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17 de Abril de 2022

Complementarios, no antagónicos

Cuando Luis Lacalle visitó Chile para la asunción de Boric, dijo: “Es un presidente joven, ojalá con ideas jóvenes”. Y eso es lo que se busca. Que las ideas también evolucionen, casi como una promesa de innovación en la política.

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¿Hay un Lacalle en Chile? ¿Hay un Boric en Uruguay? Busquémoslo, para poder conversar. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Lograr unir la grieta social y construir un espacio de convivencia implica, necesariamente, contar con un gobierno abierto a la conversación y con una oposición constructiva, respetando cada uno sus diferentes alternativas para lograr un objetivo superior común, que sin dudas es la paz social (Cabe señalar que, si no acordamos ese objetivo, entonces grieta…).

La ansiada paz social solo se logra, vaya novedad, a partir de un modelo inclusivo de progreso y bienestar general en libertad, y para eso se hace una cuestión ineludible privilegiar la democracia a los privilegios de unos pocos. profundizar el pensamiento en términos de equidad; de desarrollo económico y social; de respeto a las leyes; de priorizar los derechos humanos. Un clásico de la buena política.

Queda claro que la vieja derecha reaccionaria y la obsoleta izquierda revolucionaria no tienen posibilidad de conversar, tal como sucede cuando estamos frente a dos “verdades reveladas” que niegan y restringen el pensamiento del otro, en ese caso, coartando libertades. 

Pero si existen modelos liberales y progresistas que, mas allá de parecer antagónicos, son absolutamente complementarios en un mundo dónde los relatos deben dejar paso a la acción. Porque la política y la estrategia, son acción efectiva.

Esa complementariedad, es posible sólo si existen acuerdos esenciales, aquellos que definen rumbo, y son esos acuerdos los que reducen el antagonismo. Pongamos el ejemplo de dos presidentes en la región que, aunque representen ideas políticas diferentes, tienen rasgos similares: juventud, vocación de evolucionar, cercanía con la gente, y trascendencia más allá de su país: Luis Lacalle Pou y Gabriel Boric.

De un lado o del otro de la triste grieta, dirán que lo mío es una falta de respeto a las ideas de unos y otros, pero analicemos acuerdos y desacuerdos, más allá de lo logrado por Luis Lacalle en dos años de gobierno y el escaso mes de gobierno de Gabriel Boric.

Ambos presidentes, más allá del lenguaje con el que se expresan, creen profundamente en la democracia como salida a la resolución de problemas, criticando fuertemente al autoritarismo dictatorial de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Ambos defienden la libertad, respetan la disidencia y escuchan. Caminan libremente por las calles conversando con la gente.

Ambos respetan el rol del estado, presente y eficiente. Tal vez con los matices de una mayor o menor intervención en el desarrollo económico, pero sin caer en dogmas paralizantes. 

Ambos creen en lo público aunque claro, Uruguay desde principios del siglo XX ha resuelto cuestiones indiscutibles como la salud y la educación para todos,  que son pilares de la transversalidad social, nada menos. En Chile, esto aún es una deuda social que parece interminable.

Ambos tienen la necesidad de sostener la coalición que representan, formada por partidos políticos que no necesariamente son un manso rebaño, y con los que hay que trabajar cotidianamente para lograr cohesión.

Ambos enfrentan una oposición terca, difícil y que plantea el regreso a un pasado de discordia en lugar de discutir el presente y el porvenir.

Cuando Luis Lacalle visitó Chile para la asunción de Boric, dijo: “Es un presidente joven, ojalá con ideas jóvenes”. Y eso es lo que se busca. Que las ideas también evolucionen, casi como una promesa de innovación en la política.

Por eso, en ese punto fundamental de una nueva política, no son antagónicos, sino que también son complementarios.

Entonces, ni izquierda, ni derecha. 

Acordemos que hay sólo progreso o retraso en la búsqueda de resolver los problemas para mejorar la vida en sociedad de las personas y eso se logra compatibilizando las mejores ideas vengan de donde vengan. 

Porque, finalmente, los políticos tienen prestado el poder , que está en la gente. 

¿Hay un Lacalle en Chile? ¿Hay un Boric en Uruguay? Busquémoslo, para poder conversar.
 

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