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27 de Febrero de 2015

Quién le pone el cascabel al gato: cómo avanzar a un país libre de transgénicos

El Reglamento de esta ley fue aprobado en agosto de 2013, sin embargo el ministerio no se atrevió a abordar este tema y Chile perdió la oportunidad de poder establecer mayores regulaciones a estos cultivos.

Por María Isabel Manzur
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María Isabel Manzur es Bióloga, PhD, integrante de la Fundación Sociedades Sustentables.

Los transgénicos u organismos genéticamente modificados, son aquellos a los cuales se les ha introducido, mediante técnicas biotecnológicas avanzadas (ingeniería genética), genes extraños de otras especies, creando seres que nunca antes han ocurrido en la naturaleza. Los cultivos transgénicos más comunes son soya, maíz, algodón y canola (raps) y están asociados al uso de agrotóxicos, pues tienen modificaciones para resistir los herbicidas (matamalezas) o tienen toxinas insecticidas incorporadas para resistir el ataque de plagas. Esto por lo tanto conlleva a un mayor uso de químicos tóxicos, lo que envenena los alimentos e impacta al medio ambiente. Además su presencia en el medio ambiente causa la contaminación genética a otros cultivos mediante el flujo del polen, contamina la miel y afecta a las abejas.

El dicho “quien le pone el cascabel al gato”, viene de la historia de unos ratones que querían ponerle un cascabel a un gato que los asolaba, pero nadie se atrevía a hacerlo. Significa tener el valor de enfrentarse a una situación difícil o peligrosa. Esta es la situación actual del Ministerio del Medio Ambiente en cuanto a los transgénicos.

La Ley de Bases del Medio Ambiente N° 20.417 del 2010, establece la exigencia de un estudio de impacto ambiental a los transgénicos, como asimismo de la declaración de zonas libres de transgénicos. Su Artículo 10 r señala que los proyectos o actividades susceptibles de causar impacto ambiental en cualesquiera de sus fases, que deberán someterse al sistema de evaluación de impacto ambiental son los siguientes:

“r) Proyectos de desarrollo, cultivo o explotación, en las áreas mineras, agrícolas, forestales e hidrobiológicas que utilicen organismos genéticamente modificados con fines de producción y en áreas no confinadas. El reglamento podrá definir una lista de especies de organismos genéticamente modificados que, como consecuencia de su comprobado bajo riesgo ambiental, estarán excluidos de esta exigencia. El mismo reglamento establecerá el procedimiento para declarar áreas como libres de organismos genéticamente modificados.”.

El Reglamento de esta ley fue aprobado en agosto de 2013, sin embargo el ministerio no se atrevió a abordar este tema y Chile perdió la oportunidad de poder establecer mayores regulaciones a estos cultivos señalando que se requieren otros reglamentos que nunca se hicieron. Es sabido que estos cultivos han causado impactos a nuestras exportaciones de semillas y miel,  y han contaminado otros maíces de acuerdo a investigaciones de la Fundación Sociedades Sustentables y Desarrollo Rural Colchagua.

La falta de este reglamento también impide avanzar en la declaración de zonas libres de transgénicos, una necesidad sentida en varios municipios de este país, que carecen de herramientas legales para fomentar una agricultura agroecológica, con el uso de semillas locales, sin químicos ni transgénicos, que permite generar alimentos saludables.

En Costa Rica ya se han declarado 68 municipalidades o cantones como territorios libres de transgénicos, lo cual representa el 84% de los 81 cantones existentes en el país, en tanto nuestro vecino Perú ha declarado una moratoria a los transgénicos en su territorio.

La Fundación Sociedades Sustentables, en conjunto con otras organizaciones, ha elaborado una guía para agricultores y comunidades rurales de Chile para declarar de forma voluntaria zonas libres de transgénicos, de producción limpia y libre de agrotóxicos, en espera que existan herramientas legales.

Es de esperar que finalmente el Ministerio del Medio Ambiente se decida ponerle el cascabel al gato y regule esta importante materia, en pos de avanzar a ser un país libre de transgénicos que salvaguarde su patrimonio de semillas tradicionales, sus abejas y su economía, con productos de alta calidad a mercados exigentes que no quieren transgénicos.

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