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22 de Diciembre de 2020

2020: el año de la virtualización universitaria en pandemia

Si bien, varias instituciones universitarias han estado trabajando por años en esta dirección, este período trajo una suerte de consolidación del modelo en el cual la creación de aulas virtuales fue el espacio para el encuentro entre docentes y estudiantes.

Por Felipe Marín
Foto Agencia Uno.
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Felipe Marín

Felipe Marín es Académico del Departamento de Matemáticas de la Universidad Andrés Bello

Sin duda alguna, este año ha sido tremendamente particular y especial en lo que a procesos de enseñanza-aprendizaje se refiere. Es inevitable un momento de reflexión respecto a los desafíos que significó sacar adelante un año académico universitario en tiempos de pandemia y, en mi caso particular, la enseñanza de asignaturas matemáticas a estudiantes que recién iniciaban sus estudios superiores.

El escenario clásico en un aula presencial fue reemplazado por plataformas digitales, dando paso a que muchos profesores instalaran el término LMS, acrónimo de “learning management system”, referente a un sistema para la gestión del aprendizaje. Si bien, varias instituciones universitarias han estado trabajando por años en esta dirección, este período trajo una suerte de consolidación del modelo en el cual la creación de aulas virtuales fue el espacio para el encuentro entre docentes y estudiantes.

En esta línea de cambios, aparecieron entornos digitales como Canvas o Moodle, sistemas que permiten la publicación de diversos recursos de aprendizaje como guías, apuntes, enlaces a videos o tutoriales, así como Blackboard, plataforma que, junto con generar un espacio para el diseño de cursos online, incorpora la opción de realizar sesiones de videoconferencia a través de Collaborate, herramienta que no sólo permite la comunicación sincrónica entre estudiantes y docentes, sino que además entrega la posibilidad de grabar la clase, pudiendo revisarla cuantas veces se quiera.

No obstante, el desafío ha sido transversal al sector educativo. Por un lado, docentes avanzando en mejoras para sus -ahora- clases online y, por otro, estudiantes organizando la información y los megabytes de apuntes. Recuerdo una conversación con un colega respecto a su hardware de clases online, el cual consistía en un IPad y el uso de una pizarra digital (Notability o LiveBoard) la cual compartía directamente en la sesión Collaborate que estaba realizando. Así, dictaba sesiones de matemáticas y gráficas, tal como en una sesión presencial. Le indiqué, como complemento, que existen otras herramientas, como Kahoot o Mentimeter, que permiten hacer preguntas al curso, compartir resultados y avanzar en la línea del aprendizaje colaborativo, pudiendo trabajar metodologías como el ‘peer instruction’ en tiempos donde la tecnología es una herramienta y oportunidad muy útil.

De la misma forma, los estudiantes han avanzado en el trabajo con aplicaciones (App) de fácil acceso desde celulares, computadores o cualquier dispositivo conectado a internet. Así, entre los favoritos de mis estudiantes, se instalan Google Drive y Dropbox, las cuales permiten guardar y compartir archivos, Evernote que permite tomar notas, buscar información, agendar citas y recordatorios, o también Forest, App que ayuda a alejarte de distracciones con un funcionamiento muy original, pues al momento de estudiar y activarla, se “plantará una semilla” que irá creciendo hasta convertirse en un árbol, siempre y cuando no mires ni muevas el celular. Otras usadas son My Study Life o Wunderlist, aplicaciones que permiten ordenar agendas de manera que el día esté mucho más organizado.

Estamos viviendo tiempos que son una oportunidad para avanzar en la construcción, ajustes y mejoras en educación online, desde el potencial tecnológico hasta la colaboración, innovación y comunicación, así como también la creación de nuevos paradigmas.

En el año en que aparecieron nuevas condiciones de vida, giros, cambios y adaptaciones a nuestra cotidianeidad, un sinnúmero de docentes y estudiantes seguimos en dirección hacia espacios de encuentro educativos y de vínculo pedagógico, donde el respeto y aceptación del otro, como legítimo otro, permitan dar continuidad al desafío de educar y formar futuros profesionales para un Chile cada vez más tecnológico.

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