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13 de Mayo de 2016

Más poder de negociación para los trabajadores

Por esto mismo es necesaria una gran competencia y una desconcentración del poder económico. Y de ahí que nos asuste la reforma laboral del gobierno (indicaciones incluidas) que, al dañar una serie de garantías fundamentales, disminuirá inevitablemente la demanda por trabajo afectando no solamente el crecimiento económico sino directamente el poder de negociar -que ya es bajo- de muchos trabajadores.

Por Diego Tagle
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Diego Tagle es Miembro de Educación para Chile, estudiante de Derecho UC.

Todos hemos negociado alguna vez en nuestras vidas y sabemos de qué se trata. Las armas fundamentales que posee quien negocia es saber lo que puede dar y cuánto interés hay en ello. Mientras mejor sea lo que un determinado negociante ofrece, más poder de negociación posee. Pues a él le es indiferente si con quien negocia rechaza su propuesta, porque sabe que habrá otro dispuesto a aceptarla. En parte es lo que sucede en el mercado laboral.

Un gerente general gana tanto más que un trabajador de planta no necesariamente porque el empleador es un despilfarrador arbitrario, sino porque el poder de negociación del primero es mucho mayor que el del segundo. Las aptitudes del gerente son elevadas y escasas. Asimismo, Alexis Sánchez gana lo que gana no porque los dueños del Arsenal sean unos descriteriados, sino porque su calidad deportiva le da una mayor capacidad de negociar sus ingresos. Si el Arsenal no le paga lo que espera, lo contratará entonces el Chelsea, el Liverpool o el Manchester United. En el otro extremo se encuentran los desempleados. La mejor muestra de que en un país los trabajadores tienen poco poder de negociación es el aumento en tasas de desempleo.

Chile ha avanzado considerablemente en materia laboral los últimos años. En cifras del Banco Mundial, la proporción de la población en “pobreza moderada” (US$ 4 por día) se redujo del 20,6%  en 2003 al 6,8% en 2014. Según la OCDE, estamos entre los siete países que más han reducido la brecha de desigualdad entre el 10% más rico y el 10% más pobre desde la crisis del 2007. Y como hito histórico, según la encuesta Casen, entre 2009 y 2013 1.700.000 chilenos superaron la pobreza. Esto no se logra porque Chile tenga empresarios especialmente benevolentes ni porque haya habido reformas laborales más exigentes, sino por el crecimiento de la economía, la creación de empleos y, por ende, la mayor capacidad de negociación de los trabajadores. Al haber crecido la demanda laboral, paulatinamente los trabajadores han podido exigir mejores condiciones. Pero no obstante el progreso, la frustración que viven día a día trabajadores en Chile sigue siendo enorme. Viajar muchas horas al día para ir y volver a un trabajo de 9 horas, y luego seguir trabajando en la casa, es la realidad diaria de muchos hombres y mujeres en Chile. Es decir, aún queda muchísimo camino por recorrer y la pregunta es cuál, porque como bien nos dice el libro Por qué fracasan los países, “los países pobres lo son porque quienes tienen el poder toman decisiones que crean pobreza”

Como dijimos, para que los trabajadores tengan más capacidad real de negociación -no artificial, mediante fórmulas legales de dudosa legitimidad que solo aumentan el desempleo- los aspectos fundamentales son dos. En primer lugar, la demanda laboral. Mientras más demandada es cierta labor más poder tendrá aquel trabajador para exigir mejores condiciones. Lo que potencia dicha demanda tiene un solo nombre y se llama inversión, generación de riqueza. Fomentar la inversión es empoderar a nuestros trabajadores. Más inversión significa que si un empleador no le asegura buenas condiciones de vida a sus trabajadores se le irán a trabajar a la empresa de al lado. Por esto mismo es necesaria una gran competencia y una desconcentración del poder económico. Y de ahí que nos asuste la reforma laboral del gobierno (indicaciones incluidas) que, al dañar una serie de garantías fundamentales, disminuirá inevitablemente la demanda por trabajo afectando no solamente el crecimiento económico sino directamente el poder de negociar -que ya es bajo- de muchos trabajadores. Sin embargo, para la mentalidad de algunos, Chile ya progresó lo suficiente y la inversión ya no ha de ser el centro. Y de esta forma, poco a poco, vamos nuevamente olvidando a los más necesitados.

En segundo lugar, está lo que el trabajador puede ofrecer. Lo cual solo se mejora mediante la educación y bien lo saben los chilenos. De ahí viene, como bien lo notan los autores de La Educación en la Encrucijada, el viejo refrán “estudia para que seas alguien la vida”, y de ahí viene también el desvelo y esfuerzo de muchos padres por darles a sus hijos la mejor educación a su alcance. Es innegable que hemos mejorado: mientras la generación entre 55 y 64 años registra un 39% con educación secundaria, los que tienen entre 25 y 34 alcanzan el 80%; también tenemos la mejor educación de América Latina según la OCDE; y así podrían seguir los ejemplos. Sin embargo, basta abrir los ojos para ver que nos queda muchísimo por hacer. En nuestro país la mayor parte de la fuerza laboral actual está conformada por trabajadores no calificados que reciben bajos salarios, lo que representa un enorme desafío. Ver la televisión, leer los diarios, escuchar la radio, es simplemente desolador. Es inevitable preguntarse en qué minuto los más necesitados pasaron de moda. ¿Se dará cuenta este gobierno que su “gran enemigo” llamado desigualdad ya no lo deja mirar a los más pobres?

A quienes creen que Chile ya progresó lo suficiente y llegó el minuto de meter retroexcavadora, les pedimos un mínimo de honestidad, que parte con no atribuirse consignas como “más poder para los trabajadores” que hace rato dejaron de lado.

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