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11 de Mayo de 2016

Karen Doggenweiler y la despolitización de las protestas en Chiloé

Doggenweiler dejó que la mujer mostrara su tristeza y sus miserias humanas, sin embargo no le dio espacio para que se expresara como ser político. Es decir: servían sus penas y sus historias para que fueran dramatizadas por la línea editorial del programa matinal, pero querían evitar que diera una cualquier opinión.

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

La escena es la siguiente: Karen Doggenweiler entrevistando en Chiloe a una manifestante. Todo parecía correcto, la cara de comprensión y de cariño de la comunicadora hacia su interlocutora eran conmovedoras para quien miraba el matinal de TVN. Esto hasta que la entrevistada comenzó a hablar en contra de Michelle Bachelet, ya que en ese preciso momento Doggenweiler puso su mano en la boca de la alterada mujer y la hizo callar de manera elegante, con una mezcla entre ternura y desesperación.

El video circuló de manera inmediata por las redes sociales. Algunos-bastantes- decían que esto era un acto de censura, que se estaba prohibiendo que una ciudadana pudiera dar su opinión en la pantalla del llamado “canal de todos”. Era evidente que se estaba silenciando el parecer de una mujer que estaba indignada y desecha con lo que significaban para ella los efectos de la marea roja. Pero lo que no se entendió es que más que prohibir una actitud en particular, lo que se estaba haciendo era despolitizar el debate sobre las manifestaciones sociales en el sur.

Doggenweiler dejó que la mujer mostrara su tristeza y sus miserias humanas, sin embargo no le dio espacio para que se expresara como ser político. Es decir: servían sus penas y sus historias para que fueran dramatizadas por la línea editorial del programa matinal, pero querían evitar que diera una cualquier opinión.

Era preferible tener a una mujer humilde llorando que haciéndose cargo de su demanda. Es más nutritivo para las horas de televisión que desean llenar ejecutivos sin ninguna otra ansia que seguir la escuela Don Francisco, esa en donde es necesario tratar al trabajador como sujeto desvalido antes que como un ciudadano consciente de su demanda y sus propósitos.

Es extraño que lo haya hecho ella, Karen, la mujer que acompañó a Marco Enríquez sin importar lo que dijera la señora que la seguía todas las mañanas. Parecía que cumplía con otro perfil, sobre todo cuando se camina al lado de un personaje como su marido que no goza del amor de ciertos medios ni menos de una élite específica (siendo el niñito terrible de ésta)

Es raro también que en un canal que se dice público las manifestaciones sean caricaturizadas como simples actos de pedir y no de expresar. Que sea más importante mostrar las carencias de las personas que las ideas que pretenden decir a viva voz. Ya que una vez que se empieza a dejar de lado el acto político lo que queda es simplemente son las ganas de un medio de comunicación de darle un carácter paternalista a lo que se pide. A descafeinarlo y hasta desplazar a segundo orden el centro de lo que se está viviendo con los pescadores en Chiloé.

La animadora podrá decirnos que es solo una empleada y claro que lo es. Y ahí está el problema de quienes trabajan en los medios-o por lo menos el de la eterna candidata a primera dama-: que marginan a sus ideas, cuando se presentan frente a una cámara, y se convierten simplemente en empleados. En Hermosillas y Quintanillas de un relato más que en verdaderos comunicadores de lo que sucede.

Karen Doggenweiler se olvidó de sus ideas para así cumplir con lo que le pide una maña cultural de los periodistas televisivos: castrar todo contenido que pueda parecer peligroso. Y la política sigue siendo peligrosa en una realidad chilena en la que solo algunos creen que se sienten preparados para ejercerla.

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