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11 de Febrero de 2013

Publican primera entrevista al soldado que mató a Bin Laden: “Todo el mundo lo quería muerto”

Bajo la condición de mantener su anonimato, este navy seal de 35 años relató que disparó tres balas, la última en la cabeza del hombre más buscado del mundo, en una acción que no duró más de 15 segundos. Abandonó el ejército en 2012 sin pensión ni protección alguna.

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Fue el primero en entrar en la habitación ubicada en el tercer piso de la residencia de Bin Laden en Abbottabad (Pakistán). Bajo la condición de mantener su anonimato, este navy seal relató a la revista norteamericana Esquire cómo fue el operativo que culminó con la muerte del líder de Al Qaeda.

El reportaje que será publicado íntegro en el número de marzo de la publicación, parte con una frase más que llamativa: “El hombre que disparó y mató a Osama Bin Laden se sentaba en una silla de mimbre en mi patio trasero, preguntándose cómo iba a alimentar a su mujer y a sus hijos o pagar por sus cuidados médicos”. Y es que  el entrevistado se sinceró con un reportero que logró hacerse amigo suyo, llegando a quejarse del maltrato a los veteranos.

El hoy ex uniformado explicó que, cuando llegaron a su escondite, el líder terrorista estaba en la oscuridad, sin poder ver nada, mientras que el equipo de soldados estaba equipado con lentes de visión nocturna. 

Con respecto a aquella noche del 1 al 2 de mayo de 2011, detalló la primera imagen que tuvo del Bin Laden: “Estaba de pie. Tenía las manos en los hombros de una mujer, empujándola hacia delante, no exactamente a mí, pero en dirección al ruido del pasillo. Era su esposa más joven, Amal”.

Este padre de familia de 35 años cuenta que disparó tres balas, la última en la cabeza del hombre más buscado del mundo, en una acción que no duró más de 15 segundos desde su llegada al tercer piso. “Todo el mundo lo quería muerto, estaba implícito”, explicó el integrante del famoso equipo 6 de los Navy Seals.

Sin apoyo alguno

Este veterano de la guerra abandonó el Ejército en 2012 sin ningún tipo de protección de parte de Pentagono o las autoridades norteamericanas, ya que no pasó los 20 años de servicio requeridos para obtener una pensión por retiro o por enfermedad, y sólo cumplió 16 años allí.

Hoy confiesa que no sabe en qué va a trabajar el resto de su vida, sólo comenta que ha cumplido labores como consultor de videojuegos. Aunque descarta de plano cualquier posibilidad de volver a tocar a un arma, si trató de averiguar si tenía algún mes de seguro extra para pagar sus caros cuidados médicos por las heridas y dolencias que le han dejado las misiones especiales. “La respuesta fue ‘no, ya no estás activo, la cobertura ha acabado, gracias por tus 16 años, que te jodan”. explica. 

Su padre en tanto, dijo que “descubrirá muy pronto que cuando te vas después de dieciseis años en la Marina, con el cuerpo lleno de cicatrices, artritis, tendinitis y daños en los ojos ésto es lo que obtienes de tu empleador y de una Nación agradecida: Nada”.

“No recibirá nada, ninguna pensión ni atención médica ni protección para sí mismo o su familia. Él tomó riesgos monumentales, pero es incapaz de aprovechar cualquier recompensa“, subraya el padre.

El trauma está fresco en la cabeza del tirador, quien recuerda los hechos como si tratara de algo ocurrido ayer: “Estoy ahí mirándole de enfrente. Tiene una pistola en la estantería a su lado, la típica metralleta por la que es famoso. Se mueve hacia delante. No sé si la mujer tiene un cinturón bomba y la está empujando al martirio… En ese momento le disparo dos veces en la frente. ¡Bap! ¡Bap! La segunda vez cae. Se derrumba delante de su cama y le disparo otra vez. ¡Bap!, en el mismo lugar”.

“Mientras miraba (a Bin Laden) respirando por última vez, pensé, ¿es ésta la mejor cosa que he hecho nunca o la peor? Esto es de verdad. Mierda”, puntualiza.

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