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12 de Septiembre de 2016

¿Sirve de algo la Filosofía?

"Para eso sirve la Filosofía. Para hacernos preguntas: ¿somos buenos o peligrosos por naturaleza (contractualismo sombrío de Hobbes)?, ¿Para que necesitamos la religión (Eugenio Trias)? ¿Qué somos, criaturas a imagen y semejanza de un Dios que es amor (Marías) o un cosa que piensa (Descartes)? ¿Qué es el pensamiento: lenguaje, milagro, o una reacción química cerebral?".

Por Ernesto Evans
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Ernesto Evans es El Dínamo.

No quedó claro si, finalmente, van a quitar Filosofía como asignatura obligatoria, o será parte de los ejes opcionales de la enseñanza media. Lo cierto es que la explicación del Ministerio de Educación fue procedimental: “Estamos haciendo consultas a distintos actores”, “estamos evaluando”… Y pese que la Ministra Delpiano descartó eliminarla del currículum, el debate se instaló: varias cartas, columnas de opinión, entrevistas incluso a directores de departamentos de filosofía.

Aparentemente, se reculó de la idea de borrarla del currículum. Aún así, la pregunta sigue vigente: ¿Sirve de algo la Filosofía? Para ganar dinero, probablemente poco. Hay personas que lo hacen como por instinto animal. Varios personajes con alto patrimonio no pisaron una universidad, o estuvieron uno de dos años. Eso tanto en Chile como en el mundo. Perseverancia, esfuerzo, seguir una idea con obsesión, tener buen gusto o innovar, permite atraer capital, emprender e incluso levantar una gran empresa. No es necesaria la Filosofía. ¿Sirve, entonces, para ser felices? Hay personas que son muy felices sin haber leído una página de los diálogos de Platón, la política de Aristóteles o el discurso del método de Descartes. Aún más, les importa poco, o nada, quién fue Sartre, Popper o Russell en el siglo 20. Pero se los ve contentos, tienen una familia, buena salud y un trabajo estable.

Siendo entonces empático con la decisión inicial, al parecer, de borrarla del mapa curricular, podríamos decir que no pasa nada si un país la excluye la Filosofía de la enseñanza. Podríamos afirmar, incluso, que seguiríamos tendiendo personas con dinero, gente feliz, con buena salud pero sin conocimiento alguno, o muy poco, de Platón, Aristóteles, Sartre, Ortega y Gasset u Onfray. Entonces, ¿sirve para algo?

Para mi el debate es personal. Estudié Filosofía, pero terminé trabajando como informático, hice un MBA y pocas veces he dictado un curso. Leo Filosofía, ahora último los más actuales, y pienso que, llevando el argumento de su inutilidad al extremo, se le puede encontrar su rol. En un libro del británico Bryan Magee (Diálogo con Isaiah Berlin), le pregunta, precisamente, a Berlin por el interés en la filosofía si “el sistema educativo no ha inculcado ese interés”. Este responde que las personas tenemos gran cantidad de creencias, pero “cuando se examinan críticamente, resultan en ocasiones menos firmes, y sus significados e implicaciones, mucho menos claros y firmes. Al analizarlas y cuestionarlas (las creencias) los filósofos amplían el autoconocimiento del hombre”.

En Inglaterra de los años 80 estaba vigente el debate de la utilidad de la filosofía en la enseñanza. No somos una isla donde sólo acá se dan esos debates. Y no es la primera vez que Isaiah Berlin habla del valor filosófico del ejercicio del cuestionamiento a las creencias, pero de manera metódica, lógica. ¿Por qué ocurren tantas muertes en un hospital, precisamente en la sección recién nacidos, se preguntó un doctor en el siglo 19? Carl Hempel en su “Filosofía de la Ciencia Natural” puso este ejemplo: el del Doctor Semmelweis, quien logró explicar la mortalidad de los recién nacidos y las parturientas (morían de “fiebre del parto”) producto de la “materia podrida” que había en el hospital; es decir, por las condiciones higiénicas de la época. Hoy eso es evidente, los hospitales tienen que estar pulcros, pero en el siglo 19, él médico húngaro tuvo que hacer una indagación científica probando sus hipótesis hasta encontrar la causa.

Sin embargo, advierte Hempel, que si hay un resultado favorable de una serie de contrastaciones, no implica que la hipótesis es siempre cierta. Las hipótesis pueden ser falseadas, fue lo que finalmente declamó Popper. Así avanza la ciencia: construir la hipótesis, comprobarla, mantenerla y si es falseada, una nueva hipótesis. Es decir, cuestionando lo que se pensaba era cierto. Así lo hizo Copérnico, Galileo, Newton o Einstein. Sino somos médicos, ¿para que sirve saber esto? Al menos cuando estamos frente a alguien que, constantemente, esgrime afirmaciones como “todo está mal”, “nada funciona” “el sistema es malo”, “la gente se muere por mala suerte”, que al menos nuestra mente advierta que son juicios de dificultosa constatación. O quienes, de cosas particulares, hacen aseveraciones generales todo el tiempo; al menos podamos ponerlos en duda, porque de afirmaciones particulares nada se infiere (lógica).

Para eso sirve la Filosofía. Para hacernos preguntas: ¿somos buenos o peligrosos por naturaleza (contractualismo sombrío de Hobbes)?, ¿Para que necesitamos la religión (Eugenio Trias)? ¿Qué somos, criaturas a imagen y semejanza de un Dios que es amor (Marías) o un cosa que piensa (Descartes)? ¿Qué es el pensamiento: lenguaje, milagro, o una reacción química cerebral?… Tantas preguntas y dudas… “Mi meditación de ayer ha llenado mi espíritu de tantas dudas, que ya no está en mi mano olvidarlas (Descartes)”. No sé si sirva la Filosofía, pero el derecho a la duda, para mi, ha sido un gran compañero.

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