Respuesta de desafección y protesta en las primeras elecciones tras la crisis económica europea
En la nueva Eurocámara los dos grandes partidos se necesitan el uno al otro para lograr los 376 escaños que exigen las grandes decisiones, como, sin ir más lejos, la elección del presidente de la Comisión Europea, para el que las urnas han legitimado en primer lugar al conservador Jean-Claude Juncker.
El voto de desafecto y de protesta contra las realidades nacional y comunitaria ha sido la respuesta de los europeos del norte y del sur en las primeras elecciones europeas tras la crisis económica.
En la nueva Eurocámara los dos grandes partidos se necesitan el uno al otro para lograr los 376 escaños que exigen las grandes decisiones, como, sin ir más lejos, la elección del presidente de la Comisión Europea, para el que las urnas han legitimado en primer lugar al conservador Jean-Claude Juncker.
El euroescepticismo, como preveían los sondeos, ha conseguido arrasar en países como Francia y Reino Unido, pero si bien no podrá secuestrar la deriva del trabajo legislativo, sí promete dificultar asuntos clave por la futura política de inmigración europea.
En general, la austeridad impuesta por los hombres de negro de la “troika”, ha dado alas al voto de protesta, sobre todo en los países del sur, mientras que la xenofobia y la extrema derecha se han abierto más camino en el norte.
El descontento y la apatía ciudadana paradójicamente no han traído consigo un nuevo aumento de la abstención, como ha ocurrido sin excepción cada cinco años en las elecciones europeas en el conjunto de la Unión Europea (UE).
Por contra, se marcó un punto de inflexión, aunque tímido, con una décima más de participación que en 2009 (43,09 %).
La analista europea Sonia Piedrafita destacó que el voto de protesta fue acicate para la mayoría de países donde creció la participación, como Grecia u Holanda, aunque esa regla no se cumplió en el caso alemán, donde no influyó el elemento de la desafección.
El director del think tank independiente Centre for European Policy Studies, Daniel Gros, destacó que pese al ascenso del euroescepticismo, existe una falta de unidad y coherencia interna entre las distintas fuerzas antieuropeas y extremistas, que difícilmente podrán aliarse en la Eurocámara en la mayoría de asuntos.
Más allá, recordó que la mayoría de europeos votaron por fuerzas que defienden el euro o la libertad de circulación.
“Las encuestas muestran que la confianza del ciudadano en el Parlamento Europeo (PE) es mayor que en los parlamentos nacionales, así que no podemos sacar conclusiones precipitadas, por mucho que asombren triunfos como el del Frente Nacional”, señaló.
Así, para Gros, el voto de desafección y protesta “no es un asunto al que deba dar respuesta Bruselas, sino los partidos políticos a nivel nacional, que son los que han provocado ese desencanto y son los únicos que pueden ponerle remedio”.
“Decía Winston Churchill que la democracia es el peor sistema a excepción de todos los demás que se han intentado en el pasado. Pues seguramente con la Unión Europea pase algo similar”, dijo.
Más crítico en la respuesta de los ciudadanos hacia la gestión europea de la crisis se mostró el presidente del Comité Económico y Social Europeo (CESE), Henri Malosse, que señaló que el resultado de los comicios es “una advertencia de la brecha que separa a las instituciones europeas de sus representados”.
“La única lección de estas elecciones es sencilla: la prioridad es reconquistar la confianza de los ciudadanos para hacer creíble otra vez el proyecto europeo”, añadió.
Lo cierto es que el hecho de que para la viabilidad de la mayoría de trabajos legislativos en la Eurocámara, el Partido Popular Europeo (PPE) y la Alianza de Socialistas y Demócratas (S&D) deban ponerse de acuerdo no significará un cambio de ciclo en el juego de fuerzas del hemiciclo europeo.
La afinidad de voto entre los dos grandes grupos ya fue en la pasada legislatura superior al 70 %.
Serán precisamente los asuntos en los que el PPE y el S&D no tienen consenso (especialmente temas relacionados con el medio ambiente, la industria y las libertades) los que más dificultades tendrán para desarrollarse en los próximos años.
El primer escollo al que tendrá que hacer frente la coalición de las dos grandes fuerzas es la elección del presidente de la Comisión Europea.
Aunque el candidato del PPE proclama su posición de favorito por ser la suya la fuerza más votada, el de los socialistas, Martin Schulz, está dispuesto a dar la batalla y destaca que el PPE es el gran perdedor de los comicios al ser quien más escaños ha dejado por el camino desde 2009 (61 escaños menos).
Será también el primer “tour de force” (pulso) institucional de la Eurocámara contra el Consejo, pues que los líderes europeos podrán avalar a un candidato distinto de los nominados por los partidos políticos europeos, en contra de lo pactado por las fuerzas del Europarlamento y prometido a la ciudadanía en la campaña europea.