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13 de Diciembre de 2021

Antes del último debate

Si analizamos los enfrentamientos por distintos medios de los candidatos durante los últimos días, es de esperar que el enfrentamiento sea una seguidilla de reproches mutuos sobre personales comportamientos, falta o falsedad de conceptos y otros etcéteras que, a mi humilde parecer, solo acentúan lo ya demasiado farandulero del balotaje.

Por Tomás Szasz
El debate de Anatel se realizará este lunes a las 20 horas. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Hoy, 13 de diciembre de 2021 puede ser el día decisivo para los próximos- quién sabe cuántos- años en la historia de Chile. Pienso de esta manera, porque en el debate de esta noche puede decidirse quién será el ganador el próximo domingo.

Si analizamos los enfrentamientos por distintos medios de los candidatos durante los últimos días, es de esperar que el enfrentamiento sea una seguidilla de reproches mutuos sobre personales comportamientos, errores o ideales del pasado reciente o antiguo del contrincante, falta o falsedad de conceptos y otros etcéteras que, a mi humilde parecer, solo acentúan lo ya demasiado farandulero del balotaje.

Los vaivenes de las encuestas, los incompetentes interrogatorios de casi todos los periodistas y medios, las publicaciones agoreras de los expertos y no tan expertos; surgen frases en Twitter, Facebook, Tik-tok e Instagram que son tan ridículas que sencillamente le impiden a los candidatos a referirse a ellas. (La última de las frases ganadora es de la aspirante al Ministerio de Salud de Boric, Itzia Siches: “El PC no pretende que el gobierno de Boric sea comunista”. ¿Cómo dijo?)

Pero volvamos al tema que nos – o por lo menos a mí me – importa: en un país serio, sin estar dominado por extremos irreconciliables ¿de qué se hablaría en ese debate decisivo? Estoy convencido que de la democracia. Las preguntas cruzadas de un candidato al otro se concentrarían en esa sagrada y magnífica expresión: democracia. ¿Qué es la democracia según tu concepto? ¿Qué harías tú por ella, para defenderla, extenderla, perfeccionarla? ¿Qué ejemplo seguirías, de llegar a la Presidencia, para nuestra democracia? ¿A quiénes, a qué regímenes consideras democráticos y a cuáles antidemocráticos? ¿Hacia dónde querrás dirigir a Chile?

Porque lo más relevante, importante, crucial, elemental es este concepto; lo más significante en los países y regímenes exitosos – porque a esto queremos llegar, ¿cierto? – es que tiene una fuerte, firme, inamovible, institucional, indiscutida democracia. Entonces el DEBATE, con mayúscula dada su importancia, debe moverse alrededor de esta palabra. Muchos temas, muy ventilados por la prensa sensacionalista, tomaron el centro de la atención: matrimonio igualitario, paternidad unisexual, derechos de pueblos originarios, y otros que no tuercen realmente al país en una u otra dirección. Serán conceptos importantes, modernizantes, interesantes para una fracción de votantes, y destino país, pero secundarios frente a temas como las obligaciones, derechos, libertades, desarrollo, emprendimiento, educación, salud, pensiones.

Desde que Gabriel Boric y José Antonio Kast quedaron solos en el ring, ambos comenzaron a darse cuenta que lo que los dejó en el final es lo extremo. Demasiado extremo. En ambas esquinas. Se dieron cuenta que ninguno de ellos ganará por knock out, sino por muy pocos puntos, lo que significa que no podrán gobernar para solo una mitad del país y que se deben acercar las posiciones hacia el gran perdedor, el mejor programa y el menos apreciado por los votantes: el centro. Porque al final de cuentas, la democracia se encuentra en el centro. Centro que significa una posición deliberante, atenta a todas las opiniones y sugerencias, búsqueda intensa con buena voluntad y sin dobleces para lograr una sola cosa que importa: la felicidad para Chile.

Aclaremos que cada persona nace libre y debe tener, repito debe tener libertad, una que se limita solo donde comienza la libertad de las y los demás. Y la democracia debe respetar, representar, defender y promover esto. Y los dos boxeadores ojalá se transformen en deliberantes – porque la violencia no lleva a nada – y discutan con mirada alta sus convicciones y proyectos. Y que gane “el más mejor”. Y que pierda aquél que solo aspira al poder, que no piensa en las consecuencias de sus políticas, que quiere gobernar solo para sus partidarios, que mienta y tuerza la verdad y que no defienda a la democracia y la libertad.

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