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14 de Junio de 2021

Los desafíos de la educación escolar

Es importante reflexionar e incorporar los aprendizajes que ha provocado la pandemia y la adaptación a una nueva normalidad que se quedará entre nosotros. Lo anterior obliga a avanzar en políticas públicas en educación. Y primero, pensar de manera más decidida a la escuela como un espacio donde encontrarse y aprender de otros.

Por María Paola Sevilla, Cristóbal Madero y Leandro Sepúlveda
"El retorno a clases y las actividades presenciales son fundamentales para la vida escolar y el desarrollo de los estudiantes". AGENCIA UNO/ARCHIVO
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María Paola Sevilla, Cristóbal Madero y Leandro Sepúlveda es Investigadores asociados al CiPP U. Alberto Hurtado

La Agencia de la Calidad de la Educación entregó a fines del mes de mayo los resultados del Diagnóstico Integral de Aprendizajes para el conjunto de estudiantes del sistema educativo. Los resultados no son sorprendentes en consideración con la crisis sanitaria provocada por el COVID-19: en todos los niveles existen rezagos en los aprendizajes esperados respecto a los contenidos curriculares priorizados en el contexto de crisis, y un diagnóstico crítico de la situación socioemocional de los y las estudiantes. Un terremoto educativo que, afectando a estudiantes de todas las dependencias administrativas, tiene su epicentro en quienes no cuentan con los medios y condiciones para afrontar la educación a distancia.

Esta situación de daño educativo sistémico nos permite afirmar de manera taxativa que el retorno a clases y las actividades presenciales son fundamentales para la vida escolar y el desarrollo de los estudiantes. Por cierto, para tal efecto se requieren condiciones sanitarias mínimas, así como la disposición de profesores, apoderados y sostenedores en orden de facilitar un retorno seguro. Pero, tan o más importante que aquello, es la reflexión e incorporación de los aprendizajes que ha provocado la pandemia y la adaptación a una nueva normalidad que se quedará entre nosotros.

Lo anterior obliga a avanzar en políticas públicas en educación. Primero, pensar de manera más decidida a la escuela como un espacio donde encontrarse y aprender de otros. La escuela debe potenciarse más que nunca como un espacio para la sociabilidad, para el reconocerse con otros distintos, con quienes se aprende y se construye la vida social; aspecto que se ha relevado en toda su importancia en este largo período de distancia física.

Por otra parte, se deben centrar esfuerzos en las estrategias de retención de estudiantes en el sistema escolar. Con la pandemia, a los factores que ya anteriormente incidían en el abandono, se suman otros más, potenciados por la crisis económica, y que deben ser incluidos en los dispositivos de apoyo existentes. Los próximos meses serán, sin duda, exigentes en esta tarea.

Avanzar hacia “un nuevo trato” con el profesorado resulta también fundamental, reconociendo que estos han estado afectados y sobre demandados por la pandemia. Sin ellos y ellas el retorno a la presencialidad no es posible, pero tampoco lo son las clases a distancia donde el acompañamiento a los estudiantes traspasa las posibilidades de una jornada laboral tradicional. Mejores soportes técnicos e institucionales y apoyos socio-afectivos son iniciativas necesarias para una actividad profesional tan relevante como la docencia.

Poner atención y esfuerzos en la formación diferenciada técnico-profesional es, por último, otro eje a discutir. Estos estudiantes han sido los más afectados en esta crisis sanitaria, ya que el aprendizaje práctico, tanto en los talleres como en los puestos de trabajo, se ha visto interrumpido, sin opción de recurrir a planes alternativos eficientes. Para ellos, el acceso a tecnologías que posibiliten el uso de simuladores para las actividades de enseñanza-aprendizaje, así como prácticas profesionales de calidad que evidencien el compromiso de las empresas con el proceso formativo de estos jóvenes, resultan claves.

Y si hay algo de positivo en todo el contexto de la pandemia, es la nueva relación con las tecnologías y su potencial aporte para apoyar los procesos de enseñanza-aprendizaje. Si bien, como se ha indicado, la presencialidad es una realidad irreemplazable, es importante no perder la oportunidad de sacar provecho de lo aprendido en este tiempo de distancia, profundizando en la indagación de la tecnología al servicio de la educación y avanzando a un horizonte de mayor igualdad.

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