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21 de Noviembre de 2021

La transformación que requiere Chile

En víspera de una elección, la política no puede ser un arma arrojadiza de unos contra otros, sino un espacio para el entendimiento.

Por Jaime Abedrapo
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Jaime Abedrapo

Jaime Abedrapo es Director Escuela de Gobierno USS.

La necesidad por otorgar derechos de participación a los ciudadanos en la toma de decisiones está en consonancia con el derecho al desarrollo de los pueblos de hacerse cargo de su destino común. En efecto, el destino de las personas está lejos de una mirada individual o egoísta, está en la superación del “hombre masa”, carente de identidad y de capacidad de autogobernarse. Chile necesita de todos los ciudadanos para que a través de sus capacidades “construir” el nosotros.

Este es el sentido del empoderamiento que hoy se demanda, el cual debiera fortalecer la comunidad y condicionar el papel del Estado para que regule en justicia al mercado, promoviendo de esta manera una sociedad civil que, bajo la lógica de la autorregulación y compromiso con el NOSOTROS, valore la responsabilidad social de los actores públicos y privados que actúan en la sociedad.

La transformación en tiempos de un cambio de época toma elementos de la tradición aristotélico–tomista y otras corrientes humanistas relativas a reinstaurar la ética en el campo de la acción política y económica. Apartándonos de las ideologías de los tiempos modernos que han entendido que el individualismo es la condición de desarrollo en un marco de competencia fratricida.

Por ello, la transformación que se requiere no está entre visiones materialistas de la sociedad como la capitalista y la comunista, sino en una nueva política para la recomposición del tejido social en base al personalismo o perspectiva de la persona integral.

Lo anterior demanda un cambio para armonizar nuestro entorno social y ecológico. Es decir, las lógicas personas al servicio del capital o de una revolución al servicio de una causa que promueve violencia política, no son el camino para la paz social. Esa son expresiones de un orden que estamos superando, aunque aún existan candidaturas que las representan en el Chile polarizado de hoy. Al respecto, este es un llamado a no seguir instrumentalizando al ser humano para causas que invisibilizaban o contradicen su propia dignidad a través de miradas que promueven el irrespeto mutuo, que cortan puentes y diálogo, y que definen sus identidades en contraposición de las de su oponente. En definitiva, terminan promoviendo el conflicto social y la desunión.

El cambio de época nos permite una oportunidad para las transformaciones que signifiquen una ampliación de la conciencia. Una que nos invite a respetar la dignidad de los demás en un sentido de amistad, que no promueva la violencia y que nos haga más conscientes de lo espiritual y de la conexión de todos como un solo cuerpo integrado que aprecia y respeta a los demás y busca caminos para establecer un nuevo equilibrio ecológico y ambiental. En efecto, uno que promueve la conciencia respecto de lo que consumimos y nos hace empatizar con el dolor y/o la situación de los desheredados. Ello requiere capacidad para crear puentes a través del diálogo y el entendimiento.

En víspera de una elección, la política no puede ser un arma arrojadiza de unos contra otros, sino un espacio para el entendimiento. Se hace necesario un cambio actitudinal que nos invite a salir de la crisis institucional y de confianza por la que atravesamos por medio de la convergencia, y no de división y polarización. Es tiempo de una transformación profunda inspirada en el afecto y la esperanza.

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