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26 de Abril de 2024

Los impuestos y la curva de Laffer

Bajo la administración de izquierda, y tras la reforma Arenas-Jorratt los ingresos tributarios de las empresas cayeron en -0,8%, pese a que los impuestos aumentaron de 22,5% a un 24% en el mismo período.

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En materia económica, esta odiosa porfía nos ha costado y seguirá costando miles de pobres por cada año. AGENCIA UNO
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Christian Aste

es abogado

El economista americano Arthur Laffer, conocido por su influencia en la política fiscal de Estados Unidos durante la administración de Ronald Reagan, estableció la idea de que existe una relación inversa entre los niveles de impuestos y la recaudación fiscal del gobierno. Según esta teoría, tanto las tasas de impuestos excesivamente altas como las extraordinariamente bajas pueden generar menos ingresos para el gobierno, creando un punto máximo de eficiencia impositiva, lo que da forma a una curva parabólica.

El argumento fundamental de la curva de Laffer es que a medida que se aumenta la tasa impositiva, la base tributaria inicialmente se expande y luego se contrae debido al efecto disuasorio de altas tasas sobre el trabajo y la inversión. Este fenómeno crea una curva en forma de “U” invertida, en la que ambos extremos representan una recaudación fiscal nula, y en el punto más alto de la curva, se obtiene la máxima recaudación posible. Según esta, la recaudación tributaria será 0, tanto si la tasa de impuesto es 0% o 100%.

La izquierda – por razones que ignoro – pero que atribuyo a la falta de experiencia empresarial y mucho bagaje bien pagado en la política, la academia y en los aparatos gubernamentales, insiste en contradecir la lógica y consecuentemente la curva de Laffer, que subrayo no es un decreto que autoriza los recortes de impuestos, sino que ilustra la necesidad de que exista un equilibrio entre los incentivos y los ingresos fiscales.

En efecto bajo la administración de izquierda, y tras la reforma Arenas-Jorratt los ingresos tributarios de las empresas cayeron en -0,8%, pese a que los impuestos aumentaron de 22,5% a un 24% en el mismo período. Lo anterior, sin considerar que, bajo esa misma administración, el país creció un tercio menos de lo que venía creciendo (1,7% v/s 5,7%).

Aunque es cierto que cada sociedad tiene su propia composición de industrias, fuerza laboral, sistemas políticos y preferencias sociales, y que todos ellos impactan significativamente en la forma y los efectos de cualquier política tributaria, también lo es que para conseguir el mayor rendimiento posible con el mínimo de distorsiones y efectos secundarios negativos, es necesario conformar un sistema tributario que sea justo, estable, que otorgue certezas, y cuya tasa de impuesto no comprometa la inversión y el crecimiento.

Sin embargo, acá en Chile los emprendedores pagan por lejos más impuestos. No los mismos, sino que más y por la misma riqueza que el que no emprende, y se dedica legítimamente a la política, a la academia o a la burocracia. Entre nosotros no existe equidad horizontal. Tampoco voluntad de avanzar a un sistema realmente progresivo. Se desechan las buenas ideas y no se replican modelos que sí funcionan como los que tiene Irlanda o Estonia. Se mira con recelo a Tax Foundation, y se valora como verdad revelada lo que dicen o no dicen los funcionarios OCDE.

Espero, por el bien de todos, que la cordura en algún momento se imponga. En materia de seguridad, todavía no se logra, pese a las varias y valiosas vidas que se han perdido (Carabineros). En materia económica, esta odiosa porfía nos ha costado y seguirá costando miles de pobres por cada año. Menos riqueza. Menos empresas. Más desempleo. Menos recaudación y siempre más y más burocracia, y un larguísimo etcétera.

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