. Me mandaron a llamar al lugar donde dictaban los castigos y me dijeron que estaría encerrado siete días en Tawakal, donde las piezas tienen la mitad del tamaño que las regulares del penal donde estaba. Ahí la comida era peor y la luz de la celda, que era muy intensa, estaba siempre encendida. Era muy difícil dormir”, recordó.

Felipe Osiadacz evitó referirse a cómo gestionó su regreso a Chile porque no lo encuentra “prudente”. Sin embargo, aseguró que ya en nuestro país quiere hacer “charlas motivacionales que ayuden a la gente a hacerle frente a la adversidad cuando creen que todo está perdido, porque si algo tengo claro, es que después de la tormenta siempre sale el sol, pero eso depende de uno, de la actitud con la que afrontas la vida”.

“Estoy muy agradecido de toda la gente que se involucró, mi padre, mi hermana, mi familia en general, y en particular el abogado Jorge Boffil, por sus consejos y respaldo incluso desde antes que regresara a Chile. También hubo personas que me mandaron libros, que le dieron una palabra de apoyo a mi padre y a mi hermana en los momentos más críticos, personas que sin conocerme a mí o a mi familia nos apoyaron emocional y económicamente. Sin todo ese apoyo, sin esa buena energía, no estaría aquí”, reflexionó.

Por último, reveló que está escribiendo un libro sobre su experiencia. En él cuenta “cómo logré salir adelante en un ambiente hostil, con una cultura y un idioma distintos, con la perspectiva de morir en la horca y alejado de todos mis seres queridos”.

En su obra literaria, Felipe Osiadacz manifestó que también busca “interpretarse como una denuncia a las condiciones de vida del sistema carcelario y judicial malasio; quiero que los lectores se den cuenta de cómo se atropellan los derechos humanos en esos lugares y no solo de mis vivencias particulares. Hay quienes viven algo así y dicen “bueno, alguien se irá a encargar”. Yo no podía seguir trabajando y hacer borrón y cuenta nueva si es que sé que hay personas que lo siguen viviendo por años, día tras día, hora tras hora, hasta que se mueran. Tengo un compromiso moral y social de ayudarlos”.

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