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4 de Julio de 2017

Ausentismo crónico: el enemigo silencioso en las salas de clase

Se estima que un tercio de los niños sufre este problema, el que aunque desconocido, puede traer serias consecuencias a su desarrollo.

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Se estima que en Chile uno de cada tres escolares presenta ausentismo crónico, es decir, faltó por 20 días o más al colegio, lo que equivale a un mes de clases. El problema es que el sistema de Información General de Estudiantes (Sige), dependiente del Ministerio de Educación, sólo toma en cuenta los promedios globales. De esta forma, lo que le importa a un colegio es completar el 85% de asistencia, sin tomar en cuenta si un alumno presenta un inasistencia irregular.

Se habla de ausentismo crónico (AC) cuando los niños faltan 10% o más de los días escolares. En Chile tenemos en promedio 200 días de clases al año, de los cuales, el 33% de los alumnos presenta de niveles de AC, y sólo un 67% tiene una asistencia regular según reveló el estudio del Programa Presente (2015), iniciativa con apoyo del Mineduc que espera revertir esta realidad. La situación es aún más dramática en establecimientos municipales, donde los niveles de inasistencia en los primeros niveles de enseñanza (preescolar) superan el 65% de acuerdo a un reporte realizado por la Fundación Educacional Oportunidad. Su directora ejecutiva, Marcela Marzolo, conversó con El Dínamo y explicó la importancia de esta alarmante cifra.

“Cuando comenzamos en 2008, pensábamos que los niños faltaban principalmente por enfermedad. Después que terminamos el estudio, en 2011, vimos que las razones son múltiples. Hay un 30% que se explica por alguna enfermedad. Ahí también hay un tema con las licencias que les dan los médicos, que a veces dicen a las mamás ‘no importa, deje al niño un mes en la casa‘ y no le ven el peso el que tiene. Pero también vimos que después de las vacaciones de invierno y del 18 hay muchos que se demoran en volver”, explicó, asegurando que esto demuestra que hay una baja valoración del nivel inicial por parte de los padres.

“Hay un tema de desconocimiento de lo que los niños va a hacer a los jardines, prekinder y kínder, ademá del desconocimiento de la importancia que tienen estos niveles y de lo que se están perdiendo”, dijo Marzolo. En esa línea, Rebeca Molina, del Programa Presente, concuerda que “lo que más notamos es que hay una poca valoración que se tiene del ir a clases. El foco principal es cultivar esta valoración, cómo le afecta hoy y mañana a mi hijo. Los padres son un factor clave, pero finalmente es responsabilidad de todos, también del colegio. Si el establecimiento no se moviliza -que haya un ambiente motivante, que los niños quieran ir, que los niños no se sientan aburridos o no desafiados- para que no quede la sensación de que no aprenden nada y que no vale la pena ir al colegio, no tienen mucho sentido obligar a los padres a que los manden”.

Hay un tercer actor que también ayuda a esta dificultad en las aulas, y es el mismo sistema escolar en que ambas especialistas concuerdan. “Hoy la asistencia se asocia a la subvención. No está pensada en el niño ni en lo que pierde el alumno que falta. Se ve que el curso tuvo una asistencia promedio y no al niño como tal, lo que puede esconder el ausentismo crónico”, indicó la directora de Fundación Educacional Oportunidad, mientras que desde el Programa Presente recomiendan no hacer el tema tan “administrativo”, sino que darle una mirada “pedagógica” a fin que alumnos y apoderados entiendan la real importancia de ir a clases.

Y es que este problema tiene consecuencias. Según Marzolo, hay estudios internacionales que demuestran que los niños con ausentismo crónico tienen peores rendimientos en lenguaje y matemáticas en primero y quinto básico, mientras que en Chile se ha relacionado con un punto menos en el Simce. Molina agrega que “el ausentismo crónico afecta a los niños hoy y en su futuro. Un día que no va es un día perdido de aprendizaje, y eso va a generando que, al volver, el niño está perdido y atrasado”.

“Eso afecta a la convivencia escolar, ya que el alumno no tienen el contacto cotidiano y ciertas dinámicas del grupo. Y eso al mismo tiempo afecta a la autoestima con una frustración permanente. Y a futuro, como los niños no se acostumbran ir a clases o a enfrentar la pequeñas dificultades, tampoco desarrollan la perseverancia y la responsabilidad, por lo que cuando son adultos tienden a fallar más“, concluyó.

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