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11 de Abril de 2014

Otra muerte por odio: La historia de Wladimir Sepúlveda

La madrugada del 20 de octubre del 2013, un violento ataque homofóbico en San Francisco de Mostazal conmovió al país. Wladimir, había sido brutalmente golpeado hasta la inconciencia igual como sucedió con Daniel Zamudio. El joven permaneció en estado vegetal durante seis meses en el Hospital Regional de Rancagua hasta perder totalmente las fuerzas y morir el domingo por una falla multisistémica. Su familia pide justicia.

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El 31 de marzo el doctor del Hospital Regional de Rancagua llamó al celular de María Cerón, prima de Wladimir Sepúlveda (21), y mandó a buscar a la madre del joven, la señora Luz Arce (47) para informarle que a su hijo no le quedaban más que unos días de vida y el joven falleció en menos de una semana. Ella, alcanzó a despedirse, a preparararse de alguna forma, dicen los familiares, pero ya no quiere hablar con nadie.  Sus sobrinas comentan que Luz se acuerda de su hijo y que se niega a contestar las llamadas de los periodistas, sólo habla de “Wladi”  mientras apura un  cigarrillo tras otro para paliar la angustia.

En octubre del año pasado en San Francisco de Mostazal, una ciudad rural ubicada a pocos kilómetros de la capital de la sexta región, el joven homosexual fue brutalmente golpeado cuando él y tres amigos se encontraron con otro grupo frente a la Plaza de Armas del centro de la comuna. Tras un breve intercambio de palabras, hubo insultos y luego los sujetos se ensañaron con Sepúlveda, la provocación terminó en un brutal e incomprensible ataque por su orientación sexual. Tras la golpiza, el joven permaneció en estado vegetativo durante seis meses con un diagnóstico crítico que empeoró con el pasar de los meses.

La noticia conmovió a toda la localidad. Wladimir era conocido en la Villa Los Presidentes, un barrio de gente esforzada, donde los vecinos se ganan la vida como temporeros.  Acostumbrados a problemas como la alta deserción escolar y la drogadicción,  por tratarse de uno de los sectores más pobres de esta región. “Hay muchos jóvenes que no tienen nada que hacer, hay droga y alcohol, quizás eso fue un poco lo que motivó a sus atacantes y todos sabían como era Wladimir, ellos lo atacaron por ser como era”, dice un testigo que prefiere mantener en reserva su nombre y entrega más información de lo que ocurrió ese día.

¿Cómo partió la riña que terminó con un nuevo crimen por odio y discriminación?  La madrugada del domingo 20 de octubre había dos grupos de jóvenes en la zona de los colectivos frente a La Plaza de Armas. El grupo atacante iba liderado por Cristopher Morales -único imputado en el caso-quién salía de un bar llamado “El Coyote”.  Según relata un testigo, los sujetos comenzaron a molestar a Wladimir por su orientación sexual, lo que habría terminado en una brutal golpiza al joven entre seis personas que no pararon hasta dejarlo inconsciente.”Los detalles son confusos, creemos que  Cristopher está encubriendo a los otros atacantes y aún se mantienen como parte de la investigación”, dice la misma fuente.

Sus familiares dicen que en su barrio los vecinos le tenían mucho cariño y conocían su historia. Wladimir vivía con su abuela Luzmira desde los nueve años. Allí había elegido quedarse pues a esa edad tuvo que optar entre irse a vivir con su mamá y su nueva pareja o quedarse con quien prácticamente lo había criado. Eligió la segunda opción y se dedicó de lleno a cuidar a la anciana. “Él era muy preocupado del Alzheimer de su abuelita, iba a buscar las cajas de mercadería y los pañales a la municipalidad y ella lo adoraba”, dice Isabel Salas, asistente social de la comuna.

Wladimir no había terminado la educación media, por eso trabajaba de temporero. Los días que no había trabajo le gustaba pasear, ir a ver a sus amigas, pero la mayoría del tiempo se la pasaba con Luzmira. Él era a la única persona que reconocía. Cuando chequeaba que todo andaba bien, recién se atrevía a salir o aprovechaba para visitar a su prima Bárbara (16) con quien tenía una relación muy estrecha. “Nunca le contó a su mamá lo que el realmente era, pero todos lo sabían, a mí una vez me dijo ‘prima estoy enamorado’ ya le gustaba un chiquillo, pero tenía miedo que lo fueran a rechazar en la familia”, recuerda un cercano.

El duelo

“Lo más doloroso es ver que él esté muerto y el culpable que lo mató con arresto domiciliario nocturno”, dice Elsa (25), la hermana mayor de Wladimir. La joven señala que como familia comenzaron a adelantarse al duelo desde hace un mes, cuando vieron que su condición empeoraba, pero desde entonces hay días peores que otros, susceptibles a lo que ven en la televisión,cuando se revelan detalles escabrosos de la golpiza o la duda de que hay más culpables y que están libres.

Elsa tiene un sensación que no sabe explicar. “Siento que el Wladi va a entrar por la puerta en cualquier momento, que aquí no pasó nada y me vuelvo a acordar de que está muerto y que ya no lo voy a ver más”, confiesa con la voz quebrada.

De su hermano menor, dice que recuerda principalmente el apego a su madre, tanto que Wladimir vivía aproblemado por la falta de dinero para pagar las deudas que se iban acumulando. “Mamita un día le voy a poder pagar todas las cuentas”, le prometió a su madre. “A nosotras nunca nos dijo ‘mamá o hermana, soy gay’, pero nosotras sabíamos y así lo queríamos, preocupado de la ropa, de andar perfumado, que se encrespara las pestañas, de esas cosas que uno conoce de su familia y te das cuenta no más, de repente también entendí que lo estigmatizaban en la comuna, pero como pasa en todos lados” dice Elsa.

Wladimir era muy reservado, tanto que poco y nada contó de uno de sus últimas inquietudes: quería conocer a su padre. Lo intentó, logró averiguar algunos datos, pero cuando dio con su paradero se enteró que había muerto hace dos años. “Eso lo achacó harto, pero de todos modos trató de no estar triste. Él era muy tira pa’ arriba, usted nunca lo iba a ver bajoneado, con él no se pasaban penas. Cuando tenía que salir se arreglaba, se embetunaba con crema la cara, se perfumaba y se iba a la casa de alguna amiga, feliz escuchando su cumbia villera o champeta”, recuerda su prima Bárbara.

La misma sensación se vivió en el funeral de Wladimir. Oscar Rementería, vocero del Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) comenta que se llevaron una grata sorpresa cuando la misa fue oficiada por el obispo de Rancagua Alejandro Goic.

Tras su muerte, se solicitó la reformalización del delito pasando de lesiones graves a homicidio calificado. “Queremos pedir acciones disciplinarias en contra del juez de Graneros Pablo Aceituno, quien dijo que esa golpiza no era homofobia, lo que nosotros consideramos un agravante…En estos momentos su familia lo único que quiere es que se haga justicia con Wladimir, no puede ser que estas muertes sigan sucediendo”, reflexiona Rementería.

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