Hay personas que se sienten cómodas en organizaciones fuertemente jerarquizadas, con mucha burocracia, donde empujar innovaciones disruptivas es prácticamente imposible. No me cuento entre esas personas. Ese es el ambiente en el cual he intentado promover y empujar una revolución digital para Chile, y ha sido motivo de muchas frustraciones personales, pero también de grandes satisfacciones profesionales. Cierro este ciclo con la tranquilidad de conciencia de haber puesto toda la carne en la parrilla. Me sentí durante mucho tiempo como una mota en el ojo de los demás, como alguien que estaba fuera de lugar y cuyos planteamientos incomodaban.
Se dice que los jueces hablan por sus sentencias. Análogamente, los empresarios hablan por sus organigramas y sus estados financieros, los gobiernos por sus presupuestos, la academia por sus mallas curriculares y centros de investigación, los Think Tanks por sus papers, los partidos políticos por sus programas y los legisladores por las leyes que promueven. Pues bien, respecto del tema de la Sociedad del Conocimiento y de la Agenda Digital, su silencio es elocuente.
El Estado sigue siendo la organización que más gasta en Tecnologías de la Información y Comunicaciones en Chile, aunque es menos del 1% de su presupuesto total anual. En el marco del gran estudio multisectorial y multipartido sobre la Modernizacion del Estado no hay ni un párrafo referente a papel de las TIC como facilitador del proceso.
Las empresas siguen utilizando las TIC como un “automatizador de procesos” más que un transformador de paradigmas. Los CIO corporativos reportan a la Gerencia de Administración y Finanzas, y no a la Gerencia General como ocurre con las empresas que están avanzando más en la materia, cambiando sus paradigmas de negocios.
En el mundo académico, no hay centros de investigación sobre la sociedad del conocimiento o la economía en Internet, o los nuevos paradigmas mundiales que trae la revolución digital. Los Think Tanks no han producido hasta la fecha ningún “paper” sobre las oportunidades históricas que se presentan al país de la mano de la revolución digital y de formas cómo podríamos aprovecharlas.
En ninguno de los programas de los partidos políticos se dedica un capítulo a este tema. Los legisladores no analizan y por lo tanto no proponen nuevos marcos legislativos que pueden ser de su iniciativa para generar un marco más propicio al desarrollo digital del país.
Ni siquiera los estudiantes, que claramente necesitan un cambio de mallas y metodologías acordes a la nueva realidad, lo mencionan entre sus peticiones. En definitiva, la cruda realidad es que el desarrollo digital del país no es tema para nadie, y que Chile sigue atado a modelos, esquemas y conceptos que tuvieron sentido a fines del S.XX y hoy son, por decir lo menos, anacrónicos.
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