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20 de Junio de 2018

Tabárez, Pizzi, Bielsa y el ejemplo uruguayo

Las victorias son una extensión del trabajo bien hecho. Humilde y digno a la vez. Mientras Tabárez daba forma a su "Instucionalización de los procesos...", la Roja era dirigida por seis técnicos distintos, el penúltimo ahora lo abrazaba en Rostov del Don.

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Apenas terminó el partido caminó hacia la banca del equipo rival y saludó al técnico que lo dejó eliminado de la Copa del Mundo. Le dio un abrazo.

Afecto y respeto en la misma escena.
Hace treintaiséis semanas, apenas terminó el partido que dejó a sus jugadores sin Mundial, caminó cabizbajo hacia el camarín.

Dentro del “Vestiário Chile” (como se leía en la puerta) se dirigió a los futbolistas. Les agradeció por su esfuerzo, se disculpó por algún error propio que pudo costarle la eliminación pero, aseguró, siempre dio lo mejor. Luego, para cerrar el ciclo, cedió la palabra a los referentes del plantel: silencio total. Nadie quiso hablar. Así terminó el ciclo de Juan Antonio Pizzi en la Roja.

Ahora se fue de la misma forma cómo llegó a Rusia 2018: por la ventana.
Asumió en Arabia Saudita apenas 48 horas antes del sorteo mundialista. Poco antes había perdido ese mismo puesto su viejo amigo rosarino Edgardo Bauza.

Luego de su eliminación en la cancha y clasificación por contrato, aquí está otra vez Pizzi, “tranquilo” (cita textual del entrenador) a pesar de su prematura salida del torneo. Por eso camina resignado hacia el rival.
El abrazo, de afecto y respeto hacia Óscar Washington Tabárez, refleja un sentimiento genuino de valoración hacia un entrenador que reconstruyó a la selección uruguaya.
El “Maestro” se ganó el apodo por haber ejercido como profesor de primaria, sin embargo la denominación trasciende. Es un verdadero instructor del fútbol.

Uruguay quedó fuera de Alemania 2006 tras perder el repechaje con Australia y en marzo del año mundialista reapareció en la Celeste el técnico que la llevó a octavos de final en Italia ’90.

El “Maestro” rozaba los 60 años y llegó con una fórmula clara. Había que reestructurar el fútbol de su país con un desarrollo integral.

“El joven debe estudiar porque eso acrecienta las posibilidades deportivas del talento”, dijo el 7 de marzo del 2006, cuando asumió en la selección e instauró un concepto base: el RESPETO, así con mayúscula.
“Institucionalización de los procesos de las Selecciones Nacionales y de la formación de sus futbolistas”. Ese nombre pomposo se convirtió en real, práctico y deportivo. La planificación de largo plazo dio resultado.
Con Tabárez, Uruguay clasificó a las tres Copas del Mundo que él dirigió y en todas, incluída Rusia 2018, pasó la primera fase (en Sudáfrica 2010 fue cuarto).

Este año los periodistas uruguayos Luis Inzaurralde y Jorge Señorans publicaron “Maestro, el legado de Tabárez”.
Marcelo Bielsa, en el prólogo, resume al personaje:
“…La valoración de Tabárez no debería basarse solamente en los triunfos que obtuvo. Hay otros aspectos que aumentan la trascendencia de su tarea como conductor. Me refiero a la forma de actuar, a los valores y principios sostenidos y a las virtudes demostradas al frente de los equipos que ha dirigido”.

Las victorias son una extensión del trabajo bien hecho. Humilde y digno a la vez.
Mientras Tabárez daba forma a su “Instucionalización de los procesos…”, la Roja era dirigida por seis técnicos distintos, el penúltimo ahora lo abrazaba en Rostov del Don.

Pizzi fuera del Mundial, el “Maestro” en segunda fase.
No siempre el fútbol es tan coherente como ahora.

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