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15 de Marzo de 2013

El comienzo del fin del caso Neruda: Querellante pedirá procesamiento a médico tratante

Draper y Price son los dos doctores claves en el en la investigación por la muerte del premio Nobel. Ayer un equipo de la PDI viajó a Isla Negra para cercar el predio donde se trabajará. El abogado querellante, Eduardo Contreras, está estudiando la posibilidad de pedir el procesamiento para uno de los médicos tras la aparición de una pista clave.

Por Carolina Rojas N.
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Rodolfo Reyes, sobrino de Neruda, está nervioso. Ayer revisó el expediente de la investigación sobre la muerte del poeta, tomó anotaciones, chequeó lo último que se ha publicado en la prensa e integró al caso a Paola Reyes, su hija, y abogada que junto a Elisabeth Flores (de Flores, Reyes & Asociados) lo ayudan en sus diligencias de querellante y como parte del estudio jurídico. Rodolfo sabe que comenzó la cuenta regresiva y por eso se está preparando para el ocho de abril, el día de la exhumación. También entregó la lista con los cuatro peritos que le gustaría que colaboraran en la investigación: tres profesionales internacionales y uno chileno. Para él, en ese día crucial, detrás de los expertos debe estar la familia Reyes.

El cronograma de trabajo ya quedó establecido y, antes de los exámenes toxicológicos, se debe resolver la identidad de los restos mediante un examen de ADN, ya han pasado más de veinte años de la última exhumación. Para responder a estas duda se tendría que acceder a restos de cabellos, de tejidos, de órganos sólidos como corazón e hígado; tejidos óseos, huesos largos, dientes y vertebras que puedan permitir la confirmación. En este proceso, la colaboración de Reyes será esencial, por ser uno de familiares vivos más directos de Neruda, junto a sus hermanos Jaime (67) Trinidad (60) y José del Carmen (58). “Como familia estamos dispuestos a esclarecer los hechos respecto a la lista de peritos que entregué, comprenderán que debo tener mis aprehensiones para que el trabajo se realice de la mejor forma posible”, explicó Reyes a El Dínamo.

Ayer un equipo de Brigada de Derechos Humanos de la Policía de Investigaciones PDI -encabezado por el Subprefecto Tomás Vivanco- habría viajado hasta Isla Negra. El predio de veinte metros de extensión donde se trabajará será cercado. Además el lugar de la exhumación será sellado con una carpa para evitar todo tipo de agentes contaminantes.

Una pista clave en el caso

De las copias de tres tomos del expediente “Asociación ilícita y muerte de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto”-solicitada a los querellantes por El Dínamo- la declaración del cirujano cardiovascular Sergio Draper – con la fecha del 13 de diciembre del 2011- es una de las más contundentes.

Draper trabaja en la clínica Avansalud y tiene el pelo cano, pero en 1973 era un médico veinteañero y, según su propio testimonio en el expediente, comentó que ingresó a trabajar a la clínica el 20 de septiembre de ese año, un día después que Neruda fuera internado en el establecimiento médico. En la declaración, el doctor insiste en lo mismo.

Recuerda que el domingo 23 de septiembre, como las tres de la tarde, la enfermera María Araneda Aguilar le informó que el poeta se quejaba de mucho dolor, entonces él dio la orden de inyectarle un calmante y que la enfermera obedeció. “Tomé las indicaciones dejadas por el médico Roberto Vargas donde se indica que en caso de dolor debe administrarse Dipirona intramuscular, seguidamente veo a Neruda un paciente agónico, en anasarca, (cuerpo hinchado producto de los edemas) y con una probable fractura de fémur, al parecer el derecho- producto de una metástasis. Enseguida tomo contacto con la citada enfermera dándole las instrucciones para administrar el medicamento vía intramuscular, me retiro del turno, siendo la única vez que tomo contacto con Neruda, entregándole el servicio al doctor que hizo turno de noche, que al parecer sería el doctor Price. A las 19:45 me retiro de la clínica muy apurado por el toque de queda existente”, dice su testimonio.

Sigue el relato y agrega que el lunes 24 de septiembre de 1973, al llegar su turno en la Clínica Santa María, se entera por los comentarios que Neruda había fallecido en la noche, a las 23:30 horas.

Según profesionales cercanos a la investigación, Price no aparece como estudiante o facultativo en la Universidades de Chile, Universidad Católica, ni en la Universidad de Concepción. En el expediente se establece que desde la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile respondieron que no hay ningún médico con ese nombre y que se necesitan más antecedentes como el segundo apellido de la persona. Para la misma fuente, Price existiría y podría ser un médico extranjero, aunque que no figuraba en los listados de la clínica.

Para Eduardo Contreras, el dato más revelador es lo ya mencionado: que Sergio Draper relata en su propia declaración que ingresó a trabajar el 20 de septiembre de 1973, un día después de la internación de Neruda. “Con todos estos antecedentes que hemos reunido sobre el doctor, al enterarme que además entró a trabajar a la Clínica Santa María el 20 de septiembre al otro día que ingresara Neruda, estoy estudiando la posibilidad de pedir su procesamiento, el juez lo podrá rechazarlo, pero ese será el siguiente paso”, explica.

La auxiliar del piso cuatro

Una de las declaraciones más estremecedoras en la investigación, es la de Adriana Soto Arraña, la auxiliar del cuarto piso de la Clínica Santa María. Ella era una mujer humilde, que trabajó en el establecimiento desde 1968 hasta 1974, en 1981 emigró a Argentina. Su labor consistía en hacer las camas y llevar la comida a los pacientes. Esos días vio a Neruda enfermo, pero niega haberlo visto agónico, como declaró Draper.

Recuerda que el poeta pedía las cosas a través de Matilde Urrutia y que cuando ella entraba la saludaba o asentía con la cabeza. El 20 de septiembre ingresó a la habitación, tenía ganas de conocer a Neruda y le tocaba llevar el desayuno.”Lo vi semiacostado en la cama, con cara de enfermo, pero no de moribundo y a su lado se encontraba su señora Matilde”, dice su declaración.

Describe el ambiente y recuerda que el poeta siempre estaba acompañado de un joven, un secretario personal -probablemente Manuel Araya-, y que lo tres con Matilde Urrutia, siempre estaban a la defensiva, como preocupados. El 23 de septiembre de 1973 fue el último día que le sirvió la comida al vate, lo vio igual que los días anteriores. El 24, al entrar a su trabajo, se enteró que Neruda había muerto. “Cuando le pregunto a las enfermeras que es lo que había ocurrido, ya lo habían sacado de la habitación, yo pregunté por mi paciente, señalándome una de ellas, no recuerdo cuál, lo siguiente: durante la noche, le pusieron una inyección a Pablo Neruda y se murió (…) Al preguntar más detalles, me dijeron que los médicos que habían estado de turno le habían puesto una inyección con aire a lo que comenté ‘qué metida de patas cometieron estos médicos’”, dice su declaración.

La semana pasada el juez Mario Carroza envió una orden para pedir el listado de medicamentos que la Clínica Santa María tenía en la farmacia en esa fecha, documento que deben entregar en un plazo de diez días.

Por mientras, Rodolfo Reyes y su familia se aprontan a la exhumación, a la espera de una verdad que ha tardado 40 años, pero que ya llega a su fin.

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