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15 de Agosto de 2023

La necesidad de una tregua

Romper esta dinámica le corresponde, en primer lugar, al presidente. Ello requiere coraje para ser persistente en mensajes difíciles pero necesarios, aunque pase por momentos de impopularidad.

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¿Qué tiene que pasar para que el mundo político tome conciencia de que están cavando su propia tumba, cada vez más lejos de las necesidades y los anhelos de una ciudadanía que los percibe ligeros de razones e inoperantes? AGENCIA UNO
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es ex ministra de Educación

Hasta en las guerras se acuerdan treguas, un período de cese al fuego entre enemigos. Es urgente que gobierno y oposición acuerden una agenda por un tiempo , con buena voluntad, para resolver los temas pendientes. Si no paramos esta espiral de acusaciones entre oficialismo y oposición, destruiremos las pocas posibilidades que se perciben para avanzar. Es penoso ver cómo los liderazgos intentan afirmar sus propias tribus vociferantes, lo cual es odioso para las tribus contrarias. Nadie construye prestigio ni autoridad con esas formas en las grandes mayorías. Al contrario, consiguen cansancio, incredulidad. ¿Qué tiene que pasar para que el mundo político tome conciencia de que están cavando su propia tumba, cada vez más lejos de las necesidades y los anhelos de una ciudadanía que los percibe ligeros de razones e inoperantes?

Nuestro país lleva más de diez años estancado, sin resolver las demandas más sentidas de la gente. Nuestros representantes han sido Incapaces de acordar un sistema de pensiones sensato; incapaces de abordar a tiempo los problemas de gestión de la salud pública y la gestión de las Isapres, hasta llegar a una intervención de dudosa legitimidad al poder judicial ante la impasividad del poder político. ¡Qué decir del crecimiento económico! Como lo reconoció recién el Ministro de Hacienda, hoy es una preocupación, aunque no estaba en el interés inicial del gobierno. Por otra parte, la sensación de impunidad frente a violencia y asesinatos cada vez más frecuentes, actos de terrorismo en el sur, usurpaciones de terrenos y casos de corrupción, son una bomba de tiempo para la democracia. Cuando los problemas no se resuelven por la vía democrática, los populismos de izquierda y derecha terminan carcomiéndola en sus fundamentos y llevándola a rumbos totalitarios. Aprendimos hace 50 años que no somos distintos a los demás países latinoamericanos. Miremos a nuestro alrededor para preocuparnos.

“No es fácil esta pega” gritó hace unos días el presidente. Si el gobierno tiene baja popularidad no es por una conspiración de las fuerzas del mal, sino por sus propias equivocaciones que, por cierto, aprovecharán sus detractores. Es la ley de la política, no da para victimizarse. Los vacíos se llenan, los errores se visibilizan y están para sacar partido. El mal manejo se paga. ¡Qué decir los actos de corrupción ¡ Son devastadores. No es simple lograr una oposición mejor que la que hicieron quienes hoy gobiernan desde 2011, porque se añaden los ánimos revanchistas. Es así como esa misma derecha que estuvo completamente derrotada después del estallido, ha venido por sus fueros extremando sus posiciones, envalentonada por el discurso polarizador predominante. Mal presagio que un político retirado vuelva proponiendo “apretar al gobierno hasta que chille” para que abandone su “ultrismo”. O sea, con una mala oferta desde el ultrismo opuesto.

Romper esta dinámica le corresponde, en primer lugar, al presidente. Ello requiere coraje para ser persistente en mensajes difíciles pero necesarios, aunque pase por momentos de impopularidad. Asumir ese desafío implica abandonar la dimensión justiciera y moralizante, medir las palabras y entender que los gustitos son caros. Comprendiendo las dificultades, es preferible ser majadero para generar un ambiente de respeto.

Mi experiencia me dice que el tono de los presidentes es clave para marcar el clima en que se desenvuelve la política. Aunque reciba portazos, porque no todo depende de él. Pero ese tono traspasa a los colaboradores. No creo equivocarme al decir que necesitamos una tregua… y una invitación a cambiar la manera de relacionarnos para que podamos salir del pantano y hacer los cambios que Chile sigue esperando con paciencia.

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