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11 de Septiembre de 2013

Cuando el golpe llegó a Chile Films: Mitos y verdades sobre escuelas de guerrilla y películas quemadas

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La empresa que hoy administra estudios para programas de TV abierta con público  y maneja parte del negocio de las transmisiones de  fútbol en el país  tiene una antigua historia que data de 1942, cuando en el gobierno del radical Pedro Aguirre Cerda se quiso impulsar la industrialización del cine chileno y Chile Films nace como una filial de Corfo.  Desde entonces y hasta 1973, (con un paréntesis en la década del 50 tras un estrepitoso fracaso comercial)  la empresa cinematográfica fue estatal y acompañó a los gobiernos de turno.

En el gobierno de Eduardo Frei Montalva, la empresa, que había pasado a manos privadas, es recuperada por el Estado, cambiando antiguas pretensiones  hollywoodenses  por el registro ‘de actualidad’ utilizando el medio cinematográfico para contar los logros del gobierno. Así se produjo el noticiero “Chile en marcha”, dirigido por Patricio Kaulen (Largo Viaje) que se exhibía en las salas como cortos documentales antes de las funciones principales, un subgénero ampliamente explotado durante todo el Siglo XX, tanto por democracias, como por dictaduras.

En el siguiente video pueden apreciarse hitos de 1969 como el bautizo al primer carrete de cobre chileno, o el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena, probablemente el único registro audiovisual donde se puede ver en el mismo escenario a Víctor Jara con Quilapayun, Inti llimani, Los de Ramón, Isabel y Angel Parra y…los Huasos Quincheros.

La fórmula “Chile en marcha” tuvo un relativo éxito apoyando los procesos de movilización del gobierno de Frei Montalva y el formato era claramente valorado como un recurso en todos los sectores políticos. Pero detrás de  Allende había toda una nueva y talentosa generación de cineastas que adhiriendo a la Unidad Popular, estaban dispuestos a hacer transformaciones en el espacio que el proyecto les diera. Y ese espacio, obviamente fue Chilefilms.

 Llegó la UP

Desde mediados de los 60, venía fraguándose en el país un movimiento de cineastas al alero del Instituto Fílmico de la Universidad Católica y el Centro de Cine Experimental de la Universidad de Chile. Nuevas visiones y nuevos discursos que cobraban fuerza en busca de identidad y lenguaje propios con color y ritmo de revolución.

La segunda versión del Festival de Cine de Viña del Mar, realizada de 1969, fue de alguna manera el momento en que se terminó de asumir una postura frente al cine realizado en estas latitudes.  Tres películas emblemáticas para al Nuevo Cine Chileno y el Nuevo Cine Latinomericano en este certamen : ‘El Chachal de Nahueltoro’, de Miguel Littín; ‘Valparaíso Mi Amor’ de Aldo Francia; y ‘Tres Tristes Tigres’ de Raúl Ruiz.

De los tres, Miguel Littín fue el más involucrado con el proyecto de Allende. Poco antes de asumir como el indiscutido director de Chilefilms, fue uno de los autores del Manifiesto de los Cineastas de la Unidad Popular y encabezó un proceso en el que la empresa abrió el campo de acción no sólo a la promoción del gobierno a través de cortos documentales, que también se hicieron, sino que también hacia la formación de personas comunes y corrientes en el cine.

En el manifiesto palntea, entre otras cosas “Que el cine revolucionario no se impone por decreto. Por lo tanto, no postulamos una forma de hacer cine sino tantas como sean necesarias en el transcurrir de la lucha”. “fue el único documento que podía ilustrar al profano acerca de los nuevos rumbos que el Gobierno impondría al cine nacional”, señala el periodista Héctor Soto en 1972 en un artículo para la revista Primer Plano.

Littín se abocó a la realización del largo documental “Compañero Presidente” que registró las conversaciones entre Allende y Régis Debray. Si bien fue Littín quien lo dirigió,en  los créditos se refleja  el carácter colectivo que el propio Manifiesto había conferido a la labor cinematográfica: “Realizado por los trabajadores de Chile Films”.

De acuerdo con la información recopilada por el sitio Cinechile.cl, la gestión de Littin se realiza  en torno a cuatro áreas: Administración, Producción, Distribución y Creación. El plan “estrella” de la nueva etapa serían los Talleres Cinematográficos, instancias teórico-prácticas que, según el propio Littin “serán los núcleos básicos de análisis de la tarea cinematográfica y facilitarán la formación de nuevos cuadros de cineastas”

Así, de acuerdo con el Informe de los Cineastas Chilenos, presentado por la plana directiva de Chilefilms,  se crean el Taller Didáctico, con la misión de producir filmes “destinados a transformar la actual expresión publicitaria, dando importancia a las campañas de salud pública, perfeccionamiento técnico-laboral, alfabetización y educación en todos los niveles”; el Taller Infantil  “que elaborará filmes con la participación directa de los niños”;  el Taller Documental, a cargo de Patricio Guzmán; el Taller Informativo; el Taller Argumental, destinado a realizar largometrajes que “den una imagen total de la historia y las luchas de la nación chilena en su largo a camino a la independencia”.

Pero Littín sale de Chilefilms a finales de 1971, y con la llegada del nuevo director, el economista Leonardo Navarro, la empresa termina dando un giro hacia la distribución  y mantiene dos proyectos emblemáticos que pretenden rescatar la figura del del presidente Balmaceda y Manuel Rodríguez, siguiendo lo planteado en el Manifiesto de los Cineastas de la Unidad Popular :

“A rescatar la figura formidable de Balmaceda, antioligarca y antiimperialista.Reafirmemos que Recabren es nuestro y del pueblo. Que Carrera, O’Higgins, Manuel Rodríguez, Bilbao y que el minero anónimo que cayó una mañana o el campesino que murió sin haber entendido el por qué de su vida ni de su muerte, son los cimientos fundamentales de donde emergemos.”

Plano final: Armas  y celuloide quemado

El golpe de Estado sorprendió a Chilefilms y sus trabajadores implementando circuitos de exhibición en 16 mm en las poblaciones, produciendo docu-ficciones sobre Balmaceda (interpretado por un versátil Nemesio Antúnez)  y Manuel Rodríguez, este último a cargo de Patricio Guzmán.

En 2004, La Nación Domingo publicó en una nota de Jimmy Alexis Quintana el testimonio del director creativo de la empresa, el periodista y cineasta  Douglas Hübner, quien confirma lo que muchas investigaciones han mencionado: la quema del material fílmico tanto del período de la UP, pero también gran parte del archivo histórico con que contaba la empresa. Pero Hubner también confirma  lo que por mucho tiempo se creyó un mito: La existencia de formación de cuadros con instrucción paramilitar al interior de la empresa.

Ante  la posibilidad de un golpe en Chile Films se preparaban para ello: En una de las salas de sonido, un gigantesco set que tenía más de cien metros de largo, realizaban instrucción paramilitar “para que los gallos aprendieran a obedecer órdenes, a armar y desarmar una subametralladora”. Allí se prepararon alrededor de cien comunistas, socialistas y funcionarios de Chile Films, relata Hübner, quien de todas formas subraya que no estaban suficientemente preparados militarmente: “Teníamos un par de metralletas y unos 10 revólveres, la nada misma, esa preparación en el fondo era un chiste”.

El cineasta y otros pocos trabajadores estaban en la empresa esa mañana del 11 de septiembre. Todos fueron detenidos y Hübner fue obligado a revisar las dependencias del lugar con un oficial y dos tenientes, mientras el resto de los militares se repartía en las demás oficinas y en la entrada. La pregunta principal era dónde estaban las armas, “yo trataba de convencerlos de que no teníamos y por dentro rezaba para que no abrieran el piso de la sala de sonido, porque las armas estaban ahí”. No hubo caso. Después de dar vuelta todo, procedieron a romper el piso. “Entonces pensé: hasta aquí no más llegué”, recuerda Hübner. Pero, sorpresa, no encontraron nada. Sucede que en la formación paramilitar se habían desarrollado ciertos planes, como llevarse las armas del lugar, que fue lo que hicieron los funcionarios que partieron al centro. “Fue muy importante que ellos cumplieran, porque si los militares hubiesen pillado una sola pistola, hubiese sido una masacre”, indica Hübner.

La búsqueda continuó, no se salvó nada. “Siguieron rompiendo todo a su paso: pisos, puertas, cajones, estantes, cintas. Tiraban todo al suelo, eran muy violentos y nosotros estábamos aterrados”, recuerda. Lo peor fue cuando llegaron a la sala de efectos especiales donde había armas, balas y sangre, todo de utilería. “La pasé pésimo tratando de demostrar que todo era falso, hasta que me creyeron”, cuenta el cineasta.

Por esos días, en Chile Films se estaba terminando un proceso de clasificación de una infinidad de material audiovisual, desde 1942 hasta esa fecha, trabajo que costó casi un año “y se fue a la cresta en dos minutos”. Además, todo el material fílmico que tuviera un mínimo de sospecha de ser de izquierda, fue incautado. La parte más fuerte del allanamiento le tocó a un joven funcionario de pelo largo. “Le sacaron pero la rechucha, todos los milicos le pegaron por el simple hecho de usar el pelo largo. Fue tan terrible, que algunos funcionarios se pusieron a llorar”, recuerda Hübner.

Los detenidos fueron llevados  a los garages de la Escuela Militar, donde los recibieron con golpizas e interrogatorios en una sala oscura, sin comida, bebida, ni sueño. “Escuchamos muchos disparos afuera, yo tengo la sensación de que esa noche mataron a muchos hombres que adherían a Allende”

refirió quedarse en Chile Films hasta que se fue al norte, donde un hermano de derecha. Igual fue detenido el 21 de septiembre y más tarde, se convirtió en relegado político en Caldera, hasta que en 1975, gracias a una gestión del cineasta Raúl Ruiz con el gobierno alemán, pudo salir del país hacia Berlín.

A un mes de su detención, su señora, Celsa González, también funcionaria de Chile Films, pudo verlo en el norte y le informó que al lunes siguiente del 11, los funcionarios tuvieron que presentarse a su lugar de trabajo. Pero estuvieron todo el día en el patio, mientras los militares realizaban un inventario. “Ahí se dieron cuenta que los funcionarios que se habían llevado las armas, también se habían llevado partes claves de los equipamientos audiovisuales, sin los cuales no podían funcionar. Entonces los militares amenazaron con que apenas supieran quienes eran, los iban a matar a todos”, indica el cineasta.

También hicieron una pira y quemaron todo el archivo fílmico, ni siquiera se percataron que había material antiguo que también les interesaba a los militares. “Para ellos, todo el material era mierda de la UP”, dice. En esto, casi 400 cintas se hicieron humo: “mínimo cien noticieros de la época de Frei, algunas cosas de Alessandri, un montón de negativos de períodos anteriores que todavía no estaban clasificados y todo el material de la época de Allende, que eran más de 60 noticieros y unos 50 cortometrajes, más un sinfín de documentales y muchas películas. Materiales hermosísimos y de una gran importancia histórica, como los cambios de mando presidencial, la nacionalización del carbón, del salitre, del cobre, la visita de Fidel Castro a Chile, las tomas de terrenos, etc.”.

Casi nada se salvó. Entre las excepciones estuvo el documental de Patricio Guzmán ´La Batalla de Chile´, que alguien sacó a través de la embajada sueca. “Con el tiempo uno le toma el peso a lo que se perdió: gran parte de la historia de Chile desde el 40´ hasta el 73´ se quemó entera”, finaliza Hübner.

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