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21 de Diciembre de 2015

Regalos de Navidad

Los regalos de los cristianos no se limitan a obras puntuales, sino a nuestra misma noción de justicia.

Por Rodrigo Pablo
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Rodrigo Pablo es Abogado Universidad Católica.

La Navidad se caracteriza por el reparto de regalos y entre ellos destacan los hechos por cristianos, por ejemplo: San Nicolás, Obispo de Bari, quien se arruinó dando su fortuna a los pobres y fue pagado por la Historia a través de la figura del “Viejo Pascuero”; Jean Henri Dunat, fundador de la Cruz Rojas; Alberto Hurtado fundador del Hogar de Cristo, y tantos otros millones, cuya entrega abnegada al prójimo llevó a Cipriano de Cartago a convertirse al cristianismo, al percatarse de cómo durante la gran plaga que azotó al Imperio Romano a finales del Siglo II –tomando incluso la vida del emperador Marco Aurelio-, eran, según su visión de las cosas, los cristianos los que más cuidaban, tanto de sus correligionarios, como de sus perseguidores.

Los regalos de los cristianos no se limitan a obras puntuales, sino a nuestra misma noción de justicia, así los conceptos de “derecho a la vida”, “igualdad” y “libertad”, no existen ni han existido de forma universal fuera del cristianismo, y siempre que alguien ha intentado levantar una sociedad de espaldas a él, ha barrido con los tres conceptos: Nietzsche, ideólogo del nazismo, despreciaba con fuerza a los cristianos, tal como lo hacía con la igualdad, y con la libertad y vida de los considerados inferiores; Marx no tuvo inconvenientes en proponer la aniquilación de grupos humanos completos -“clases”-, y en proponer el engaño y la violencia como medios de consecución del poder político. Frente a ambos totalitarismos se alzó el cristianismo, dejando millones de mártires en los campos de concentración del Reich y en los Gulags soviéticos, y Hitler nunca ganó las elecciones en las regiones católicas de Alemania y tuvo que enfrentar el discurso valiente del pastor Martin Niehmoller que en 1933 (en pleno apogeo Nazi) tuvo el arrojo de predicar a sus feligreses que siguieran al “rabino judío, Jesús de Nazaret”.

Con anterioridad, en Roma, se opusieron al culto a la violencia, y al maltrato de esclavos y mujeres. La mujer de la antigüedad tenía un triste rol: por no ser aptas para la guerra ni para los trabajos duros, muchas eran muertas al nacer , lo que llevó a que hacia el Siglo II en el Imperio Romano la proporción de hombres y mujeres llegara a ser: 1,41 hombres por mujer; las que sobrevivían se casaban generalmente a los 12 años (edad núbil del derecho romano) habiendo muchas que lo hacían antes, en matrimonios que eran convenidos o que incluso podían ocurrir por rapto; el marido podía obligarlas a abortar, y, en caso de divorcio, quedaban y morían en la calle. Todas cosas contra las que el cristianismo reaccionó fuertemente y que le valió una potente penetración en el mundo femenino, que hace que algunos calculen que en el mismo Siglo II cerca de 4/5 de los cristianos eran mujeres.

Además, el cristianismo combatió y expulso el mal de la esclavitud de occidente: mientras la Enciclopedia de Diderot y D´Alembert remarca la inferioridad de los negros; en Inglaterra y Estado Unidos, la lucha por la libertad de los mismos fue llevada adelante por movimientos cristianos: William Wilberforce, parlamentario inglés, tras escuchar una predicación, comenzó una lucha en el Parlamento contra la esclavitud, logrando que en 1807 se prohibiera el comercio de esclavos y que en 1833 se aboliese definitivamente la institución; en Estados Unidos, tras el fallo de la Corte Suprema en “Prigg v. Pennsylvania” que reconoció la constitucionalidad de la “Fugitive Slave Act”, un importante político cristiano, William Seward, hizo de su frase, “hay una ley que está por sobre la Constitución”, el lema de la lucha contra la esclavitud.

Hay muchos otros ejemplos de regalos que nos dan los cristianos, desde los sacerdotes que protegieron a los indígenas americanos hasta los grupos que hoy defienden al que está por nacer, teniendo todos en común una cosa: el haber recibido, en Navidad, el regalo de Jesús.

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