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29 de Junio de 2020

La nueva política

"Desde hace semanas, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardend, se ha transformado en una tendencia de liderazgo representando al pragmatismo, la inteligencia, la racionalidad y una nueva manera de gobernar con seriedad y sin solemnidad"

Por Guillermo Bilancio
Jacinda Arden coronavirus
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Guillermo Bilancio es Profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibañez. Consultor en Alta Dirección

Desde hace semanas, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardend, se ha transformado en una tendencia de liderazgo representando al pragmatismo, la inteligencia, la racionalidad y una nueva manera de gobernar con seriedad y sin solemnidad.

Su gestión en el tratamiento de la pandemia, pero por sobre todo, ese mensaje que se hizo viral en el que en solo dos minutos hace un resumen ejecutivo de los resultados de su administración, la ponen a ella y a su equipo de gobierno, en una posición envidiable frente al resto de gobernantes del mundo, salvo muy pocas excepciones, que se debaten en acciones ambiguas subordinadas a intereses políticos.

En este punto es indispensable comprender cómo los distintos niveles de decisión deben cuidarse en el marco de la dirección de un país, dónde la conducción política está en el plano de los ciudadanos, de los partidos políticos y sus intereses, representados por un parlamento que legisla en función de esos intereses

Esta afirmación, pone al poder ejecutivo en su rol de gestión y de administración, es decir, en un “modem” capaz de convertir ideas sostenidas por la política, en acción concreta. 

No son pocos los presidentes que confunden niveles de decisión y niveles de lenguaje, haciendo política dónde debe haber gestión y operación concreta.

En Chile, esa confusión de lenguajes a nivel de la conducción política y ejecutiva, es alarmante.

Si tomamos el caso de la pandemia, la decisión “política” asumida por el gobierno de elegir entre salud o economía sin la claridad y convencimiento necesarios, generó el descontrol que estamos viviendo. Se utilizó hasta el hartazgo un lenguaje político mostrando grandilocuentes ideas difundidas para la televisión con acciones muy precarias, reflejadas en la ineficiente entrega de cajas de alimentos, hasta las confusas resoluciones de ayuda para la supervivencia económica de los más vulnerables.

Si el lenguaje político es utilizado en espacios tácticos, inevitablemente se cae en la politiquería, en la propaganda cuándo la gestión en si misma es la verdadera comunicación. La disputa entre los subordinados al presidente por salir en la foto con el polerón rojo, es sinónimo de esa propaganda, la que tiene como propósito sostener intereses personales y partidarios, cuando sabemos que en el poder esos intereses deben abandonarse para llevar adelante la gestión en beneficio de todos.

Piñera intenta defender su gobierno, y confunde esa defensa con la defensa de sus ideas, exclusivamente, sin la capacidad de integrar diferentes filosofías para resolver en situación de incertidumbre. Ahí está su talón de Aquiles con el liderazgo.

En Chile hemos abusado de la palabra líder. Hablamos de líder como aquel que posee un cargo (Líder del ministerio, líder de economía y finanzas, líder de personas…) cuándo para ser líder es necesario tener una perspectiva más allá de lo evidente, guiar y controlar las emociones de la gente en la búsqueda de ese rumbo.

Hoy en Chile no hay líderes, hay personas con jerarquía que hacen valer el poder de su jerarquía. Estamos vacíos de liderazgo, y tal vez por eso no tenemos rumbo y mucho menos, propósito. 

Tenemos una vieja política en el poder. Un nivel ejecutivo que marca jerarquías y defiende ideas desde un solo lugar, desde sus propios intereses en lugar de los intereses de la gente, que requieren ideas desde diferentes perspectivas. 

Aquí, un gobierno de “derecha” debe tomar medidas “de derecha”, y no se permite otras. Confunde su rol y el lenguaje.

Entonces, y volviendo a hablar de la nueva política, debemos entender que es simplemente como interpretar los intereses de la gente y resolverlos integrando filosofías, pero siempre a favor de la gente.

Por eso Jacinda Ardend, despegada de todo interés y haciendo foco en su rol de gestión, hace de la política acción efectiva. Porque sin acción, nada tiene sentido.

Tal vez, algún político con la pretensión de ser presidente aprenda que la acción es lo único válido, y pueda hacer un acto de reflexión para comprender que sólo será juzgado por los resultados alcanzados al conducir los destinos de una sociedad.

Convertir ideas en acción. De eso se trata, señor Presidente. Fácil de decir, difícil de hacerlo. Pero hay que hacerlo.

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