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22 de Octubre de 2015

La historia de Aldonza Jaques: la primera profesora doctorada transgénero de una universidad chilena

La Ingeniera química y PhD en ingeniería metalúrgica de la Universidad de Nevada, vino este semestre a Chile a hacer clases en la Universidad Técnica Federico Santa María. En ese lugar, Alonso Jaques había sido alumno, profesor y jefe de carrera. Hoy Alonso ya no existe: su nombre es Aldonza.

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Cuando entró a la sala de clases del Departamento de Ingeniería Química y Ambiental de la Universidad Federico Santa María, no hubo mayor revuelo. Solo un silencio respetuoso. Caminó y dejó sobre el escritorio algunas de sus pertenencias, como la cartera y su computador. Entonces procedió a presentarse: “Buenos Días alumnos. Mi nombre es Aldonza Jaques. Aunque para el gobierno chileno aún soy Alonso”.

Algunas sonrisas cómplices con el humor de la profesora no arrebataron lo cotidiano de la escena. Era como cualquier primer día de clases con una docente nueva. Salvo por una cosa: antes de entrar por esa puerta, y antes de volver a la universidad tras un viaje profesional de un año a EE. UU., Aldonza no se llamaba de esa forma. Su nombre era Alonso. Y desde hace algunos años que estaba en una transición para cumplir el sueño de ser mujer.

Un anhelo que si bien logró en lo físico y social, aún no logra legalmente. Pues en Chile aún no se aprueba la Ley de Identidad de Género, que busca que personas como Aldonza puedan cambiar de sexo en el registro civil. “Hago mi trabajo, me gusta hacerlo bien y no le hago daño a nadie con mi orientación de género. Así que no veo por qué tiene que haber tanta oposición a mi caso. O al de cualquier otra persona en transición aquí en Chile”, dice Aldonza, cuyo proceso no ha estado exento de complicaciones.

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La historia de Alonso

Alonso Jaques nació en Quilpué hace 39 años y vivió su infancia y adolescencia en Limache. Estudió Ingeniería Civil Química en la Universidad Técnica Federico Santa María e hizo un magister, doctorado y posdoctorado en la Universidad de Nevada, en EE. UU. Participó en más de una decena de papers, investigaciones y fue un conocido académico de la universidad. “Por su claridad en explicar y su trayectoria, es probablemente el mejor profesor de la carrera. Todos lo conocían por eso”, cuenta un ex alumno suyo de la USM.

En ningún momento de su exitosa carrera, a Alonso se le había pasado por la mente cambiar de género. En 2003 se casó por primera vez con una mujer, con quien duró cinco años. Y en 2011 tuvo un segundo matrimonio con una pareja estadounidense, que celebró tanto en Chile como en el país norteamericano, donde tiene residencia.

Fue recién entonces cuando empezó a sembrarse la semilla del cambio que viviría algunos años más adelante. “Después del primer divorcio, empecé a notar que me gustaba mucho acicalarme. Lo cual está bien, pero es algo que no iba con la tendencia que uno veía con la familia en que yo nací, en que el hombre tiene que ser feo, hediondo y peludo”, cuenta Aldonza.

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Luego empezó a cuestionar el rol tradicional masculino en las relaciones de pareja: “Por ejemplo, no me sentía cómodo con la idea de cómo llevar adelante un affaire o una relación. No encajaba mucho con el estereotipo de que el hombre sea mucho más agresivo al momento de la conquista y la mujer más receptiva. Un poco con eso, otro poco con algunos valores, todo eso fue sumando”.

Estos temas empezó a discutirlos con su esposa, que había cursado estudios de teoría de género. “Ella me ayudó a reconciliar que los rasgos masculinos no tenía por qué tomarlos y asimilarlos si no iban conmigo. Y ese fue mi punto de inicio para empezar a explorar y comenzar mi transición”. Aunque eso no significó que le empezaran a gustar los hombres. Su proceso fue lento y para sus pares, incluso confuso.

¿Qué le pasa al profe Alonso?

En 2013, en los pasillos de la sede de la USM en Valparaíso, corrían rumores. ¿Qué le pasaba al profesor Alonso? “De repente llegaba a clases con un pañuelo de mujer. Se presentaba como Alonso, se comportaba como Alonso, pero iba con su pañuelo o de repente con una cartera, o con tacos. Yo lo asociaba mucho a que como se juntaba con una profesora de México, era como una nueva tendencia”, cuenta Daniela, una ex alumna.

Otro alumno recuerda: “La verdad es que era comentado. Porque no era algo definido. Uno no entendía al principio si eran actitudes rupturisas, así como para ser más choro, o era algo que le estaba pasando a él”.

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El revuelo no era para extrañarse. Los alumnos coinciden en que nunca habían visto algo así en la Universidad Santa María. “Acá somos todos ingenieros, un poco cuadraditos quizás”, dice uno. Al menos hasta hace algunos años, el ideal compartido era estudiar harto, graduarse, hacer postítulos, trabajar, casarse y tener hijos. Los académicos en su mayoría cumplían con este patrón. “¿Y tú cuando te casas? ¿En qué empresa estás?”, suelen preguntarle a los ex alumnos. Nada de quiebres al statu quo. Y menos cambios de género. Algo que Aldonza rompió por completo.

“Empecé en principio a jugar con lo andrógino. Por ejemplo, siempre tuve las pestañas largas. Entonces yo tomaba una máscara de pestañas de mi esposa y empezaba a practicar. Un poco como broma, un poco como de risa, para ver cómo me veía. Pero luego decía pucha, me gusta. Después de eso empecé a cortarme las cejas, a depilarme las piernas. Y así”, cuenta Aldonza.

Su transición visual había comenzado. Aunque no por ello empezó a sentir atracción por los hombres. De hecho, incluso hasta hoy, su matrimonio sigue en pie.

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“Una cosa es la expresión de género y la otra es la orientación sexual. A mi me gusta expresar una identidad femenina y ojalá me reconozcan en la sociedad como chica. Pero por otro lado, tanto como Alonso como Aldonza, me gustan las chicas”.

“Mi relación con mi esposa ha evolucionado mucho. No es una relación tradicional romántica. Le tengo mucho cariño. Y he tenido mucho el apoyo de ella. Sin el apoyo de ella no hubiera podido hacer la transición. Ella es una persona heterosexual, le gustan los chicos, pero hemos evolucionado a una relación de mucho cariño y de mucha compañía”, cuenta.

Pero aún faltaba un paso. ¿Estaría dispuesto a dejar de ser Alonso?

El paso definitivo

En la USM todos se habían enterado. Una foto filtrada sin su consentimiento a un foro trans, evidenciaba lo que algunos intuían: al profesor Alonso no solo le gustaba ir a clases con cartera, sino que le gustaba vestirse completamente de mujer. En la fotografía que pasaba de mail en mail y de celular en celular, se le veía con falda y tacos.

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Supo gracias a un alumno que le preguntó directamente. “¿Profesor, es usted el que aparece en las fotos que andan por internet?”. Ahí Alonso supo que todos sabían su secreto. “Lo encontré muy agresivo, una intromisión. Fue fuerte haber sido sacada del clóset en un momento que no quería. No estaba bien preparada”, cuenta Aldonza. Gran parte de sus pares académicos no le dijeron nada directamente. Pero sentía que cuchicheaban a sus espaldas. Otros, le dieron su apoyo.

Pero para ese entonces, ya había tomado una decisión.

Desde hace algún tiempo había comenzado a asistir a terapias psicológicas y psiquiátricas para definir qué rumbo tomaría. Su vida social como hombre había estado llena de éxitos. Le había ido bien con las mujeres; había alcanzado el respeto de sus pares en el ámbito académico y laboral; tenía el apoyo de su familia más cercana; y tenía independencia económica. ¿Pondría en riesgo eso por cambiar su identidad y ser mujer a tiempo completo? “Pensé ¿Por qué no? Si esto no le causa daño a nadie”, cuenta.

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Empezó así con terapias hormonales para transformar su aspecto y su busto. También con un tratamiento fonoaudiológico para cambiar su voz. Aunque antes de finalizar su transición, partió a EE. UU. a hacer una pasantía a la Universidad de Nevada. Eso fue durante el segundo semestre de 2014. Fue allá donde los efectos de la terapia se concretaron. Definitivamente ya no era Alonso.

Su Facebook evidenciaba todas las etapas de su cambio. “Yo lo hice así a propósito, un poco exhibicionista para que todos estuvieran preparados”, explica Aldonza. En los comentarios, sus ex alumnos le enviaban todas sus felicitaciones. Hasta que llegó el momento oficial. Fue recién el 30 de julio de 2015.

“Llámenme Aldonza. Si me llaman Alonso una vez, los voy a ignorar. Si me llaman Alonso dos veces, son unos idiotas”, escribió en inglés en su Facebook. El día anterior, había conseguido que en Nevada le reconocieran su cambo de sexo. No había vuelta atrás: Alonso había desaparecido para siempre. Ahora era Aldonza Jaque. Y con esta identidad volvería a Chile a la universidad en la que partió como alumno y de la que llegó a ser jefe de carrera en 2013.

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“Al principio escoger nombre es diícil (…) Estaba buscando sugerencias y una amiga mía de México me sugirió Aldonza, porque suena como Alonso. Es un nombre español, mantiene las iniciales, y a mi me encantó porque ayuda a que si la persona está confundida, puede corregir fácilmente de Alonso a Aldonza”, cuenta.

“Pero después encontré otro significado, que al principio no pensé. El nombre del Quijote era Alonso Quijano. Y el nombre de Dulcinea era Aldonza. Entonces está la analogía del Quijote buscando el ideal con Aldonza. O sea Alonso persiguiendo un sueño, que es Aldonza”, dice. Un sueño que al igual que el Quijote, consiguió. Pero al que le falta aún algo: ser reconocida en Chile.

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La Ley de Identidad de Género

Desde el 7 de mayo de 2013 que está en el Senado el “Proyecto de ley  que reconoce y da protección al Derecho a Identidad de Género”, que busca que una persona pueda cambiar su sexo legal en el registro civil. La tramitación en la Comisión de Derechos Humanos ha sido lenta. De hecho, organizaciones como Iguales y el Movilh acusan que se han suspendido sesiones solo con el fin de retrasar el despacho de la iniciativa.

Aldonza no entiende por qué en Chile se hace tanto problema si no se le hace daño a nadie. Algo muy distinto a lo que vivió en Nevada. “El trámite de allá en EE. UU. fue muy poco demoroso. Cuando me vieron con una identidad femenina, la gente en las oficinas actuó con mucho respeto. Acá en Chile me he encontrado en algunas partes en que ha sido así. Pero en muchas otras, no. Eso me ha causado una cantidad de estrés adicional que no debería estar”, cuenta.

Marcha por el orgullo gay y la adopción homoparental

“Por ejemplo, hacer cualquier trámite donde uno tiene que pasar el carnet, en Chile hasta el momento significa una dosis de tensión muy fuerte. Me siento expuesta cada vez que lo hago. Y no siento por qué debería estar expuesta a eso”.

Como si fuera poco, su familia más cercana se alejó de ella y le dejó de hablar. Para ellos y para la legislación chilena, Aldonza no existe. Pero para ella, sus alumnos y sus amigos, quien hace clases en el Departamento de Ingeniería Química y Ambiental es una mujer: Aldonza Jaques.

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