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9 de Septiembre de 2014

Emprendimiento social: ¿sabemos realmente de qué se trata?

Crear nuevos cursos y modificar los programas de los existentes, para acercarnos a nuestras comunidades, atreviéndonos con nuevas metodologías de enseñanza participativa basadas en el hacer y conectar, mostrando nuevas visiones de la economía, empresa y gestión.

Por Jorge Cea
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Jorge Cea es Jefe de Carrera Ingeniería Comercial. Departamento Industrias USM

Desde hace algunos años en nuestro país se habla con más y más fuerza del “emprendimiento social”. Destacados ejemplos, tales como “Un Techo para Chile” y “Desafío Levantemos Chile”, por solo nombrar dos de ellos, son una inspiración para jóvenes que están apostando por contribuir al entorno social y económico, demostrando que es posible compatibilizar esto, con la idea de formar negocios exitosos que perduren en el tiempo.

Esta tendencia está fuertemente presente en las escuelas de negocios de nuestras universidades. Nuestros estudiantes ya no sólo se conforman con los clásicos cursos de economía y gestión, sino que demandan instancias universitarias que los vinculen con las problemáticas locales, acercándolos a las realidades de las comunidades y aportando con innovación en problemas concretos.

Sin embargo, debemos tener en cuenta que es un fenómeno complejo y que, tal como muchos conceptos que se ponen de moda rápidamente, se tiende a utilizar de forma indiscriminada, existiendo interpretaciones poco claras del término. De la misma forma, las empresas sociales muestran múltiples configuraciones, tales como las que logran armonizar su carácter filantrópico con la utilización de modelos de negocio, o las que combinan su conceptualización sin fines de lucro, con el uso de herramientas basadas en el mercado.

Estas variaciones han generado una amplitud en las definiciones tanto en la comunidad académica como en empresas y entidades públicas. Por eso, hoy echamos de menos una definición específica y aceptada del “emprendimiento social”.
No obstante, es posible identificar algunos rasgos en común. Primero, son personas u organizaciones comprometidas con un objetivo social, más específicamente, con crear valor social, estimulando el conocimiento de las necesidades sociales y promoviendo el cambio social. Todo esto, a través de un proceso mediante la combinación y uso de recursos de una manera original y responsable con su entorno. Esto, obliga a que el emprendedor social tenga ciertas características que lo distinguen del emprendedor clásico: su marcada misión social, la importancia de la innovación comprometida con el entorno y el rol que ve para los ingresos obtenidos.

Ante este panorama, la indefinición, o falta de una definición certera, es un problema fundamental para la generación de políticas públicas para el apoyo a estas iniciativas, por lo que se hace necesaria la creación de programas serios y potentes, coherentes desde sus orígenes en la formación universitaria de jóvenes con una sensibilidad, conocimientos y herramientas que les permitan desenvolverse con éxito en estos emprendimientos y organizaciones.

Desafío, que debe ser recogido por nuestras universidades y especialmente por nuestras escuelas de negocios, incorporando esta exigencia que nuestros estudiantes nos demandan. Crear nuevos cursos y modificar los programas de los existentes, para acercarnos a nuestras comunidades, atreviéndonos con nuevas metodologías de enseñanza participativa basadas en el hacer y conectar, mostrando nuevas visiones de la economía, empresa y gestión y, por supuesto, formándonos nosotros mismos y a los nuevos académicos en estas temáticas.

Tanto desde la docencia como desde la investigación debemos asumir este desafío como el primer paso para insertar el “emprendimiento social” como un elemento estructural en nuestro país y no termine siendo solo una moda más.

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